Pescados de mar, peces de río

Pescados de mar, peces de río

Madrid. EFE. Alguna vez hemos comentado que el español es el único de los principales idiomas occidentales que distingue “pez” de “pescado”; así, pescamos peces, pero comemos pescado, porque, entre otras cosas, es obvio que si no lo pescamos no lo podemos comer.

Pero todavía llegamos más allá. Normalmente, al menos en España, hablamos de “pescados de mar”, pero de “peces de río”. Curioso matiz. Hay que decir que durante muchísimo tiempo los peces de río fueron muy apreciados, pero hoy por hoy su prestigio ha decaído muchísimo.

Las razones, claro, son varias. Hasta prácticamente el siglo XX era algo complicado conseguir pescados de mar razonablemente frescos en lugares alejados del litoral, por lo que los días que la Iglesia católica ordenaba abstenerse de carne, lo que equivalía a comer pescado, un vallisoletano o un segoviano podían comer pescado cecial (seco), o peces de río que, además, entonces lo eran de verdad.

Hoy, el pescado de mar llega en perfecto estado y en pocas horas a ciudades como Madrid, que quizá sea la localidad española más alejada de cualquier costa. Y, por otra parte, los peces de río más consumidos se crían hoy en granjas, en piscifactorías, comiendo pienso…

Por supuesto que hay pescados “de río” magníficos; pero se trata de unos peces que se pescan en los ríos, aunque pasan la mayor parte de su vida adulta en el mar y sólo vuelven al agua dulce para reproducirse y morir, caso del salmón o la lamprea. A estos nadie les llama “peces”, pero ya vemos que tampoco es que sean exactamente “de río”.

De río, o de charca, son cosas como las carpas, las tencas y demás parientes, que acaban teniendo un saborcillo a cieno que, para sus devotos, es una de sus virtudes, pero que para mucha gente es un demérito. Así que, al final, el pescado de agua dulce por antonomasia acaba siendo… la trucha. 

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