La persecución de la corrupción y combate a la impunidad en EE.UU., Brasil y Guatemala reseñadas en tres informaciones publicadas por este diario el pasado miércoles, constituyen hechos alentadores para quienes aspiramos a vivir en un mundo mejor.
En los EE.UU. se encuentra en el banquillo el poderoso ex jefe de campaña del presidente Donald Trump, Paul Manafort, acusado de recibir millones de dólares de jerarcas rusos a cambio de asesorías comerciales, sumas que ocultó haber recibido a las autoridades norteamericanas.
También se le implica en la trama llevada a cabo por el gobierno ruso para influir en los resultados de las elecciones estadounidenses de acuerdo a las investigaciones realizadas por el fiscal especial Robert Mueller cuyo equipo lo calificó de “astuto mentiroso”.
En Brasil, la fiscalía de ese país determinó que el ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva debe seguir en prisión por considerarlo pieza clave en la red de desvío de recursos millonarios de la petrolera Petrobas durante su ejercicio gubernamental.
La legislación brasileña establece que un reo tiene que empezar a cumplir su pena tras ser condenado en segunda instancia por un tribunal colegiado como es el caso de Lula Da Silva, sentenciado a cumplir 12 años de cárcel pese a los recursos presentados por sus abogados en procura de su liberación.
Similar es el caso del ex presidente de Guatemala, Otto Pérez Molina, procesado por corrupción, quien tras dos meses de hospitalización por problemas cardíacos, deberá retornar a la cárcel a cumplir su condena luego de que los forenses determinaran que puede seguir recibiendo su tratamiento en su celda.
Son casos aleccionadores que crean esperanzas en nuestro país.