Los años llegan, cubren, llenan y cumplen con toda una larga, mediana y corta agenda en la que se encuentra todo tipo de propósitos albergados por los que ciframos propósitos que ya fueron sueños y que colocamos en la ruta vial de su posible realización.
Siempre ha sido así, razón por la cual el tiempo en que se deben producir las manifestaciones tangibles, pasan, transcurren o se manifiestan a medias, cuando no se tornan truncas. Es entonces cuando reponemos que los logros alcanzados eran nos convenían, y los no alcanzados no nos convenían.
Por cada año, nos forjamos ideas, planes, estrategias, fortalecemos muchas cosas, revitalizamos otras, lo que nos conduce a pensar que en el corazón de cada ser humano existen un verdadero deseo de superar, de avanzar, de lograr nuevas y promisorias metas.
Cada año llega para iniciar su ruta hacia su culminación. Todo eso se encuentra tocado envuelto dentro del marco que nos impone la Ley de la Temporalidad.
Han resultado los años en que las páginas del periódico Hoy se nutrió de las predicciones del Coctelero, antes de cada año. En el transcurrir del año, al final del año. Ese espacio no habrá quien lo pueda llenar o cubrir, aunque lo veamos cubierto por otras especies.
El tributo hacia quien llenara con su rica, basta y vivenciada imaginación, no se habrá de cerrar como la negación de los ojos para percibir la luz, pues aun así, la luz está ahí. Permanece.
Cuchito se ha quedado en nosotros con el sello particularísimo, el cual nos supo dispensar su siempre cordial trato. Se ha quedado en nosotros, porque se ha extendido y multiplicado como no lo habría podido hacer de manera tangencial. ¡Ya era grande!. En su partida alcanzó la dimensión de ¡Inmensamente grande! A esto debemos agregar su presencial memoria del que está siempre presente. Permanece en tu bien ganado y merecido descanso.