Pero… ¿Y será verdad que nos encaminamos hacia una dictadura?

Pero…  ¿Y será verdad que nos encaminamos hacia una dictadura?

La “democracia” dominicana nunca ha sido tal. Para una democracia verdadera el ciudadano debe lograr la independencia económica, dicen los entendidos en la materia, y también los textos.

Después de 53 años de ajusticiado el tirano Rafael Leónidas Trujillo Molina (1961-2014), el intento de crear una democracia real, en que los dominicanos disfrutemos de amplias libertades públicas, igualdades sociales, plenos derechos constitucionales, todo ha sido fallido.

Hemos pasado por períodos muy tortuosos en todo el devenir de nuestra vida republicana. La pos-dictadura nos dejó el aletear de los residuos del “Trujillato”, de los cuales, algunos reductos aún perduran en el tiempo, aunque hoy disfrazados en distintas parcelas políticas, pero que de vez en cuando dejan ver sus garras.

El trajín ha sido duro para acabar con los trujillistas que muchos de ellos conservan hoy, tanto o más poder del que disfrutaron durante la denominada Era de Trujillo.

En el presente, gobiernos van y gobiernos vienen, y vemos ahora cómo nuestras instituciones, en lugar de fortalecerse, se desmoronan. Ya las normas morales han desaparecido del conglomerado nacional, donde predomina lo antimoral como bueno, y viceversa.

Nuestras leyes son letras muertas. Predomina la ley del más fuerte. Estamos volviendo al “conchoprimismo”. O a ley de la selva. El mono más “grande”, ese es el rey. Así no podrá ser por mucho tiempo. Vamos camino a la disolución como país organizado, porque en vez de avanzar retrocedemos. Ya se ha generalizado hasta violentar la luz roja de los semáforos. Se observa a diario.

Tenemos una justicia, un Poder Judicial que se lo dividieron dos hombres. Operada por jueces corruptos y adocenados, sumisos ante un poder secuestrado por individuos que más temprano que tarde, serán arrasados por el torrencial popular y la fuerza de un pueblo que ha sabido en los momentos más oscuros de su historia republicana, sacar de abajo.

Por todo ello, sostenemos que no es verdad, podrán imponernos nueva vez un narigón.

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