Pesadillas, el infierno de noche

Pesadillas, el infierno de noche

Caídas al vacío, persecuciones, ataques, peligros, pérdidas de seres queridos, criaturas monstruosas. Los sueños y las pesadillas perturbadoras son unas de las manifestaciones más frecuentes del Trastorno por Estrés Postraumático (TEPT), una serie de alteraciones psicológicas, emocionales y físicas que sufren las personas que han estado expuestas a un hecho traumático.

Se calcula que entre el 70 y el 75 por ciento de los pacientes con TEPT experimentan perturbaciones del contenido de su pensamiento mediante sueños ansiosos y entre el 40 y 45 por ciento las evidencian través de las pesadillas.

Aunque no todos los acontecimientos estresantes provocan las mismas reacciones. El TEPT tiende a ser más grave y duradero cuando los hechos traumáticos los causa deliberadamente el ser humano, por medio de guerras, matanzas, torturas, secuestros o violaciones. En cambio, los hechos fortuitos, accidentes o desastres naturales, desencadenan el trastorno ocasionalmente.

Entre los acontecimientos traumáticos también se incluye la observación de accidentes graves o muertes violentas de otras personas e incluso las experiencias traumáticas vividas por otros y que al ser transmitidas al individuo producen un TEPT.

LOS GRANDES TERRORES DE LOS PEQUEÑOS

Entre los grupos más vulnerables a las secuelas del TPET figuran los niños, los cuales de por sí son especialmente proclives a los sueños muy vividos, de contenido desagradable y terrorífico, que les provocan miedo y ansiedad. Los pequeños recuerdan sus sueños aterradores, pueden relatarlos como si los hubieran vivido y en algunos casos incluso creen que lo que han soñado es real.

Para el psicólogo y orientador escolar José Luis García Castro, “las pesadillas pueden ser aterradoras para el niño y también para los padres, y son resultado de sentimientos de inseguridad, ansiedades, miedos o preocupaciones”.

Aparecen con más frecuencia en niños de edades comprendidas entre los 3 y 5 años, y se calcula que las sufren entre el 10 y 50 por ciento de los pequeños.

Entre los factores que contribuyen a los sueños infantiles aterradores figuran las amenazas de los padres del estilo “te llevo con la bruja” o “el lobo”, lo cual hace que el niño se acueste pensando en esas figuras y lo refleje en sus sueños.

Los programas de televisión y lecturas o cuentos de contenido violento, sobre todo antes de ir a la cama, así como las situaciones estresantes vividas a lo largo del día, también favorecen la aparición de pesadillas.

“Aunque el niño puede no ser capaz de indicar exactamente qué le está afectando, pueden sacarse algunas claves a partir de su comportamiento y conversando con él. Cualquiera que sea la causa, los niños inseguros, preocupados o con ansiedad tienen más probabilidades de tener pesadillas”, explica García Castro.

UNA SENSACIÓN INTENSA

Las pesadillas son una de las sensaciones más intensas y angustiosas del ser humano. Su origen se desconoce, aunque se sabe que el estrés, la introspección y la meditación, así como las relaciones insatisfactorias, las frustraciones sexuales, y el abuso del alcohol y las drogas pueden favorecer su aparición.  

Los sucesos traumáticos, así como el exceso de bebida o comida o los accesos de fiebre, son otros de los factores que inciden en la aparición de los “malos sueños”.  

Distintas teorías indican que soñamos para reparar nuestra mente, para archivar las experiencias e ideas del día, para expresar nuestros deseos frustrados, como una válvula de seguridad, o para olvidar lo que puede abrumarnos o es superfluo.

CRISIS DE ANGUSTIA NOCTURNA

Según los expertos, las pesadillas son una forma de “crisis de angustia nocturna” originada por un conflicto psíquico intenso.

