Philippe Quint cautivó con su violín

Philippe Quint cautivó con su violín

La llegada de la primavera celebrada como ritual auspicioso desde tiempos inmemoriales, abre hoy sus primeras florescencias al compás del mágico sonido  musical producido por la reforzada Orquesta Sinfónica Nacional, bajo la batuta siempre certera del maestro Philippe Entremont, impregnando la Sala Carlos Piantini del Teatro Nacional, como si se tratase de un homenaje póstumo al inolvidable director que da nombre a la sala y que cumplía justo, dos años de ausencia.  

La “Polonesa”  del tercer acto de la ópera “Eugenio Oneguin” de Tchaikovsky, es un introito cautivante de lo que sería una noche de música fascinante. La belleza melódica, las frases breves de su moderada marcha, hacen vibrar a todos en alas de la danza.

La gran atracción de la velada  fue la actuación del renombrado violinista ruso Philippe Quint. La juventud, el carisma y el histrionismo sólo es la cobertura que encierra a un músico excepcional. Quint es de los artistas que logra introducirse en el espíritu de la obra que interpreta, en este caso el Concierto No.1 en Sol menor,  de Max Bruch. La perfecta afinación hacen del sonido producido a través de su Stradivarius,  una sinfonía de indescriptible belleza que se decanta en los pequeños arpegios impregnados de poesía.

En el primer movimiento, luego de los golpes pianísimos del timbal y el anuncio de la melodía por la flauta, inicia el tema, un diálogo hermoso entre el violín y la orquesta en el que se aprecia el virtuosismo del solista. El lírico Adagio del segundo movimiento, íntimo y sensible permite una  dimensión diferente del artista. En el “Finale, Allegro enérgico” con aires de folclore, vuelve a deslumbrar la brillantez de Quint, unido al pletórico acompañamiento orquestal. El público retribuye al artista con una ovación puesto de pié, el encoré, no se hace esperar y en una nueva dimensión, la de compositor, Quint interpreta una pieza de su autoría, escrita para él, o  para grandes virtuosos.

El concierto cierra con la Sinfonía No. 5 de Tchaikovsky. La obra inicia con un sombrío motivo de los clarinetes, que luego apoyado por pocos acordes de las cuerdas, se repetirá  a lo largo de toda la obra en una especie de leivmotiv.

El segundo movimiento está lleno de diferentes temas musicales. En el tercer movimiento aparece un hermoso vals. El último tiempo comienza como el primero, con el tema del destino; el movimiento final es una sinfonía festiva, es la victoria del bien sobre el mal. Maagistral la  dirección del maestro francés  Philippe Entremont.

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