Perpetua guerrilla eclesiástica

Perpetua guerrilla eclesiástica

POR JOSÉ B. GAUTIER
Mucha espuma y poco chocolate refiriéndonos a la pastoral de la Iglesia Católica, que por conducta de la Conferencia del Episcopado Dominicano, fijo recientemente su posición llamada, «Ante la creciente inmigración haitiana». Un mensaje conteniendo mucho de nada. Siempre brincando en la cuerda floja. Si la humanidad pudiera concretar lo espiritual en la tierra, nadie pensara, ni creyera en la existencia de un Dios celestial. ¿Para qué?

Como siempre el Episcopado jugando al tiempo, al olvido, a la confusión, a la desinformación del pueblo dominicano, atrapado por fanatismos religiosos, con este documento busca evadir el meollo del problema: La separación del Estado dominicano y la Iglesia Católica.

¿Tienen los sacerdotes y monjas de la Iglesia Católica, esos que ejercen en libertad sus ministerios religiosos y espirituales en el país, el derecho de inmiscuirse en asuntos ajenos a su ministerio como es el control migratorio del Estado dominicano de miles de extranjeros radicados ilegalmente en su territorio?

¿Es la función de la Iglesia Católica en una sociedad abierta y democrática como la que vive la República Dominicana, con un gobierno de derecho, civil y representativo, establecer un gobierno eclesiástico paralelo como guerrilla permanente para dividir la sociedad en minorías étnicas compuesta mayormente de migrantes ilegales haitianos?

El mismo papa Benedicto XVI ha denunciado el tráfico de seres humanos propiciado por la inmigración. El Pontífice también ha pedido que se tutelen a los inmigrantes que piden asilo y a los refugiados. Ha criticado que en los países receptores solo se suelen preocupar de la llegada, pero sin preguntarse por las razones que han impulsado a esas personas a huir de sus países de origen. La Europa de la abundancia y el bienestar del Vaticano en Roma se plantea en la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado a celebrarse  en enero del 2006, el lema «Migraciones, signos de los tiempos».

Mientras tanto explotan bombas en Madrid y Londres. Sangran Ceuta y Melilla. Arde París y toda Francia. Aquejados los acontecimientos por la discriminación de los inmigrantes de origen árabe o africano. Y tranquilamente en Santo Domingo, el Servicio Jesuita a Refugiados y Migrantes (SJRM), apéndice de la Iglesia Católica, adoctrina y denuncia al mundo su proyecto de «Combate al Racismo y la Xenofobia en la República Dominicana» desde el Centro Cultural de España. ¿Paradoja, verdad?

¿Cuántos Cardenales y Obispos son latinoamericanos, o de raza negra o indígena, quinientos años después de comenzar la evangelización de América? ¿Vistes pintados los angelitos negros en las iglesias de Roma? ¿Hasta cuando seguirá impunemente la guerrilla sacerdotal para destruir a la nacionalidad dominicana con mentiras?

Pero volviendo a la Isla de Santo Domingo, ¿cuales labores pastorales realiza la Iglesia Católica en Haití? ¿Existe Concordato Haití-Vaticano? ¿Protestó la Iglesia Católica haitiana por el derrocamiento del gobierno constitucional del ex sacerdote católica Jean Bertrand Aristide? ¿Por qué el gobierno haitiano prohibió la candidatura presidencial de otro sacerdote católico, Gerald Jean-Juste, en los próximos comicios? ¿Por qué no permite la inscripción de candidatos de la diáspora (jus sanguinis) o sus descendientes? ¿Por qué hay sacerdotes católicos presos en las cárceles de Haití? ¿Por qué se prohíbe a los candidatos de la Familia Lavalas participar en las elecciones? ¿Cómo ve la Iglesia Católica haitiana la situación política, esa que repercute en la creciente inmigración hacia la República Dominicana?

¡Adelantes soldados de Cristo! La cruzada al Jerusalén salvaje, la guerra de rescate a una población subyugada por los «hougans» con sus «luases del vudú», por la miseria, el hambre, la enfermedades, el analfabetismo, las violaciones sexuales, el tráfico y consumo de drogas y de armas debe ser iniciada por las sacerdotes y monjas católicas dominicanos con todas sus capellanías militares, en la antigua colonia francesa de «Saint Domingue» en territorio haitiano, en Cite Soleil y Belair de Puerto Príncipe.

Allí lo esperan con los brazos abiertos, más de un millón y medio de sus habitantes desperados que si no son salvados allá por la Iglesia Católica dominicana redentora, terminaran como perseguidos y maltratados migrantes y refugiados en los «infernales» bateyes azucareros dominicanos, bien nutridos y apertrechados por años por donaciones en alimentos y dinero, en escuelas e iglesias, por naciones antidominicanas, especialmente los Estados Unidos de América, Canadá, Francia y España, y recibidas por el Servicio Jesuita a Refugiados y Migración (SJRM), agrupaciones de monjas dominicas y por cientos de Organizaciones No Gubernamentales (ONG) antidominicanas.

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