Petán y su fusta para los
alcahuetes y genuflexos

Petán y su fusta para los<BR>alcahuetes y genuflexos

POR ÁNGELA PEÑA
Además del suspenso por conocer el próximo anónimo descubriendo la marcha de los cuernos que Maribel colocaba a Néstor Luciano Morera, y  saber la reacción del burlado ante la infidelidad descubierta, “El violín de la adúltera”, la novela de Andrés L. Mateo que está ya circulando, refleja la vida alegre o triste, sumisa, dramática, espectacular, pintoresca de lo que fue “La Voz Dominicana” cuando Petán Trujillo castigaba con su fusta a alcahuetes y genuflexos que lloraban como niños ante el castigo por negligencias en su labor celestinesca.

Era como si en esos estudios, oficinas, camerinos, transcurriera la cotidianidad de la República, con “Elso”, un homosexual que se consideraba nada por ser “negro, pobre, maricón y tuerto”; “Pericles Santamaría”, humillado por el general José Arismendy y por la esposa dolida tras una inesperada golpiza que fue al palacio radiotelevisor a amenazarlo: “¡Pericles Santamaría, te jodiste para siempre! ¡Como que me llamo Josefina Ricart Valera, es seguro te voy a hundir, hijo de la gran puta, mampiolo, abusador, maricón de mierda, mujercita!” Ya “Santamaría había sentido la furia y la fusta de Petán gritándole “¡Pendejo”! y él se defendía “interponiendo los brazos, incapaz de devolver la agresión”.

Pero se narran acontecimientos más felices, como el atractivo de la famosa “Semana aniversario”. En la mente del protagonista quedó grabada “la escena casi de fantasía de Tony Aguilar regalándole su sombrero a Angelita Trujillo, la hija del Benefactor y Padre de la Patria”. El mexicano lo impresionaba. “Tenía los cabellos negros y un copioso bigote que se abría como una gruta cuando pegaba un falsete que duraba hasta tres minutos de largo y parece que le habían dado la seña porque desde que comenzó a cantar le fue de frente, con una voz tan dulce y quejumbrosa que quien sabe de qué infinito podía estar viniendo”.

Esas fiestas llenas de charros eran alimento para el alma del abogado que conoció en el evento a Pedro Infante, Lucho Gatica, Jorge Negrete, Arturo de Córdoba, Ramón Pereda, la Tariácuris Amalia Mendoza, quien lo desencantó: la encontró “fea y hombruna”.

En “La Voz Dominicana” era donde “Elso” le entregaba las acusaciones fulminantes escritas que lo atormentaban, le sacaban lágrimas de impotencia y dolor que sólo calmaba el espectáculo de los senos de “Ligia Monsanto” inclinada sobre su escritorio, que él sentía poseer con tan solo mirarlos hasta que un día él se topó con sus ojos,  mirándolo “como si fuera la beata Ludovica Albertoni, que en la escultura de Bernini para su sepulcro aparece atravesada por el dolor de la muerte, pero si uno le mira la cara lo que ve es el placentero espasmo del orgasmo”.

Entonces la dama le dijo: “Licenciado, hace ya mucho tiempo que usted se saborea con mis tetas. ¡Ay, licenciado, entre todos los que se deleitan con mis tetas usted es el mejor! ¡Ay, licenciado, que extraños son ustedes, los hombres”.

Fue en la famosa estación donde el cornudo recibió consuelo al tormento del adulterio cuando “Elso” le recomendó el restaurante “El Trocadero”, en la avenida Duarte, punto de reunión de “artistas y escritores bastante duchos en sinsabores y mortificaciones de ese tipo”. Su consejero sería el poeta Héctor J. Díaz que le comentó que: “ese bar es como mi oficina particular… Hago consultas sobre asuntos sentimentales, escribo cartas para enamorados y desengañados, compongo poemas por paga para amantes cortos de imaginación y largos de deseos, consuelo viudas y mujeres despechadas que requieren con urgencia la comprensión humanitaria de sus infortunios, amanso maridos broncos y conjuro el desamor con la pócima infalible de la palabra galante amarrada a la esperanza. Soy como un sacerdote de la desesperación, porque hasta mí llegan todos desahuciados”.

Todos se mueven en “Ciudad Trujillo”, donde la figura principal de la novela tuvo sus primeras experiencias sexuales con “Mercedes mi Gusto”,  una prostituta entrada en años que iniciaba a los muchachos de San Juan Bosco, el barrio de “Néstor Luciano Morera”. En la iglesia de ese sector, en plena misa, experimentó “el licenciado” su primera emisión seminal cuando la novia le cubrió con la mantilla y lo masturbó en el momento de la consagración. Con “Mercedes mi gusto”, en cambio, se paralizó.

“¿Fue solo a eso que viniste, muchacho? ¿Lo que te gusta es ver solamente, papasito? Entonces ponte la ropa y vete a tu casa a hacerte la paja, ya viste demasiado”, le dijo molesta la supuesta meretriz.

Por la capital de entonces desfilan inmigrantes de todos los continentes y tiendas, bares, parroquias, brujos, luases, canciones, anécdotas, locutores, artistas. El lenguaje es popular, llano o culto según la categoría, el origen o el medio ambiente de cada personaje. Tradiciones impuestas por los forasteros son parte de esa literatura humorística que “el licenciado” inmortalizó en su Diario.

