Pescadores y herreros

Pescadores y herreros

–¡Ahora mismo voy a llamar al padre Servando! Edelmira tomó el teléfono y marcó el número; el aparato sonó durante largo rato y nadie lo levantó. Volvió a marcar el número. –Dígame; ¿en qué puedo ayudar? –Padre, me complace oírle; excúseme que le llame tan temprano. He estado leyendo algunos papeles de Arnulfo. Menciona conversaciones que tuvo con usted; parece que llegó a apreciarle mucho. Quería fijar en el recuerdo sus palabras exactas. En algún momento le mostraré esos escritos. Ahora lo llamo para decirle que he decidido no vender la casa. No soy vieja; pero tampoco soy joven. No quiero aventurar; conseguir otra casa en otro lugar no es fácil.

–¿Usted ha hablado con el agente inmobiliario que quería comprar la casa? –No; pero tengo su tarjeta; yo le había adelantado que consultaría con mi abogado y hablaría con usted antes de autorizar la venta. –Parece ser un hombre razonable que no está obsesionado por la codicia. Hemos hecho amistad a través de Pirulo. Hablé con él en la herrería y en la iglesia. Aunque usted no lo crea, ese señor ha estado ayudando a quitarnos de arriba la presión de los delincuentes sobre este barrio. Ha convencido a Lolona de que se mude a otra urbanización. También ha logrado que sus superiores busquen nueva casa.

–Después que la policía termine con los interrogatorios a Pirulo, tal vez tengamos un poco de paz y menos temores. Edelmira tenía el pelo amarrado en forma de cola de caballo; todavía estaba en bata y con sandalias. Su cara, sin maquillaje alguno, reflejaba la placidez de quien ha dormido bien. –¿No han vuelto a volcarle el zafacón, ni a tirarle basura en el patio? –Ya ni siquiera tocan el timbre para molestar.

–Doña Edelmira, me ha gustado oír todo lo que me ha dicho. Celebro conservarla en mi parroquia. Aprovecho la ocasión para reiterarle que yo también apreciaba mucho a su marido. Con poquísima gente me arriesgué a tocar los temas que trataba con Arnulfo. Charlábamos sin tapujos, con absoluta libertad. Esa confianza es difícil en estos tiempos. ¡Era una extraña mezcla entre cura y contador! Pero si Jesús anduvo con pescadores, puedo relacionarme hasta con herreros.

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