¡Pero bueno!

¡Pero bueno!

Quienes manejan los partidos actúan como no debe ser. ¿Quién los ha designado como “grandes electores”, dirigentes cuya meteórica ascensión es fruto de la chepa, de la artera triquiñuela, de la zancadilla, del manejo de un río de dinero cuyo elevado monto permite cuestionar el origen de los fondos?

¿Acaso hay conciencia de que quienes figuran como cabezas de organizaciones políticas ofrecen pésimos ejemplos a los hombres y mujeres que mañana administrarán el país?

¿Es que han descendido tanto en la escala moral que actúan sin pudor  de espaldas al presente y a la lectura que el futuro dará a sus actuaciones?

¿Acaso desconocen que el pasado es un tiempo fundamental en el cual una sociedad establece la plataforma del hoy y del mañana?

¿Aprendieron tanto de los que soslayan el juicio de la historia, confiados en que alguna gavilla de politiqueros los exonerará y los endiosará, como si todos hubiésemos perdido la memoria?

¿Acaso no saben que la memoria de los pueblos deja huellas sobre la superficie de los ríos, sobre las aguas de los lagos, sobre el curso de los caminos, en las hojas que caen en las aguas correntosas?

¿O es que también ignoran que la memoria colectiva mantiene los recuerdos buenos y malos mejor que la palabra escrita en libros, revistas, periódicos? ¿Es que sólo confían en la desmemoria?

¿Qué respetan esos indignos practicantes de la politiquería, llenos de veneno, de actuaciones tortuosas, de palabra engañosa, que irrumpen en la escena nacional y sin dar respiro se convierten en dignos herederos del gobernador samanés, general Anderson, quien  en el siglo XIX se autoproclamó “ley, batuta y Constitución?

¿Por qué actúan como si vivieran el otro día después que Dios bajó las aguas del diluvio universal?

¿Debemos permitir que continúen esas prácticas indignas, hacernos de la vista gorda mientras se atropellan derechos fundamentales como el irrespeto a decisiones de asambleas electoras internas de los partidos y el derecho a elegir y ser elegido?

A Víctor Terrero le niegan la postulación para Diputado luego que la intolerancia religiosa lo condenara por ser, como yo, partidario del aborto humano y terapéutico, lo cual fue aceptado por los “beatos”, antes marxistoides del PLD.

En el PRD intentaron sacar de la boleta a  Hugo Tolentino Dipp, quien había sido postulado.

El PLD quiere imponer a Ricardo Jacobo en El Seibo y postula a su padre para si resulta electo hacerlo renunciar y dejar el puesto al hijo. Ejemplos como esos son los que permiten pensar que la politiquería gobierna a Gobierno y oposición. 

¡Cuánto daño hace el irrespeto en la Política!

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