¡Pero mira qué rico, Mami!

¡Pero mira qué rico, Mami!

POR GRACIELA AZCÁRATE
En 1976, Rosarió Ferré publicó en Méjico, un libro de cuentos titulado «Papeles de Pandora». Aunque pertenece a la clase rica puertorriqueña y es hija de un ex gobernador de la isla, su clase social la marginó, criticó, y fustigó por aquella publicación que ponía al desnudo las miserias de las clases acomadadas y sus dirigentes de élite.

La clase poderosa puertorriqueña se sintió ultrajada por unos cuentos que con lucidez y una alta cuota de ira desmenuzaban el juego de intereses, mezquindades y traiciones de las clases adineradas, su condición de colonia, las relaciones desiguales con Estados Unidos, los intereses y luchas de clase y las desventajas y oportunidades del color de la piel.

El cuento «Mercedes Benz 200» me pareció un paralelo perfecto con el momento que nos toca vivir. Me pareció una copia con papel carbónico de la desaprensión de un gobierno y su élite dirigente que olvidó los principios de integridad de su líder fundador, que ha desarrollado y depurado su vocación de lacayo del Mercado, no importa si es norteamericano, europeo, o asiático. Un grupo que con ostentación y alevosía nos pone de rodillas, nos hace cada días más pobres, más inicuos, más envilecidos y más esclavos de ese «neoliberalismo salvaje» que ya dejó unas cuantos cadáveres en Latinoamerica.

Como en el cuento de Rosario Ferré, ruedan por las calles de Santo Domingo, las yipetas, los Mercedes Benz del año, los Jaguar y BMW millonarios llevando gente hermosa, acicalada, bien vestida, con perfume caro, con lentes de alto precio, con vestuarios costosos nunca repetidos, con comitivas fastuosas, adjudicando negocios millonarios «lavados y clareados», cedidos por un rey Midas dadivoso en pago o a cambio de apoyos en campañas electorales. Ruedan carros de lujo en calles del cuarto mundo, con perros y gentes famélicas a los lados, mientras, como el rico empresario boricua, el de aquí, el burócrata recién estrenado, el político que medra o la clase alta codiciosa y avara recita: «Es una coche cabrón, este Mami. Porque está estupendo el Mercedes mami, no te parece, destellando bajo la lluvia listo para salir disparado frente a los ojos de los que nos ven pasar con envidia qué santo carro la madre de los tomates la puta que los parió tremendo armatoste, se gasta un tapalodo de alante rodillos de rinoceronte, mi familia siempre ha tenido carros grandes, Mami.»

Aquí, allá, en Borinquen, en las costas del Golfo de Méjico, a orillas del Mississipi, en Jimaní o en Mesopotamia desde hace treinta años se renueva y repite el juego perverso del Mercado. El de los ricos contra los pobres, el de los blancos contra los negros y el de los trepadores sociales contra los honestos y soñadores.

Desde hace más de un año estoy sumida en la perplejidad del desgobierno, ante la osadía para mentir sin rubor, para tergiversar, para ostentar, para engañar insultando la inteligencia de un pueblo pobre pero honesto. Hace un año repito, estoy enmudecida, azorada ante esta secta de arrodillados, que en nombre de los negocios para sus patrones nos llevan a la ruina no sólo económica sino mental. Estamos desvastados económicamente y en la salud como dice Angela Peña, somos todos un caso de psiquiatría como dice don Alvarez Castellanos o el doctor Mauro Castillo, o recreamos en los hechos las cifras de espanto que enumera Bienvenido Alvarez Vega en el gasto de la burocracia duplicado en la actualidad, y que en agosto del 2004, nos dijo el nuevo presidente electo iba a ser reducido en un 20%. Y como en el cuento de la genial escritora, la ficción y la realidad se convierten en el mejor guión histórico de cualquier pueblo del globo sometido a las leyes codiciosas del Mercado.

(…) «Pero mira mami cómo me largo para enseñarle a esta chusma, hay que enseñarles quién es el que manda en el pueblo de cafres este, apiñados como monos les gusta sentir el sudor la peste unos de otros sólo así se sienten felices restregándose como chinches por eso les gusta tanto el bochinche, qué divertido Mami, nunca se me había ocurrido de ahí viene seguro ese imbécil que se nos ha metido en medio…»

Y así, en el medio, como el hijo arrollado y muerto por sus propios padres se ha metido este ciclón que acaba de arrasar el sur de Estados Unidos y que develó el perfil más sórdido y salvaje de los halcones neoliberales. Rueda el carro del neoliberalismo, mata, enmudece y arrolla a sus propios hijos.

El primer genocidio económico llevado a cabo por las recetas del neoliberalismo se produjo en 1975, en Argentina de la mano del superministro de economía Martínez de Hoz. El caso de Argentina es el ejemplo de lo que significa el Mercado, las transnacionales y las élites entrenadas para servir al capital. Negros, mulatos, hispanos entrenados por el sistema, bien comidos, mejor educados, hablando una inglés perfecto, «amansados» en las universidades americanas y con el cerebro lavado para servir a la «supremacía blanca», perfectamente domesticados, como un perrito de circo para servir a sus amos de las empresas petroleras o de los lobby de la comunicación. Como un ícono de los nuevos tiempos, Condolezza Rice compra zapatos carísimos en la Quinta Avenida mientras sus compatriotas de Alabama se morían ahogados, o eran bajados a tiros por orden de la gobernadora porque desesperados en busca de agua y alimento violaban la sacrosanta «propiedad privada» de los blancos. Pero bien adiestrada, en un gesto histriónico que la revela como una gran actriz dramática se trasladó al sur y se dejó fotografiar enlatando comida para los damnificados.

