¡Pero qué vaina!

¡Pero qué vaina!

Las veces que oímos las bondades de la inversión extranjera, de la necesidad de abrir las fronteras para que entren los productos de otros países y compitan aunque sea en condiciones ventajosas, porque son subsidiados en sus países de origen o porque simplemente vienen de  latitudes donde los sueldos y las condiciones de vida permiten honorarios escandalosamente bajos; las veces, no han sido pocas. Tantas que hasta un “consenso” se estableció. Los dominicanos lo sabemos ya que hemos sentido el peso de ésas y de otras medidas que han acabado o transformado empresas e industrias nativas.

La famosa doctrina del profesor Milton Friedman, por demás, premio Nobel de Economía, tuvo sus años de apogeo, todavía tiene sus seguidores.

El mundo, sin embargo, va cambiando, quizá más rápido de la cuenta, lo que era muy bueno antes, parece que ya no lo es y la reciente crisis de las derivadas va mostrando que hay vida fuera de los países dominantes tradicionales que se encuentran endeudados hasta las narices. ¡Pero qué vaina!

El BRIC(H), Brasil, Rusia, India y China, se han constituido en potencias económicas formando un extraordinario, sólido mercado que va cobrando una robusta fuerza, cada vez más visibles en países que no sospechaban tal surgimiento, porque ellos eran. ¡Ellos eran! Australia también reclama un espacio preponderante, su moneda últimamente presenta una solidez que compite con el dólar estadounidense.

En la República, los préstamos y las firmas constructoras brasileñas dominan, habiendo desahuciado a las constructoras estadounidenses, canadienses, españolas y francesas. Los productos chinos se encuentran en todas partes y copan diferentes áreas: herramientas, equipos, confecciones y quién sabe cuántas cosas más. Los indúes producen ingenieros tan cotizados como los de las súper universidades de occidente, tienen sus “silicon valley”, han desarrollado el turismo médico, medicinas genéricas y muchas cosas más. ¡Pero qué vaina!

Los cuatro países que constituyen el BRIC(H) tienen la gracia de que controlan sus monedas en mayor o menor grado, consecuentemente; en adición a que sus niveles de vida les permiten salarios bajos, a medida que mejoran sus eficiencias, sus productos permean más ampliamente los mercados externos;  acumulan considerables sumas de las denominadas monedas fuertes, divisas.

La secuela lógica que trae la acumulación de divisas comienza a mostrarse. China está comprando industrias, minas, edificios, acero, petróleo, todo tipo de metales y las materias primas que le ofrezcan. Sin embargo, aunque esas son las reglas de occidente, las numerosas compras crean preocupación en los países que inventaron el consenso pues las empresas Chinas son estatales, es decir, el Estado o si se quiere el gobierno chino es el comprador. Lo cual no hace mucha gracia a los gobiernos de este lado del mundo, es como si el boomerang va en camino de golpear a su dueño….. ¡Pero qué vaina!

Lo cierto es que parece que las reglas no se ven del mismo color cuando uno tiene el cristal en la mano que cuando lo tiene otro. En otros artículos he citado casos de bloqueos de compras llevados a cabo por los mismos países que nos han “obligado a venderles y comprarles”.

En todo caso, será interesante observar el desenlace del asunto planteado, especialmente la interacción Estados Unidos de América-China, ya que este último tiene en sus cofres una monstruosa cantidad de dólares, con los que puede crear un gigantesco cataclismo económico. Tan grande que probablemente su tamaño lo haga desistir de intentarlo, ¡Pero qué vaina ……..! Naturalmente, los chinos no son culpables del déficit estadounidense, como los centroamericanos tampoco lo son de los dominicanos.

Tuve ocasión de escuchar una entrevista del presidente Lee de Singapur, en la que explicaba los detalles del consejo que ofreció a Deng Xiao Ping, respondiendo a la pregunta del a la sazón presidente chino. Lee dijo que el secreto de Singapur era el “capitalismo controlado”. Vuelto a China, después de imponerse sobre la vieja guardia, abrió su país a las empresas extranjeras, al capitalismo. Por tanto, lo que ha provocado la explosión económica en China es el capitalismo, es la causa del “mal”, de las compras y la acumulación de divisas. Cierto, es un capitalismo, “chino”, “socialista”, “controlado”, concepto que no es extraño, si se piensa que muchos sectores de por aquí gustan de la “democracia dirigida”. El ejemplo chino ha caído en terreno fértil, Vietnam también lo ha adaptado y Cuba va en el mismo camino.

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