 Una investigación de los psicólogos James Wood, y Richard Bootzin, de la Universidad de Arizona, en Estados Unidos, indica que las pesadillas son bastante frecuentes, al menos entre los adultos jóvenes y aumentan durante los períodos de estrés.  

Los investigadores pidieron a doscientos estudiantes que registraran sus sueños durante dos semanas. Según los registros, los encuestados tuvieron veinticuatro pesadillas al año, lo que representa más del doble de las que ellos “creían” que tenían, según el cálculo que se les pidió antes de efectuar el estudio.

La gente con ansiedad crónica no parece tener más pesadillas que las personas menos preocupadas, pero están más predispuestos a recordarlas, según esta investigación.

Años más tarde Wood y Bootzin descubrieron que durante los períodos de mucha tensión la posibilidad de sufrir pesadillas se duplica, lo que coincide con su estudio sobre los estudiantes del área de la ciudad de San Francisco, quienes en las semanas siguientes al terremoto de 1989, tuvieron el doble de malos sueños que los que vivían en la ciudad de Tucson. 

Los investigadores ignoran si las personas expuestas a situaciones traumáticas son más susceptibles de tener pesadillas a largo plazo y afirman que todavía quedan muchas preguntas sin respuestas sobre este enigmático fenómeno mental.

¿CON QUÉ SUEÑAN LAS EMBARAZADAS?

Estudios indican que las mujeres embarazadas tienen sueños y pesadillas notoriamente distintos de los que tienen las que no lo están y en sus motivaciones hay un profundo sentido simbólico, según Rigmor Robert, especialista en el estudio de los sueños del Instituto Carolino de Estocolmo, en Suecia.

Los sueños con agua y las pesadillas con serpientes o en los que la mujer sueña que da a luz mellizos pero sólo uno de ellos sobrevive, son muy frecuentes en las gestantes y han sido interpretados por Robert, como señales de vida y movimiento.

 Los primeros malos sueños del ser humano, aunque no se consideran pesadillas, son los “terrores nocturnos”, que se caracterizan por una gran agitación, gritos, sudores, movimientos corporales y a veces sonambulismo, y suelen producirse en la primera mitad de la noche, de una a tres horas después de que se ha acostado al niño.

El pequeño se incorpora bruscamente en la cama y comienza a gritar aterrorizado, con los ojos muy abiertos, pero sin reconocer a nadie ni poder comunicarse, para después volver a dormirse y despertarse a la mañana siguiente sin recordar nada.  

A diferencia de los “terrores nocturnos”, las pesadillas, aparecen casi siempre al final de la noche, apenas producen manifestaciones físicas y el niño que las padece puede recordar su mal sueño al día siguiente, reconoce y busca a sus padres para que lo consuelen y teme dormirse para no repetir la experiencia.  

Un estudio de la Sociedad Española de Biosociología, efectuado entre niños de entre 7 y 15 años, indica que la mayoría de sus pesadillas las causan las agresiones del entorno familiar, escolar o social y que en ellas el agresor más frecuente toma forma de monstruos, soldados, terroristas y animales.  

UN TERMÓMETRO

Habitualmente, las pesadillas son consideradas un “termómetro” que los psiquiatras usan para conocer lo que a una persona le “pasa por dentro” durante el día, y pueden estar relacionadas con trastornos psíquicos o estados depresivos, según el psiquiatra Salvador Cervera, de la Clínica Universitaria de Navarra, España.  

“Ante la aparición reiterada de pesadillas con distintos temas, debe investigarse si el individuo presenta un daño cerebral similar al que precede al “delirium tremens” de los alcohólicos, ha señalado el desaparecido psicólogo español Vallejo-Nágera. 

 “En cambio, las pesadillas sobre un mismo tema indican que existe un conflicto psíquico no resuelto. La mayoría se alivian con productos hipnóticos o tranquilizantes, pero a otras personas estos medicamentos les aumentan la propensión a sufrir pesadillas”, indicó este especialista. EFE-REPORTAJES

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