Las comparaciones pueden resultar odiosas y hasta hirientes al orgullo nacional cuando es el propio país el que queda mal parado. Pero ante significativos reveses para la nación sería irresponsable cerrar los ojos. Tampoco cabrían las actitudes conformistas ni procedería, en preferencia por los diagnósticos, acogerse exclusivamente a la parcialidad gubernamental que pinta panoramas acordes a su interés político y de imagen mientras suena la intención de golpear la institucionalidad con súbitas reformas constitucionales.

Causa pesar que República Dominicana falle en reducir los matrimonios y uniones prematuras de menores de edad dándose absurda permanencia a un incongruente formato legal propiciador. Vergonzosamente se equipara tal saldo negativo con lo que ocurre en zonas de África en las que se encontrarían incluso índices menores a los locales. El Estado dominicano queda también, junto a sus esquemas de gestión insuficiente, en marca de doloroso atraso con una tasa de mortalidad infantil local que se iguala a las registradas en el África Subsahariana, balance de descrédito. Un precio trágicamente alto que paga la nación por ineficiencias en un país de bullas y autoelogios mientras las cifras reales demuestran que en esta latitud de Latinoamérica el gasto público en salud se corresponde poco con las necesidades y no se acoge al esquema universalmente pautado.

Avanzar con el Cabildo

Las innovaciones digitales para mejorar el servicio de recogida de basura anunciadas por el alcalde del Distrito Nacional, David Collado, hablan bien de su administración y de su interés por colocar su gestión a la altura de unos tiempos que reclaman agilidad en la conexión operativa con los munícipes. En correspondencia con los esfuerzos por mantener limpia la ciudad sus moradores deben acogerse a la coordinación para la recogida de basura.

Cuando el civismo brilla por su ausencia, la higiene sale perdiendo aunque se haga mucho para protegerla; más lesionada aún si los establecimientos privados que generan gran cantidad de desechos sólidos y líquidos agreden el ambiente violando normas aplicables a industrias y negocios que deben colaborar con las autoridades para el cuidado de los espacios públicos.