Perspectivas belicosas pudieran ser prematuras

Perspectivas belicosas pudieran ser prematuras

POR DAVID E. SANGER
SANTIAGO, Chile.- Hace cuatro años, el mundo pensaba que sabía que tipo de política exterior seguiría George W. Bush. Había llegado a la Oficina Oval hablando de un Estados Unidos más «humilde» que no diría a los países cómo conducirse dentro de sus fronteras. Su asesora de seguridad nacional, Condoleezza Rice, era considerada como realista en vez de ideóloga: formuló un argumento apremiante de que Estados Unidos no podía permitirse dedicar a sus fuerzas armadas a los esfuerzos de construcción de naciones porque eso «degradaría la capacidad estadounidense para hacer las cosas que Estados Unidos tiene que hacer».

«No necesitamos tener a la 82a. División Aerotransportada escoltando pequeños al jardín de niños», declaró entonces, cuando pocos pensaban que sería la futura secretaria de Estado.

Mucho ha sucedido desde entonces, no menos un ataque terrorista en territorio estadounidense que cambió profundamente la visión mundial del presidente, y con ello la de Rice. Pero así como resultaba insensato trazar una línea recta entonces entre lo que el presidente electo estaba diciendo y cómo actuaría, podría ser igualmente arriesgado apresurarse a tener la certeza -como hicieron muchos en Washington la semana pasada- de que un segundo gobierno de Bush, libre de la cautela de Colin Powell, conducirá a Estados Unidos a una serie interminable de confrontaciones con el mundo, empezando con enfoques belicosos para controlar las ambiciones nucleares de Irán y Corea del Norte.

Pudiera resultar así, sin duda. Pero ha pasado bastante tiempo desde que las palabras «eje del mal» salieron de boca del presidente. Y durante la campaña electoral, fue evidente por las palabras y acciones del presidente que los límites al poder estadounidense habían empezado a calar en esta Casa Blanca.

En vez de ello, los asesores presidenciales han estado hablando de reparar los lazos y actuar dentro de aliancas cuando puedan, un proceso para el cual hubo una primera prueba este fin de semana, cuando el presidente reelecto llegó a las faldas de los Andes para la cumbre anual de los líderes de la Cuenca del Pacífico. Aquí establecerá la agenda para los próximos cuatro años con sus similares de Hu Jintao de China, Vladimir Putin de Rusia, Junichiro Koizumi de Japón y Roh Moo-hyun de Corea del Sur.

Ha desaparecido de los pronunciamientos del presidente previos a las cumbres el lenguaje de «con nosotros o contra nosotros» que marcó reuniones previas. Y cuando el tema se refería a Irán y Corea del Norte -países con armas de destrucción masiva que sólo habría soñado Saddam Hussein- no había mención del tipo de fechas límite que estableció hace dos años para desarmar a Irak.

Algunos en el gobierno estadounidense sospechan que ésta es una pose, y señalan que Powell ya estaba hablando la semana pasada de un esfuerzo inquietante (pero apenas comprendido) por parte de Irán para desarrollar pequeñas ojivas nucleares para su flota de misiles. Si Estados Unidos puede convencer al mundo de que Irán y Corea del Norte representan un amenaza inminente -una tarea mucho más difícil después de Irak- los belicosos, encabezados por el vicepresidente Dick Cheney, podrían salirse con la suya.

Pero esa sigue siendo una opinión minoritaria en el gobierno. La opinión prevaleciente se emfoca no en los peligros, sino en las opciones limitadas para hacer algo sobre ellos. En otras palabras, Irak ha dificultado más ser belicoso en esta Casa Blanca, no porque hayan cambiado los deseos de actuar, sino porque ha comprometido a las tropas de combate estadounidenses y amplificado la necesidad de hacer malabares con recursos militares escasos.

Con aproximadamente 130,000 tropas acantonadas en Irak por un tiempo -y cientos de miles más proporcionándoles suministros, adiestrándose para reemplazarlos o sólo terminando su servicio activo ahí- Bush y Rice carecen del tipo de flexibilidad para manejar crisis alrededor del mundo que tenían hace cuatro años. Lo que es más, el presidente ahora se ha comprometido con algunos de los esfuerzos de construcción de nación más grandes desde el Plan Marshall, desde Irak hasta Afganistán y quizá, si su visión se cumple, otras partes en Oriente Medio.

El resultado es que «podríamos haber agotado la belicosidad por un tiempo», dijo Daniel Benjamin, quien trabajó en el Consejo de Seguridad Nacional bajo el mandato del Presidente Bill Clinton y estuvo profundamente involucrado en los primeros, infructuosos, esfuerzos para frenar a Al Qaeda en los años 90. Habrá «muchas oportunidades para sonar belicoso», sobre Corea del Norte e Irán, dijo Benjamin, pero Bush tiene opciones limitadas en ambos lugares. Aunque sigue estando fundamentalmente en contra de Roh, quien quiere un enfoque más conciliador que permitiría a más países involucrarse en la negociaci-on con Corea del Norte, planificadores del Pentágono reconocen que Estados Unidos tiene buenas razones para evitar cualquier estallido con Corea del Norte. Eso casi seguramente requeriría reforzar la presencia estadounidense en Asia, aun cuando está siendo reducida para impulsar el esfuerzo para pacificar Irak.

