El arte es universal, no le pertenece ni a un grupo social, ni a una élite, ni a una persona, es la expresión real de lo que somos, la mejor, la más profunda expresión de nuestras esencias y de eso se trata, de expresar la alegría del ser y la claridad del saber. Mi gran admiración por la pintura y en especial por Pablo Ruiz Picasso, considerado como uno de los grandes maestros de la pintura del siglo XX, tal vez se inició en mi infancia, en razón de que en mi casa había copias de dos de las pinturas del genio español, del cuadro “La vida” y el de “Las señoritas de Avignon”, o quizás sea por algún parentesco inducido por los Ruiz (parte de nuestra irisada herencia española), o porque fuimos mi hermano y yo muy temprano a la escuela de dibujo (en esa época no habían escuelas de inglés, ni clubes, ni sala de tareas, ni artes marciales). Estas dos obras antes mencionadas se consideran que se encuentran entre las más importantes obras de arte del prolífico pintor. En adición a estas, también destacan: La Maternidad, El Guernica, Los tres músicos, Retrato de Dora Maar, Arlequín acodado, Cráneo de Buey, Bañista sentada en la orilla, Desayuno en la hierba, Obra pintada con compresor de aire. He tenido la gran suerte de ver los originales de todas ellas (por perseguirlo), cuando han estado presentadas en los museos de: El MoMa de Nueva York, El Grand Palais de París, El National Portrait Gallery de Londres, El Reina Sofía de Madrid, El Centro Pompidou de París y el Museo Picasso de Barcelona. Esta simbólica “asechanza”, se inició un atardecer en el Hotel El Negrezco de Niza, donde nos hospedábamos un grupo de neurólogos, y allí los convencí de que el obligado paseo por la Costa Sur, lo convirtiéramos en una “ruta Picasso” luego de visitar los museos de la ciudad. Se inició el rastreo en el pueblo costero de Vallauris, que es una comuna de los Alpes marítimos de la “Costa Azul”, como bautizó a la Riviera Francesa, el poeta Stephen Liegeard en 1888.
En este pueblito de hermosas playas, donde vivió el genial pintor y escultor del 1948 al 1955, quedando en su honor, en el número 1 de la calle Place de Liberation, el museo La Guerra y la Paz, con obras de este genial creador del cubismo. El artista ibérico fue un verdadero genio, pues bien sabemos que el arte no existe sin cerebro, el arte es una expresión del cerebro, que se utiliza para comunicar. Como el lenguaje, el arte es una explosión a veces de felicidad, a veces de dolor, a veces de otras complejas emociones.
Pasamos luego al pueblo de Antibes, siguiendo la ruta de la costa sur, donde hay otro museo en honor a Picasso, en un hermoso castillo frente a la playa, construido en el siglo XII y propiedad de la familia Grimaldi desde 1385. A partir del 1946 Picasso, aceptó la invitación y se traslada a pintar a ese lugar. Sabemos que el pintor era un caballo de batalla, trabajador incansable, en solo dos meses pintó 22 paneles para el palacio, 23 pinturas y 44 dibujos. En Niza, fuimos a conocer dónde vivió el virtuoso artista en esa primorosa ciudad costeña, vistamos la Villa California, hermosa casona, que compró en el 1955 viviéndola hasta el 1961, está en el número 22 de Costebelle Avenue. En la época, su compañera era Jacqueline Roque, siendo este uno de sus períodos más productivos. Terminamos obligadamente nuestra “persecución” del malagueño artista del pincel por la región de la Costa Azul, en la ciudad de Mougins, donde el artista español pasó sus últimos años de vida. Situado este elevado poblado cerca de Cannes, visitamos la bella mansión en que vivió el gran artista desde el 1961 hasta su muerte en el 1973 (por ser neurólogos en congreso nos permitieron visitarla). Por igual disfrutamos en Mougins del Museo de Fotografías de Picasso, principalmente las tomadas por su fotógrafo personal Lucen Cerque. Luego “conversaremos” sobre los 80 años de su más famoso cuadro: el Guernica. El paseo, una estimulante experiencia, un verdadero premio a los sentidos, en fin, ¡muy agradable!