Personajes y calles de mi vieja ciudad 7

Personajes y calles de mi vieja ciudad 7

Uno de los atractivos de nuestra ciudad, en los años cincuenta, era el “Paseo Presidente Billini”, pero nadie le llamaba así, simplemente era el Malecón, lugar preferido por los jóvenes para pasear especialmente los domingos, algunos en sus carros recién adquiridos. Otro atractivo del paseo era la Terraza Cremita, donde tomábamos sabrosos helados y batidas.

Nos contaba el abuelo Mariano, quien acostumbraba visitar el hermoso paseo al atardecer, que el Malecón tenía su propia historia, y que algunos monumentos hablaban de ella, como la “Columna de los Mártires”, erigida sobre las rocas en el lugar de la tragedia donde perdieron la vida valientes ciudadanos, al querer rescatar a los náufragos de la balandra “La Aurora”, víctimas de la tormenta San Cosme, que azotó el litoral, el 27 de septiembre de 1908. Aseguraba el abuelo que había sido testigo de aquella tragedia, y terminaba su relato con manifiesta nostalgia diciendo los sentidos versos de Federico Henríquez y Carvajal, dedicados a aquellos valientes. “Al ver la nave zozobrar perdida/ un noble rasgo le costó la vida.

Otros monumentos, sin embargo, le causaban al igual que a mi padre, verdadera indignación, como el Obelisco, erigido para celebrar el cambio de nombre de nuestra Ciudad Primada, Santo Domingo, por el de Ciudad Trujillo, el fatídico día 11 de enero de 1937. Frente al obelisco, se erigió el local del unigénito “Partido Dominicano”, cuyo lema “Rectitud, Libertad, Trabajo y Moralidad, RLTM-, eran las iniciales de Rafael Leónidas Trujillo Molina.

La calle Vicini Burgos, separaba el “Partido” del “Parque Infantil Ramfis”, nombre del hijo mayor del dictador, no podía tener otro nombre, el culto a la personalidad era una constante insaciable del régimen. En la parte norte del parque había una construcción con varios salones, uno era ocupado por la “Escuela de Ballet Flor de Oro Trujillo” ¡Oh Dios!, -otra hija del jefe-, que dirigía Magda Corbett, y a la que asistíamos tres veces por semana. Otro amplio salón era ocupado por el “Club de Ajedrez de Ciudad Trujillo”, inaugurado en 1940, al que acudía mi padre todas las tardes a jugar con destacados ajedrecistas, entre ellos: Alberto Malagón, Gustavo Peña, Rogelio Lamarche, Mario Alvarez Dugan –Cuchito-, Francisco Del Monte, César Malagón, su compadre Gilberto Gómez Rodríguez, Amable Lugo y otros; comentaba mi padre que un joven muy talentoso y de singular cultura, se había incorporado al club. Se trataba de Alvaro Arvelo hijo –Alvarito- estableciéndose entre ellos una gran empatía. Nunca olvidaremos y siempre agradeceremos las sentidas palabras que escribiera Alvarito a la muerte de nuestro padre, años después.

En la calle 19 de Marzo, en la cuadra comprendida entre José Gabriel García y Arzobispo Portes, hay una casa histórica, allí nació Francisco del Rosario Sánchez, uno de los Padres de la Patria, una tarja apenas visible identifica tan venerable y pobre morada; en la misma cuadra estaba el Club de La Juventud. Entre Arzobispo Portes y Padre Billini, aun podemos admirar el palacete de dos plantas de la familia Vicini, en cuyo pórtico destacan dos hermosas columnas jónicas. En esa misma cuadra inició la Clínica Gómez Patiño.

En la esquina norte de la 19 de Marzo con Padre Billini, se encuentra la casa colonial más famosa de la calle, la llamada “Casa del Tapao”, construida hacia 1554. Cuenta la leyenda que era llamada así porque allí vivió un personaje español que solo salía de noche con la cara tapada, sin duda para cubrir algún defecto facial. En los años que nos ocupan, ocupaba esta casa el Colmado de Martín, y en los altos había una pensión de estudiantes, hoy la casa ha sido restaurada y aloja la Quinta Billini.

Entre la Padre Billini y Arzobispo Nouel, vivía la familia Jovine- Bermúdez, don Rafael fue un excelente narrador de estampas del Sur y doña Mercedes, era hija del poeta Federico Bermúdez y madre del también poeta Federico Jovine Bermúdez. Su hija Rossina significó para mí todo lo hermoso que pueda expresar la palabra amistad.

