Perredeísmo y anti-perredeísmo

Perredeísmo y anti-perredeísmo

En su artículo del pasado 26 de junio en el Listín Diario, dedicado a Yvelisse Prats Ramírez de Pérez, Tony Raful enumeró eventos históricos e ideales políticos que unieron antaño a los perredeístas; entre ellos, la oposición a la dictadura de Trujillo y el sueño de establecer la democracia.

Sin duda, el PRD estuvo unido a las grandes luchas políticas del pueblo dominicano, primero bajo el liderazgo de Juan Bosch, y luego de José Francisco Peña Gómez. Por eso, los sectores conservadores siempre tuvieron espada en manos para atajar el avance del perredeísmo.

En 1963, las fuerzas retrógradas disolvieron el gobierno de Bosch con un golpe de Estado. Luego, en 1965, frustraron el retorno a la constitucionalidad con la intervención militar, y entre 1966 y 1974 bloquearon un triunfo del PRD con fraudes electorales. Les asustaba la construcción de las masas como actor político.

La proscripción de Peña Gómez para candidatearse en los primeros años de la transición de 1978 no era legal pero sí real. Su negritud, su origen haitiano y su supuesto radicalismo eran vetos para impedir su ascendencia al poder.

De verbo encendido, pero de personalidad política conciliadora, Peña Gómez sólo aspiró a la candidatura presidencial cuando vio su partido a la deriva al final del gobierno de Salvador Jorge Blanco.

Incapaz de articular ideas redistributivas con acciones gubernamentales, el PRD ha sido poco operativo en el Estado. Cada gobierno perredeísta que fracasa se convierte en la prueba de que sólo sirve para estar en la oposición. Antonio Guzmán se suicidó y Salvador Jorge Blanco fue aplastado por Balaguer después de salir del poder.

El retorno de Balaguer a la Presidencia en 1986, en medio de los desaciertos gubernamentales del PRD, recompuso las fuerzas anti-perredeístas en torno al viejo caudillo, y así quedó truncada la posibilidad de que Peña Gómez llegara a la Presidencia. Un fraude en 1994 y una alianza con el PLD en 1996 cerraron el paso al principal líder de masas que ha tenido el país.

La muerte de Peña Gómez en 1998 sirvió de catalizador para recomponer electoralmente las fuerzas pro-perredeístas. El PRD ganó las elecciones congresionales-municipales de 1998, las presidenciales del 2000 y las congresionales-municipales de 2002. Pero una vez más prevaleció la irracionalidad gubernamental.

La energía política de Hipólito Mejía subordinó el partido, y los perredeístasparticiparon gustosos del reparto clientelar. Retorcieron principios partidarios para asegurar la repostulación de Mejía, y el gobierno entró en coma con la crisis financiera de 2003.

En el 2004, los sectores anti-perredeístas no tuvieron que esforzarse mucho para ganar. Los desaciertos del gobierno de Mejía fueron suficientes.

Desde entonces, el PRD ha estado atrapado entre dos figuras políticas sin capacidad para gestar ideas transformadoras o ideales que avancen la democracia dominicana y convenzan una mayoría del electorado.

Sedientos de poder, pero incapaces de descifrar cómo lograrlo, los perredeístas se doblegan constantemente ante Hipólito Mejía y Miguel Vargas, y pierden elección tras elección.

Tony Raful termina su artículo antes referido con estas preguntas: “Ahora, ¿qué nos une en el PRD? ¿Qué me une a mí, prosélito de sus doctrinas socialistas democráticas, con gente que no discute ideas ni programas, que labora para incesantes luchas intestinas, ganancias de egos y objetivos difusos, cuya matriz individualista brota incontenible en intereses y bienes?”

Ahí radica un serio problema del PRD. No engendra ideales, no tiene visiones ni utopías, carece de disciplina y coherencia. Dominan las luchas desesperadas y disparatadas entre dirigentes que alejan el PRD del gobierno y acrecientan el poder de las fuerzas anti-perredeístas, ahora comandadas por el PLD.

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