Perturbador

Perturbador

La República Dominicana vive momentos de perturbación, de justificada inquietud. Las dificultades económicas se agravan progresivamente y cada vez se hace más difícil cubrir necesidades vitales del país.

La Refinería Dominicana de Petróleo ha debido reducir sus despachos de combustibles para poder ajustarse a sus mermados ingresos en dólares, y esto se ha traducido en escasez de carburantes, sobre todo en el interior del país.

Hay un enorme déficit en el suministro de energía eléctrica porque la falta de dólares para adquirir combustibles ha obligado a apagar muchas unidades de generación. Los generadores argumentan que los distribuidores están atrasados en sus pagos por concepto de energía suministrada y estos últimos, a su vez, afirman que sus cobros a los usuarios se reducen cada día más.

El hecho es que el déficit en el suministro de energía eléctrica presiona sobre un mercado de divisas cada vez más veleidoso, pues la demanda de combustibles para poner en operación miles de unidades de emergencia, que por cierto generan una energía bastante cara, inestable y contaminante. Operar una planta de 5 megavatios resulta más económico, práctico y eficiente que mantener funcionando 100 unidades de 50 kilovatios cada una, aunque en términos absolutos se obtenga el mismo potencial. Cuando las grandes plantas se apagan por falta de combustibles, entran las pequeñas unidades de emergencia a consumir más dólares en carburantes, mantenimiento y piezas que las grandes generadoras, pero esos constituyen la única alternativa para mantener funcionando el aparato productivo de la nación.

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El aspecto nodal de la situación parece estar relacionado con el mercado de divisas. Siempre se ha dicho que al país ingresan dólares suficientes para cubrir las necesidades nacionales, las necesidades ordinarias, por supuesto. Esos dólares provienen fundamentalmente del negocio turístico, las exportaciones y las remesas de los dominicanos residentes en el exterior. Es posible que, como afirma el Gobierno, haya especulación en el mercado de divisas, pero hay que tomar en cuenta que el principal motorizador de demanda de dólares es la devaluación constante de la moneda. Muchos capitales que estaban depositados en pesos en los bancos han sido convertidos a dólares, como reacción natural ante las sucesivas devaluaciones.

Otro factor de presión es que en un mercado cambiario con cotización en permanente alza, los grandes consumidores de dólares tratan de adquirir las mayores cantidades posibles para librarse de futuras penalizaciones a la hora de reponer inventarios.

La otra faceta de la situación es el encarecimiento sucesivo de todos los bienes y servicios habidos y por haber, frente a un debilitamiento también constante del poder de compra del salario, lo que deprime la demanda y desmejora la calidad de vida de la población.

Pero, en las enfermedades como en las crisis, lo más preocupante es que no haya remedios o soluciones a la vista. Hasta el momento el Gobierno tiene cifradas sus esperanzas en un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, pero habría que ver si las disciplinas que impone este organismo logran revertir, siquiera en parte, los motivos de perturbación, de justificada inquietud.

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