Pero ¿Otra vez?

Pero ¿Otra vez?

¿Acaso hay en el país quien piense que aquella mayoría senatorial lograda por Leonel Fernández comprando conciencias, maniobrando con cantidades nunca vistas de dinero del erario o que Danilo Medina pidió tener Su Senado de la República fue para fines democráticos?
En las elecciones de medio tiempo del año 2002, el Partido Revolucionario Dominicano ganó todas las senadurías menos una, que obtuvo el Partido de la Liberación Dominicana. Ese triunfo no fue usado para crear un blindaje designando jueces en los Tribunales Superiores en busca de impunidad e iniciar la corrupción más descarada de la historia republicana.
Cada vez que la oposición liberal tiene posibilidades de volver al poder se enfrenta a una maquinaria que se impone con ofertas demagógicas y mentiras, que logra engatusar votantes, comprar voluntades de indecisos, halar el narigón para conducir a las urnas a beneficiarios de programas de asistencia, quienes son empujados a votar por mantener la dádiva, que se usa contra la voluntad popular.
Desde los siglos XIX y comienzos del XX los liberales han sido engañados, pisoteados, ninguneados, por grupos minoritarios para que imiten los conservadores y busquen compartir una parte del botín a través de un puesto público. Esa mala costumbre, está presente como en los tiempos en que miembros de un partido derrocado por un golpe de Estado, participaban en el desfile del triunfo de quienes habían depuesto la administración a la cual le servían.
Luego de que las triquiñuelas, el dinero y el poder de grupos militares imponen soluciones electorales, comienza una nueva ronda de “negociaciones” en las que se busca un pedazo del pastel para la oposición, en una demostración de ingenuidad, torpeza, visión corta, absurda buena fe.
Nunca falta un sabihondo, un intelioso (inteligente y malicioso) dispuesto a mediar para tranquilizar a quienes tienen toda la razón para protestar, para reclamar, para trabajar en favor de un cambio que acerque al gobierno al cumplimiento y respeto a las reglas de la democracia, entonces surge un movimiento de prensa y de borregos que reclaman que se realice un diálogo del cual se sabe que nunca resulta nada beneficioso para los liberales.
Quienes tienen la sartén por el mango piensan que nunca dejarán de mandar, porque mandan no gobiernan, mandan porque se burlan de la regla maestra de la democracia que reconoce los derechos de la minoría, que son pisoteados por una mayoría intolerante creada a partir del engaño, de la corrupción, del uso de la fuerza armada con fines partidistas.
No se hace oposición a un gobierno que maneja el poder absoluto con palabritas y participación en diálogos que de antemano se saben inútiles. Por ese camino no se llega al poder, si es que se quiere gobernar para bien del país.

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