Emulando esos gestos melodramáticos de la manito en el corazón en testimonio del inclaudicable servicio a los amos blancos del mercado.

No importa si es el período de Reconstrucción que siguió a la Guerra de Secesión, que movilizó al exilio un millón de personas negras y la muerte de otras quinientas mil en una guerra entre la esclavitud y el capital puritano y calvinista del norte. Precisamente, a orillas del Missisipi, allá y aquí las imágenes parecían superpuestas o un calco de aquellos desgraciados que fueron arrasados en 1998, en Mesopotamia, mientras el huracán George cruzaba e l país y el jefe de defensa civil, del otrora gobierno y hoy de nuevo en el ejercicio del poder decía que todo estaba en orden y control pero con los refugios cerrados para que «la chusma» no los ensuciara. Un burócrata más como el Brownie felicitado por Bush, por» el trabajo fenomenal» que hizo en una emergencia nacional donde lo único que mostró su curriculum es una habilidad sorprendente para tratar caballos árabes de paso fino mientras Nueva Orleans desaparecía bajo las aguas.

Ampulosos, teatrales se colocan la mano en el corazón mientras cantan el himno como signo de patriotismo pero en el caso del presidente del país más poderoso del planeta se niega a firmar los acuerdos de Kioto, para reducir el uso de petróleo y evitar el calentamiento global del planeta porque si lo hace las petroleras ganarán menos.

Como en el personaje del cuento de Rosario Ferré, los ricos empresarios, los testaferros, los sirvientes los traidores de su pueblo van montados en su Mercedes Benz del año. Salen a probar el carro, el estatus alcanzado y la magnitud de sus negocios entre esta manga de «cafres» acompañados de la silente, educada, silenciosa, bien vestida, peinada y acicalada esposa, con un diamante rutilante en el dedo de su recién manicurada mano, ahíta y repleta de buenas ropas y perfume importado. Salen a probar ese carro emblema que auna todas las espectativas de clase, de blanqueo de tez y estatus de neocolonizado al servicio del capital. Como el carro del puertorriqueño, como el de otros caribeños o como el del tejano más peligroso del mundo, el carro lujoso rueda por las calles de una ciudad, de una isla cualquiera, sembrada de desclasados, de pobres, de desempleados, de marginados, de gente maltratada, explotada, empobrecida y humillada. Como una metáfora cruel, en el relato, el rico empresario atropella y mata a su propio hijo que en medio de la lluvia iba a visitarlos junto a su novia. Como la élite mulata, como los negros educados y amansados, como Bush y sus amos, como los codiciosos y avaros comerciantes ninguno de ellos va a manchar el tapizado de su despampanante carro, así que saca el brazo por la ventanilla y le da un papelito a la compañante, para que vea al abogado, para que vaya a un hospital pero sobre todo para que saque del guarda lodo esa masa ensangrentada «que manche el tapizado cabrón mami, para que estos cafres no ensucien con agua y sangre, o no se le vaya a ocurrir extorsionarme por un millón de dólares». Monólogo de una clase social, y de un sistema que no pierde actualidad: «El impacto sordo del tapalodo conectando de golpe en la carne compacta como cuando se tapa el tubo de la aspiradora con la palma de la mano fop sólo que ahora no era la aspiradora ni los motores del jet qué hijo de la gran puta quien lo manda tirárseme en el camino el cuerpo esplayado muñeco de goma sobre el bonete del carro mirando la lluvia derramándose por encima del bonete como si quisiera enjuagar la superficie platinada llevarse aquel objeto adherido grotescamente a los lujosos bordes cromio a las opulentas curvas de los guardalodos»

Como una zombie, como un ser anestisiado por la satisfacción de las apariencias la esposa dice: «Pero Papi, como vamos a dejarlo ahí tirado debajo de la lluvia no me discutas más tú en seguida te pones histérica no vamos a meterlo en el carro para que nos manche los asientos con ese desague de sangre».

Los carros lujosos y caros ruedan por las pistas de las ciudades, los halcones miran desde las alturas del poder y se abaten sobre las presas mientras sus empleados dicen: «Está estupenda la noche para ir a pasear, verdad, Mami, una noche regia para sacar a pasear el Mercedes que hoy le mandé encerar los flancos grises y le pusieron el tapabocina más caro cuatro chapas de cromo sólido empotrados en banda blanca ahora se ve todavía más chic hace como que todo reluzca y la carretera esperándonos ahí afuera nada más para nosotros. Mami, en este país no se puede salir a pasear más que de noche sólo entonces se puede sacar la cabeza afuera y respirar ahora podemos planear nuestro viaje a Europa dime a dónde te gustaría ir».

Tomado de: Ferre, Rosario: Papeles de Pandora.
Puerto Rico, Ediciones Huracán, 1991.
Primera edición: Méjico, Editorial Joaquín Moritz, 1976.

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