En El Trocadero

Héctor J. Díaz le debía favores a “Elso”. En su casa dormía muchas de sus borracheras y de sus manos tomaba platos de sopa “cuando no podía ni con su alma por el alcohol”. Confundido entre la oscuridad, el humo, los borrachos, cervezas y la voz atravesada de cicatrices de una mujer cantando “Amor perdido”, escuchó a  Díaz en “El Trocadero” razonarle: “Cada mujer es un dolor distinto. La suya podría ser otra historia o una más. No importa, cada día uno aprende una forma diferente de sufrir”.

 Después de una calurosa bienvenida al “club de los desdichados”, sugerirle el alcohol, porque “es imposible hablar con un hombre sobrio”, el poeta de Azua estudió la caligrafía de los anónimos, le dijo que la cosa era grave, y le comentó: “No hay manera de vencer a una mujer que tiene el coño dulce y las aguas mansas. Lo digo porque colecciono decepciones, creo que no lo ofendo con afirmarlo. Quizás el problema no es ella, sino usted…” Las noches con el bardo se sucedieron hasta su despedida de viaje hacia Nueva York, donde murió. El “licenciado” describe el duelo.

Malas palabras , homosexualidad, lujuria

El libro tiene humor, “malaspalabras”, sexo, lujuria. Andrés L. Mateo explica: “La literatura dominicana se caracteriza porque es muy grave hasta la postrimería de los años 60. A partir de  “Sólo cenizas hallarás” o de los primeros textos de Marcio Veloz Maggiolo, aparecen las malas palabras, el humor, las situaciones de equívocos en las cuales uno se burla de uno mismo y eso es lo común en el temperamento de los dominicanos”

“Casi toda la novelística dominicana ha recuperado un espacio heroico, en particular la contemporánea,   a veces las grandes batallas de la condición humana son las de la cotidianidad, enfrentarse, como en el caso de este personaje, a un mundo que se te desmorona a partir de un simple anónimo”, manifestó Andrés L. Mateo.

Refirió que cuando salió “Sólo cenizas hallarás”, de Pedro Vergés, Balaguer emitió un comentario demoledor y a raíz de eso él hizo una revisión exhaustiva de malas palabras en la novelística dominicana. Citó “La Sangre”, de Tulio Cestero y “Engracia y Antoñita”, de Francisco Gregorio Billini, como novelas “totalmente asépticas”. Piensa que el personaje de “La Sangre”, “es un tipo que no echa una mala palabra” a pesar de estar sometido a una injusticia en un calabozo inmundo haciendo un discurso libertario contra un tirano. “Como arquetipo está bastante alejado de la condición humana: tú te cagas en tu madre, te cagas en la mamá del dictador”. Recordó que Balaguer consideró que “Sólo Cenizas hallarás” no engarzaba con la tradición novelística dominicana, que era muy soez.  “Ese juicio me arrojó sobre la novelística anterior, que yo conocía pero nunca la había hurgado, buscando los entresijos de la recuperación de un espacio heroico que fuera al mismo tiempo aséptico, sin ira, sin encojonamiento, como decimos los dominicanos”.

Su novela, observó, “tiene lo que caracteriza la condición humana, y está en la novelística dominicana contemporánea, lo recuperaron Marcio, Pedro Vergés y otros autores. En el caso de  Marcio “Uña es carne” es una novela muy erotizada, tanto así que creó aquella famosa discusión entre Frank Moya y Marcio. Frank hizo unas afirmaciones sobre la novela que generaron después un malestar entre ellos”reveló.

Refiriéndose al léxico de “El violín de la adultera” manifestó que “así es que uno habla” y que es parte, también de una ideología. Destacó la valentía de Pedro René Contín Aybar que “desde dentro del aparato trujillista, que era ideológicamente una sociedad machista,  asumió su opción sexual pública y abiertamente. “Biel el marino”, según  su opinión, “es el poemario homosexual explícitamente publicado en la República Dominicana”. Afirmó que cuando salió creó un escándalo y que el crítico literario se lo dedicó a un amante, barbero, que se llamaba Biel. “Es el amor de un hombre por otro expresado de manera lírica, como ocurrió con Whitman. Quizá la mejor epopeya homosexual que se ha escrito en la historia de la humanidad, es la que le escribió Lorca a Walt Whitman” afirmó. Pero también, añadió,  “en la literatura dominicana hay otros ejemplos: “Los bellos rostros”, de Luis Alfredo Torres”, es un poemario enteramente homosexual. En el caso de Pedro René Contín Aybar esa referencia es enteramente válida porque eran pocos los que se atrevían en una sociedad ideológicamente machista, como era la trujillista, a asumirse como homosexual, incluso pintarse las uñas, andar con su abanico, tener un pañuelo en el cocote, gestualidad enteramente femenina, amanerada,  así vivía él, incluso sentarse en algunas fotos al lado de Trujillo que era la encarnación paradigmática del machismo, o sea, esa referencia está ya dada en la literatura dominicana, lo que ocurre es que nunca se ha asumido con responsabilidad”.

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