Personaje sobresaliente de la neurología

Personaje sobresaliente de la neurología

La pasada semana fuimos reconocidos como “Personaje Sobresaliente del 2008”, en un acto celebrado en el auditorio del Banco Central, junto a un grupo de distinguidas personalidades del campo de la medicina, el derecho, la política, el empresariado, etc.

Fuimos elegidos para recibir tan honroso galardón, un hermoso trofeo, por el programa “Senderos del Mundo”, en la persona de su productor el doctor Miguel Reyes Sánchez, junto a un grupo de personalidades entre los que se encontraban Elena Villena, Haydée Kuret, Víctor –Ito- Bisonó, José Joaquín Puello, Fernando Pérez Memén, Elsa Núñez y el senador Wilton Guerrero, entre otros. Esto lo agradecemos de corazón.

La mañana siguiente de recibir el trofeo que nos honrara y que dice: “Por sus aportes a la investigación y la difusión del conocimiento de la neurología en el país y por ser un médico con grandes contribuciones a la sociedad”, en mi caminata de esa fresca mañana, no les puedo negar a los amables lectores que reflexioné sobre los discretos aportes que hemos hecho a la sociedad, sobre todo por el empeño que hemos asumido en ser difusores de las neurociencias, en todos los aspectos en que nos hemos desarrollado con libros, programas de radio y televisión, tertulias, conferencias; esfuerzos que hemos hecho por años. Hacemos nuestras las palabras de Joan Manuel Serrat, al recibir el doctorado Honoris Causa de la Universidad Complutense de Madrid: “Reivindico el realismo de soñar en un futuro donde la vida sea mejor y las relaciones más justas, más ricas y positivas, y siempre en paz. Y sobre todo, como un derecho que todo lo condiciona, reivindico el conocimiento como el pilar fundamental que nos sustenta y que nos caracteriza positivamente como especie”.

Cada libro de autobiografía que leo, va acompañado de un largo prólogo de justificación o de explicación al lector sobre la real importancia de la vida del autor, tal vez por respeto a éste, o tal vez por un temor solapado a negarse a hablar de uno mismo, debo reconocer que las falsas humildades no están entre mis virtudes. Me sentí muy complacido esa noche, pero amén de la gran alegría, muy humana por cierto de ser reconocido junto a distinguidas personalidades, está la realidad de una vida dedicada a las neurociencias, que reafirmamos hoy. Con el agradecimiento a los Silié-Ruiz, por el sacrificio de su tiempo “familia”, quienes con gran comprensión y mucho más paciencia, junto a una honrosa herencia magisterial y ética de mis padres, ha permitido dedicarme no solo a las neurociencias, sino a otro de los campos que disfruto, el escribir, el comunicar lo poco que sé, sin egoísmo, nos compromete.

Nos hemos asumido responsablemente con los problemas de las consecuencias prácticas de la tecnología y de las enormes derivaciones de la finalidad intelectual y social, y de las grandes contradicciones tecnológicas de la ciencia misma, ese reto lo hemos apropiado, sin pretender ser nunca un gran “intelectual”, pero sin apartarnos jamás de la ciencia “fina”, de las revistas científicas, de los congresos, de las conferencias y de los complejos juicios médicos. Nos hemos propuesto, hacer trascendente el pensamiento de las neurociencias en nuestro medio, porque si una cosa defendemos sin rubor son los años que tenemos hurgando el cerebro, viendo sus cambios mediante la tecnología y hacer que ese conocimiento llegue al benévolo lector sin las complejidades de estadísticas frías o de “doctas” rimbombancias científicas, que a veces se asemejan a las sociedades primitivas, cuyo principal papel era detener el cambio.

Compartimos plenamente los juicios de León David (Hoy, 21-7-07) sobre la Grandeza: “Más importante que la inteligencia es la lucidez; más imprescindible que el conocimiento, la indoblegable intención de que el conocimiento no se utilice para destruir la única sementera en donde éste puede germinar.  Si la cultura es grandeza, lo es porque se halla indisolublemente ligada a la generosidad y a la filantropía”.

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