Pesimismo razonable

Pesimismo razonable

La estabilidad macro económica es una realidad, pero el precio que se ha pagado por ella ha sido el más oneroso. De los caminos que se bifurcan, el Gobierno ha optado por una estabilidad en base a un exceso endeudamiento y no a través de la eficiencia en la administración del gasto público. Y todo por una desmedida ambición de poder que sepulta los intereses nacionales.

Al retornar al poder en 2004 la deuda externa e interna no alcanzaba los US$10 mil millones, pero ya en 2010 los compromisos rondaban o superaban los US$20 mil millones. Podrá enarbolarse la construcción del Metro, pero sabemos que la obra no ha supuesto la erogación de tantos recursos, aunque sí ha sido en gran parte responsable de que otros sectores hayan quedado relegados.

Pero si el endeudamiento ha sido un escándalo que produce vértigo, el excesivo gasto corriente del Gobierno no es menos perturbador. Hace unos días leí con asombro que de unos RD$400 millones  con que se cubría la nómina pública en 2004, hoy se requieren alrededor de 700 millones. No hay que dar muchas vueltas para saber que el astronómico incremento ha sido para fomentar el c1ientelismo que se ha convertido en la principal base de sustentación del partido en el poder.  El pago de la deuda y el pernicioso c1ientelismo político se han convertido en un lesivo y pesado lastre para la economía. Cualquiera no quisiera ni imaginarse el futuro de una nación que no sólo ha relegado la inversión en sectores fundamentales para el desarrollo y la estabilidad como la educación y la salud, sino que tampoco ha satisfecho las necesidades más elementales de la población.

No hay espacio para el optimismo en una nación que además del déficit que la coloca en los últimos lugares en desarrollo humano, no cuenta con un aparato productivo en condiciones de competir dentro del nuevo esquema de la globalización.

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