Señor director:
Una persona no es un objeto en sí misma, sino, una función de las actividades que realiza en interacción con otras personas, es decir, un elemento interactivo de la cultura. Harry Stack Sullivan dice: «La personalidad es la entidad hipotética que se postula para explicar los actos de las personas entre sí y con respecto a los objetos más o menos personificados».
La personalidad, en realidad es una abstracción, es la segmentación de un proceso en un momento determinado el cual implica el comportamiento de una persona en relación con otras.
La personalidad es siempre una función de las condiciones de las relaciones con otras personas. La persona es la configuración y el esquema con arreglo al cual se habrá de configurar la relación.
Desde el primer período de su vida, durante el cual al niño le importa ante todo que se le cuide, aprende a amar a quienes le aman. Nada de esto significa que al niño le importa ante todo la satisfacción de sus necesidades, su egoísmo; el niño no toma conciencia de sus necesidades si no recibe afectos; lo que necesita es que se le mantenga en el estado de seguridad, de estabilidad o equilibrio en que las necesidades ejercen una presión mínima.
El egoísmo o según la errónea interpretación de Freud en cuanto al narcicismo como una desviación patológica por la falta de amor negado por los demás: «Cuando los demás no le aman, el organismo tiende a amarse a sí mismo».
El niño, inevitablemente y los diversos grados según se expresen las necesidades, va tomando conciencia de las mismas, es de esta forma y de manera paulatina como aprende a amar a los que les procuran los medios de satisfacerlas. Si no existiese el estado de dependencia infantil, el amor humano no sería lo que es.
El amor es un proceso con el que el niño nace y el cual avanza a través del aprendizaje; es un proceso que se desarrolla en dependencia y, este modelo de amor dependiente se mantiene a lo largo de la vida de la persona.
Sólo amamos las cosas de las que dependemos, pero aún así, no amamos todas las cosas de las que dependemos. Odiamos o nos angustian las que están señaladas y asociadas a la frustración y amamos las asociadas al placer ya sea presente, pasado o anticipado.
Cuando los hombres empiezan a pensar erróneamente que pueden ser independientes unos de otros, se convierten en «aislacionistas sociales», es cuando comienzan a detestarse mutuamente, a obrar en contra de su propio ser y a causar estragos psicológicos y sociales.
Cuando los hombres comprendan la profunda dependencia existente entre ellos, cuando caigan en cuenta de que son seres interdependientes que esperan cooperación en una gran empresa que es su propia naturaleza. Esta es la razón fundamental del sentido de afectibilidad, colaboración, en sentido de llegar a comprender que una negación, es estar en conflicto consigo mismo e introducir la disgregación en el seno de la sociedad. El producto de una integración a favor de esta vertiente, nos otorgaría por vía social, una humanidad mucho más feliz y sana de lo que está resultando ser hoy.
La vida es la relación social y el hombre nace para ser social, es decir, ser cooperador, una parte cooperante de una comunidad.
Adler nos dice: «El individuo sólo puede lograr su adecuado desarrollo viviendo y esforzándose como una parte del todo: el hombre sólo ve, oye y habla rectamente cuando está ligado a otros por su interés en el mundo exterior.»
Todos los problemas de la vida humana exigen capacidad de cooperación y preparación para ella, signo visible del sentimiento social.
Atentamente,
Atahualpa Soñé M.