Persecución a los cristianos

Persecución a los cristianos

PEDRO GIL ITURBIDES
¿Quedarán cristianos en las naciones con gobiernos teocráticos en naciones islámicas? El padre Philip Najim, Procurador del Patriarcado Caldeo ante la Santa Sede, piensa que, al menos en Irak, los cristianos desaparecerán. El panorama que desdibujó al pronunciar una homilía uno de estos días, es desconsolador.

 Los cristianos en Irak son obligados a abjurar de su fe. Quienes se niegan a la conversión forzosa, son asesinados. Esto ocurrió al padre Ragheed Aziz Genni y a tres subdiáconos que lo acompañaban, en un templo en Bagdad.

El asesinato ocurrió a principios del mes. El padre Najim oficiaba una eucaristía por el alma de éstos, cuando habló de estos mártires de la Iglesia sufriente, y explicó lo que ocurre en Irak. El bosque como es fácil colegir, no permite contemplar los árboles. Porque esto es cuanto está ocurriendo con esa nación. Salió de una cruel tiranía para despeñarse por los caminos de un infierno de caóticas y cruentas luchas sin posibilidades de superación. George W. Bush y Tony Blair no saben, aún, que destaparon la caja de Pandora, cuando invadieron Irak.

Hace pocas horas, ya en su despedida como Primer Ministro de Gran Bretaña, Blair hizo referencia a la guerra iraquí. El derrocar a Saddam Hussein valió la pena, sostuvo. ¿Valió la pena para quién? ¿Para los soldados estadounidenses que caen uno que otro día bajo los arteros ataques de los fanáticos musulmanes? ¿Para el pueblo iraquí, sujeto en su totalidad, a los desmanes de ese terrorismo? ¿Para el cuerpo diplomático acreditado ante el gobierno iraquí, sujeto a la salvaje ola de amenazas que se ciernen sobre las sedes de sus países?

En realidad, aquellos desaconsejados sucesos no han beneficiado a nadie. Los que planearon la invasión prefirieron ignorar el llamado hecho por otros jefes de Estado, que intentaron prevenirlos contra las consecuencias del polémico paso. El pronunciamiento del padre Najim pone al descubierto un panorama del que no se habla. Una situación que no se oculta, pero que por la gravedad del conflicto permanece arropada entre males mayores.

Pero, ¿existen males mayores? Hemos visto atacar el edificio en que se han encontrado por breves horas en Bagdad, funcionarios como el secretario general de la Organización de las Naciones Unidas o el Vicepresidente de los Estados Unidos de Norteamérica. Los dominicanos hemos visto morir, entre los muchos soldados estadounidenses, a uno que otro connacional. Un compatriota permanece en manos de los extremistas musulmanes que raptaron una patrulla del ejército estadounidense. Personas humildes del pueblo iraquí, que nada tienen que ver con las luchas desatadas, caen muertos en mercados y otros lugares públicos, como resultado de la explosión de bombas colocadas indiscriminadamente. Como vemos, hay males mayores.

Para los creyentes en la palabra de Jesús, sin embargo, el asesinato de los cuatro hombres consagrados a exaltar la gloria de Dios, por cuyas almas rezaba el padre Najim, no tiene parangón. De ahí que, en medio del desastre, nos preguntemos qué ganó el pueblo iraquí con esta invasión temeraria e improcedente. Nada ganó aquel sufrido pueblo, cuyos hijos son víctimas cotidianas de una crueldad con escasos precedentes. ¡Y miren que los seres humanos hemos sido terribles al desatar nuestros odios y enconos!

Los precedentes a los que pudiésemos echar mano están relacionados, precisamente, con las luchas religiosas que un lejano ayer muestran como expresión del salvajismo humano. Esto pues, ganamos, pues conseguimos el reavivamiento de ancestrales antagonismos que llevaron a la Europa medieval a desastrosas guerras por la conquista de Jerusalén. Pero estos intentos, como podemos recordar, en cierta medida respondían a las guerras religiosas desatadas, desde su surgimiento, por el islam.

De manera que con este horroroso retorno al ayer, como ha advertido el padre Najim, estamos logrando que los cristianos de Irak sean eliminados.

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