En la misma cuadra residía la familia Casanova-Desangles, don Ernesto Casanova era propietario de una imprenta ubicada en la calle Arzobispo Meriño, luego sus hijos la trasladaron a Las Mercedes #122, y llamaron “Casanova Hermanos”. El hijo de José Agustín Casanova Desangles, nuestro querido amigo, José Casanova Castillo, ingresó a la Universidad Autónoma de Santo Domingo, y fue de los fundadores del Movimiento Cultural Universitario, luego partió hacia la entonces Unión Soviética, siendo el primer dominicano graduado de Químico, en la Universidad Lomonósov de Moscú; como catedrático ha impartido sus conocimientos en diferentes universidades.

A la 19 de Marzo esquina Arzobispo Nouel, se trasladó la Escuela Elemental de Música, dirigida entonces por la gran pianista Elila Mena; allí inicié mis estudios de música, la clase de solfeo la impartía el excelente profesor Augusto Rincón Peguero, y mis profesores de violín fueron, Jacinto Gimbernard y Ernesto Leroux. Muy cerca de El Conde, estaba el Hotel Victoria, ocupado principalmente por personas procedentes del interior del país.

Siguiendo la 19 de Marzo entre Salomé Ureña y Luperón, en el antiguo local del Colegio Quisqueya, se instaló la Compañía Dominicana de Electricidad, años después en 1963, fue ocupado por el reabierto periódico “Listín Diario”, luego del ostracismo al que estuvo sometido por más de dos décadas. En la esquina con Las Mercedes desde el año 1922 en que fue edificada, está localizada la Primera Iglesia Evangélica Dominicana, llamativo edificio por su torre-reloj con techo de tejas. Otra edificación de dos niveles era admirada, por sus balcones y equilibrada armonía, localizada entre la Luperón y Las Mercedes, frente a la plazoleta María Trinidad Sánchez, era la llamada “Casa Peynado”. Allí vivió Francisco J. Peynado, abogado de prestigio, pasa a la historia por haber firmado el llamado plan Hughes-Peynado, el cual dio término a la ocupación norteamericana -1916-1924-.

Corría el mes de abril del año 1956, declarado “Año del Benefactor de la Patria”. Mi padre se había negado a visitar la Feria de la “Paz de Trujillo”, pero no pudo resistirse al encanto de escuchar una zarzuela que en un teatrillo levantado allí, presentaba la Compañía española de zarzuela y opereta “Faustino García”, entonces, fuimos a ver la opereta “Marina” y la zarzuela “La Verbena de la paloma”.

La estrella de la compañía era la soprano Pepita Embil y el barítono Plácido Domingo Ferrer, padres del que sería uno de los más grandes tenores, Plácido Domingo.

El acontecimiento más importante del año 1956, en el plano cultural, fue la inauguración el 15 de mayo, del “Palacio de Bellas Artes”, ubicado en la “distante” avenida Máximo Gómez. El colegio organizó una excursión para llevarnos a conocer el hermoso edificio estilo neoclásico; todos estábamos fascinados, nos impresionaron las enormes esculturas de piedra en las entradas, obras del escultor Antonio Prats Ventós y los murales del Vela Zanetti. Pero lo que más nos emocionó fue el auditorio, nos parecía inmenso, con su aforo de más de 600 butacas y su escenario coronado por un friso estilo griego, alegórico a las artes. A los pocos días de su inauguración asistimos allí por primera vez, a un concierto en el que participaron cuatro pianistas: Elila Mena, Haydee Tallaj, Rita Simó y Florencia Pierret, acompañadas por la orquesta de cuerdas de la Sinfónica Nacional, bajo la dirección del maestro Manuel Simó.

Al anunciarse que se transmitiría por primera vez en la televisión nacional una ópera, motivó a mi padre a comprar un televisor. El primero de agosto del 1956, dentro de la programación de la Semana Aniversario de la Voz Dominicana se presentó “Cavalleria Rusticana”, de Pietro Mascagni, con un elenco nativo, en el que destacaron: Violeta Stephen –soprano- Napoleón Dihmes –tenor- y Tony Curiel –barítono-. El coro y la orquesta de la Voz Dominicana estuvieron dirigidos por Vito Castorina y José Dolores Cerón; la producción a cargo de Pedro René Contín Aybar y la Dirección técnica de Freddy Miller. La ópera fue un éxito, las crónicas de la época así lo afirman…

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