Peste actual

Peste actual

VLADIMIR VELÁZQUEZ MATOS
La peste bubónica fue una maldición que azotó a la Europa medieval llevándose de encuentro, en un breve lapso, a decenas de millones de seres humanos, pensándose, por tal motivo, que el cielo se había ensañado con el hombre por sus múltiples faltas y pecados, por lo que le fueron soltados los cuatro jinetes del Apocalipsis para diezmar la Tierra y purificarla de tanta mezquindad.

En la iconografía tradicional, como en una famosa obra xilográfica de Durero, «los jinetes del Apocalipsis», vemos a los cuatro jinetes travesando irresistibles el espacio. El primero, con arco y corona derriba todo lo que encuentra a su paso; el segundo, con la espada siembra la discordia; el tercero, con la balanza aporta la carestía, necesidad y miseria; el cuarto jinete es la muerte con su famélico rocín. Los de arriba y los de abajo, campesinos, burgueses y príncipes están sujetos a sus golpes; ninguna capa social escapa. La fuerza sugestiva de las líneas y el vivo movimiento de luces y sombras conceden a la obra su fuerte dramatismo. Este dibujo representa la visión de San Juan, tal como describe la Biblia.

Probablemente tanto si el evangelista como también el artista que ilustró tan terribles imágenes de horror y perdición total viviese en estos tiempos, lamentablemente igual de catastróficos como esas visiones, incluiría a un quinto jinete, un jinete que tal vez los resumiría a los otros cuatro por su poder destructivo y corruptor de cuanto toca y deja como desgracia por donde pasa. A ese quinto jinete lo podríamos bautizar como la «droga o narcotráfico».

Y es que para nadie es un secreto que este es el flagelo número uno del mundo, mucho más que el tan cacareado» terrorismo», que como bien hemos visto quienes ya no creemos en Caperucita roja y el lobo feroz, ha sido la mejor excusa para el rearme y el avasallamiento universal de la gran hiperpotencia, los Estados Unidos de América; que, no obstante, esa única potencia global está sufriendo los estragos del narcotráfico y todas las desgracias humanas que genera, con invalidez mental para quienes la consumen, destrucción de familias y hogares, con la delincuencia que genera –puesto que es un negocio ilícito–, con los miles de millones de dólares que se gasta el Estado para curar a los enfermos y perseguir a los delincuentes, y toda la cantidad de muertes que ha ocasionado ese terrible mal en todas las sociedades.

Y este es un mal global, en donde, querámoslo o no, estamos envueltos todos, y en el cual, por lo dura que ha sido la lucha para su control y erradicación, algunos, no sabemos si por ingenuidad o por la enfermedad que parece arrastrar este proceso de globalización, han recomendado a través de algunos foros su legalización, y dentro de esos que han levantado su voz para que tan tremendo desatino se haga efectivo están incluidas muchas personalidades, algunos hasta con el premio Nóbel, como es el caso del economista Milton Friedman o el novelista colombiano Gabriel García Márquez, alegando al no poder lucharse con efectividad contra este flagelo, que debe implementarse lo contrario a la ley seca de los años 30, ya que al legalizarse el alcohol se acabó con el monopolio de la mafia y todos los crímenes que ello conllevaba.

Pero hay una diferencia enorme entre aquella lucha contra esos carceles mafiosos y los de hoy, y es que en el alcohol, para usted convertirse en un adicto a dicha sustancia, tiene que pasarse la persona mucho tiempo, tal vez años bebiendo para llegar a ser alcohólico (y hay muchos que beben habitualmente y nunca llegan a serlo). Sin embargo con la droga es muy diferente, pues hay sustancias como el crack, la heroína o las drogas de diseño como «el éxtasis», en las que usted queda atrapado instantáneamente de probarlas una sola vez en su vida, por lo que la comparación entre ambos ejemplos, es decir, el alcohol en los años 30 y las drogas actuales es muy floja, pueril y quizás obedezca al interés de muchos financistas, negociantes y políticos del mundo para que los cuantiosísimos recursos generados por la droga, los cuales ascienden, según datos de instituciones como la DEA y las Naciones Unidas, a más de 500 mil millones de dólares al año, no tengan las trabas legales del dinero lavado y circule libremente, es decir, que la intención no es tan altruista ni filantrópica, sino maliciosamente interesada.

En nuestro país, que no escapa a las garras a este flagelo, y que de puente ideal para el narcotráfico se ha convertido en generador y asentamiento de importantes carteles, como es el caso que se ha ventilado con el señor Quirino y compinches, quienes actualmente están siendo juzgados en cortes norteamericanas, estamos viendo con tristeza lo poco que se hace y cómo nuestros jóvenes, el grupo generacional más sagrado y valioso de nuestra sociedad, están sucumbiendo ante las drogas; la cual masacra todos los estratos, pobres, clase media, clase alta y pocos, poquísimos, están haciendo, repito, nada. Y eso nos lo dice Hogares Crea, en donde su presidente, Leopoldo Díaz, habla de la calamidad abismal que ha tomado en estos últimos tiempos este azote, como decíamos al principio de este artículo apocalíptico, en donde señala que cada vez son más y más jovencitos, empezando desde los siete años, niñitos de primaria, que están metidos en semejante desgracia que los convierte en guiñapos para siempre.

La sociedad toda, el gobierno y todas las fuerzas a su disposición, deben ponerle especial atención y cuidado a este problema, actuando de manera vehemente, enérgica, sin contemplaciones de ningún tipo, contra todos los responsables de este crimen lesa humanidad, porque de no hacerlo, y lamentablemente las señales que se ven al respecto no son todo lo claras ni contundentes como debieran, nuestra sociedad está condenada a sufrir un martirio tan o más calamitoso como la ilustración de Durero según las visiones de San dJuan.

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