Personaje mítico

Personaje mítico

PEDRO GIL ITURBIDES
Joaquín Balaguer se tornó leyenda todavía entre los vivos. Bien pudo estar inscrito en la pléyade de míticos personajes de Plutarco, si hubiese vivido en los días en que los hombres se volvían próceres. Pero Balaguer fue personaje de nuestro tiempo, forjado en la fragua del sacrificio, como nos contasen muchas veces sus hermanas.

Porque conforme las historias familiares de Alicia (Chichita) o Isabel (Chabó) cien años atrás, o noventa y cinco, o noventa, Elito era un muchacho como todos los demás.

Hace poco desbrozaba entre relatos de viejas costumbres dominicanas, y hallé una referencia de Chabó al locrio de molondrones. La receta era posible en la vivienda de los Balaguer Ricardo en Navarrete, gracias a las diligencias de Elito. Porque entonces, al promediar el segundo decenio del siglo XX, el molondrón era cultivo casi silvestre en muchos lugares del territorio. El muchacho que entonces despuntaba en el único varón de aquella familia, conocía todos los montes vecinos.

Él mismo llegó a contarnos a muchos de cuantos lo rodeamos, que imberbe mocetón, brida en mano, llegó a recorrer no pocas veces, los terrenos de las cordilleras. Tenía predilección por los montes que se levantaron en la jurisdicción de San José de las Matas. El hotel la Mansión es resultado de sus recuerdos. Pero como saben ingenieros a los que indicó ríos para que sirvieran de fuentes a muchos acueductos, no fueron éstos los únicos montes que el mozalbete recorrió a caballo.

Buscaba conocimientos. No sólo molondrones para los días en que la madre o las hermanas preparaban un plato u otro de los que requerían vegetales que no se vendían en mercados inexistentes, y en ventorrillos pueblerinos. Esos conocimientos pudo aprovecharlos, hombre público ya, como sabe quien fuera director del Instituto Nacional de Aguas Potables y Alcantarillados (INAPA), al finalizar el año 1986. Se ampliaba entonces el acueducto de Sosúa y, al entender del Presidente, se malgastaban recursos procurando aguas del subsuelo.

En una sesión del consejo de gobierno celebrada en noviembre de ese año, cuestionó los trabajos que se realizaban, y el monto invertido en la apertura de pozos de los que brotaba agua salobre. Hechas varias preguntas, se irguió, para pronunciar un brevísimo pero elocuente discurso, sobre las posibilidades que a ese acueducto ofrecía el río Catalina. Algunos de los funcionarios, que no lo conocían en el orden personal, me dijeron ese día que sufrieron un impacto emocional extraño escuchando las vívidas descripciones que hizo de la región cordillerana del norte.

El cambio del muchacho al hombre que habría de ser, comenzó en la pubertad. Nos contaba Chichita que un día le pidió a don Joaquín, el padre, que le construyera una casita en el patio. Chichita lo recordaba bien, pues a esta hermana, que junto a Carmen fue a las que más quiso, aunque desbordase afecto público hacia Ema, le confió sus secretos. Lo hizo, porque a ella le pidió ayuda. Chichita debía comprometerse a limpiar aquel lugar, en donde leía, estudiaba y escribía. Vedó el paso libre a la familia, y permitía la entrada en forma ocasional.

Allí, en la soledad de una casetita pedida al padre, forjó, en tanto pasaba de la pubertad a la adolescencia, al hombre de sacrificios que se volvió leyenda. Asceta sin duda alguna, halló en los grandes hombres de la Grecia y la Roma antiguas, los modelos humanos a los que emuló.

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