Ivo H. Daalder, experto del Instituto Brookings y co-autor de uno de los primeros libros que examinó la revolución en política exterior que Bush ha emprendido, señala que Irán «puede hacer nuestra vida terriblemente miserable en Irak» avivando más la insurgencia ahí. Daalder no cree que Bush repentinamente empiece a adoptar a Naciones Unidas o la Agencia Internacional de Energía Atómica como socios al tratar con Corea del Norte e Irán; la Casa Blanca de Bush ve a ambos con desdén.

«En vez de ello, podríamos simplemente hacer menos en un segundo mandato, y aprender a vivir con nuestros límites», dijo Daalder, aun cuando eso signifique tolerar en silencio una capacidad nuclear que Bush ha dicho sería inaceptable en Corea del Norte o Irán. Algunos funcionarios gubernamentales refutan esa opinión, diciendo que Cheney no aceptaría ese resultado. Esperan que él presione en favor de algo que no llegue a ser una invasión militar: dura presión económica, incluso intentos encubiertos de producir un cambio de gobierno.

De hecho, el interrogante más importante sobre el segundo mandato bien podría ser qué dinámica de poder surgirá entre Cheney, Rice y el secretario de Defesan Donald H. Rumsfeld.

La oficina de Cheney ya estaba actuando la semana pasada para poner a sus discípulos en puestos subalternos clave. Rumsfeld, dijeron conocedores de la Casa Blanca, estaba maniobrando para aferrarse a su puesto como secretario de Defensa todo el tiempo que sea posible. Y las opiniones de Rice como asesora de seguridad nacional han sido un poco inescrutables. En ese puesto oscilará de su papel inicial como tutora de Bush sobre cómo funciona el mundo a uno nuevo, como la mujer que trató de interpretar los instintos de Bush posteriores al 11 de septiembre y darles forma como una nueva estrategia nacional.

Algunas personas cercanas a Rice piensan que está siendo enviada al Departamento de Estado para asegurar que los cuerpos diplomáticos adopten un enfoque estadounidense más vigoroso, en vez de disculparse por ello. «La realidad es que ella se puso de lado más frecuentemente de Cheney y Rummy que de Powell», dijo un asociado que atestiguó muchos de los debates internos del gobierno. Rice, dijo el amigo, ha sido escuchada expresando «quejas de que el Departamento de Estado no está con el programa».

Pero ella también ha estado hablando sobre la misión de reparar las relaciones rotas, y de ahondar en las oportunidades en Oriente Medio que se crearon por la muerte de Yasser Arafat. El primer objetivo requeriría adoptar un tono más flexible con los europeos y los sudcoreanos; el segundo podría involucrar ejercer presión sobre Ariel Sharon, el primer ministro israelí, en una forma en que este gobierno nunca ha hecho. Ambos requerirían manejar a Cheney y Rumsfeld, una tarea en que sus críticos creen ella ha fallado, pese a su cercanía con el presidente.

La primera prueba podría ser su selección de un subalterno. El ala de Cheney está presionando para que sea alguien como John R. Bolton, acólito del vicepresidente que dirige la oficina de proliferación del Departamento de Estado. Una selección muy diferente sería alguien como Arnold Kanter, ex funcionario del Departamento de Estado que ahora trabaja con Brent Scowcroft, quien fue asesor de seguridad nacional del primer Presidente Bush. Scowcroft fue el mentor de Rice hasta que los dos difirieron sobre la invasión de Irak. Elegir a Kanter para dirigir las operaciones cotidianas del Departamento de Estado señalaría un giro hacia algo más similar al enfoque de Bush padre del mundo.

Otra prueba podría ser el manejo de Rice de Rusia, el país que ha pasado una vida estudiando. Cuando llegó a la Casa Blanca, consideraba a Putin como un retroceso a la era de los intransigentes soviéticos. Su descripción pública de Putin se volvió mucho más benévola, después de que Bush declaró que habia visto a través de los ojos de los rusos y visto su alma, y después de que Rusia cooperó al permitir que las fuerzas armadas estadounidenses operaran contra el Talibán desde ex territorio soviético. Ahora parece estar retrocediendo hacia su opinión original, especialmente después de leer (en el original en ruso) el discurso intransigente de Putin tras el ataque terrorista a una escuela rusa, un acontecimiento que él está usando para tratar de consolidar más poder en el Kremlin.

«En donde uno realmente ve el cambio del realismo a la ideología es en la forma en que habla sobre convertir a Oriente Medio en democracias», dijo un viejo asociado. «La Condi que llegó a Washington habría levantado la ceja y dicho »Buena suerte». Ahora suena mucho más idealista, incluso ideológica, de lo que la habíamos oído antes».

En realidad, Rice ha sido conocida por defender la propia inclinación de su jefe hacia las misiones estadounidenses idealistas y asertivas; dijo a colegas franceses no hace mucho que sin una buena dosis de idealismo estadounidense, Estados Unidos no habría trabajado tan duro para liberar a Normandía. El interrogante ahora es qué sucederá cuando ese tipo de idealismo se enfrente a las realidades de manejar el mundo, en un momento en que el más reciente experimento estadounidense con el uso de la fuerza para transformar a una nación -Irak- está aún lejos del resultado que el gobierno de Bush previó hace dos años.

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