Falta mejor coordinación entre el ministerio y el Gabinete de Salud.

Desorganizado, el Plan Nacional de Vacunación inició lleno de tropiezos. Pese a ello, la emoción, la disposición y el ahínco de nuestros mayores ha sido más fuerte que cualquier obstáculo: ellos han hecho lo indecible por vacunarse y, al lograrlo, han recuperado la esperanza.

Las cifras han subido a una velocidad vertiginosa: mientras el lunes el número de vacunados era de 105,575 después de haber inmunizado a 31,610 personas en la primera jornada de la vacunación masiva, el martes se cerró con 161,827. Es decir, en el segundo día lograron vacunar a 56,262 personas: 24,652 más.

Lograrlo no ha sido una tarea fácil. Hay quienes han tenido que hacer largas filas de hasta 7 horas para poder vacunarse. A eso se suma que las informaciones han sido contradictorias y, por más que se intente entender el proceso, el que haya dos cabezas involucradas no ayuda: por momentos Salud Pública dice una cosa mientras el Gabinete de Salud dice otra distinta.

El mejor ejemplo de la incoherencia gubernamental se ha dado con las fases: cuando se anunció el plan se dijo que la fase 1C, en la que estamos, iniciaría con los ciudadanos de más de 60 años que tienen comorbilidades. Posteriormente, las autoridades palaciegas dijeron que que era a los de 70 años en adelante.

Más difícil ha sido, para muchos, ubicar dónde ir: las primeras informaciones circularon las redes y aunque había una lista, los centros no estaban habilitados.

Poco a poco el asunto ha ido fluyendo más para fortuna de nuestros mayores, y ojalá que en los próximos días se ajusten mejor y se cumpla la meta: ¡terminar con los de más de 70 el 17! ¡Será un alivio!

Ojalá que los mayores puedan ir a vacunarse en orden, sin filas ni largas esperas; no están para eso.