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La entrada en vigencia del Acuerdo de Libre Comercio suscripto en el año 2006 entre los Estados Unidos, la República Dominicana y los países de Centroamérica (RD-CAFTA) debió desencadenar un proceso de transformación de las empresas industriales y comerciales de las naciones firmantes del Tratado.
A partir de entonces, los productos industriales de esas naciones debieron cumplir con normas y estándares internacionales en materia de sanidad, seguridad, control de la calidad y de uso de tecnología, a fin de poder garantizar su posicionamiento frente a la competencia de productos similares en los mercados locales.
En lo que a la República Dominicana respecta, la entrada en vigencia del Tratado al cual nos referimos debieron implicar mayores oportunidades de que los productos industriales que aquí se fabriquen ocuparan puestos significativos en la cadena productiva de toda Centroamérica y el Caribe, es decir, debieron multiplicarse las posibilidades de colocar nuestros productos en mercados muchos más amplios y con mayores beneficios aunque esto implicara el riesgo de que nuestras industrias no fueran capaces de innovarse para generar productos de alto valor agregado.
Esperábamos que la apertura de nuestros mercados, consecuencia inmediata de la puesta en vigencia del RD-CAFTA, traería consigo el riesgo de un empeoramiento en la distribución de los ingresos, en la medida en que se deterioraran los salarios de la mano de obra menos cualificada. Dicha ocurrencia debía ser mayor en un país como el nuestro con un elevado índice de analfabetismo y un bajo promedio de escolaridad.
En un mundo globalizado, de mercados abiertos a las competencias internacionales, aumenta la desigualdad, debido a que la demanda de trabajo se orienta hacia la mano de obra calificada, escasa en países en vía de desarrollo.
La disponibilidad de obreros calificados, de profesionales y de científicos es la única vía a la que podríamos acceder para responder a la demandad del mercado global, y para evitar que la apertura de los mercados genere en nosotros tendencias distributivas de carácter regresivo.
Los países implicados en el proceso al cual nos estamos refiriendo no responden de igual forma a los desafíos de la globalización. Entendidos en la materia comentan muy favorablemente como países como China, Japón, la India los enfrentaron.
En esas tres naciones del sudeste asiático las trasformaciones de sus industrias fueron llevadas a cabo por ingenieros nacionales operando en filiales locales de empresas transnacionales, lo que les permitió a esas tres naciones exportar bienes de mayor calidad y, tecnológicamente, mucho mejor acabados.
Es preciso resaltar la existencia en China y en la India de universidades y de institutos tecnológicos de renombre mundial.
También el envió de cientos de jóvenes de esas dos naciones asiáticas a cursar estudios en las mejores escuelas de los Estados Unidos.
Debido a esas acciones, tanto China como India hoy disponen de una masa crítica de ingenieros y científicos formados en Estados Unidos, una diáspora comprometida con el desarrollo económico de esos dos países; también, esas dos naciones disponen de grandes mercados internos que en gran medida explican la afluencia de inversionistas extranjeros a esos dos grandes países.
En ocasiones, los gobiernos dominicanos han puesto la debida atención a lo que sucede en Estados Unidos, China y en la India, en lo que respecta a la manera como esos grandes países encararon los desafíos de la globalización.