Picos de oro

Picos de oro

LEO BEATO
Pico de Oro Andrickson fue un dominicano insigne. Constaté de niño que lo que tenía de oro no era precisamente la boca (aunque tocaba un clarinete de película) sino una bestial capacidad cromosómica extraordinaria. Le sobró lo que le faltó a Fernando Arturo de Meriño Ramírez, otro pico de oro clásico, que había nacido en Boyá cuando esa villa era territorio de Yamasá. Contrariamente a Meriño, Andrickson reconoció a sus 27 vástagos, 13 hembras y 14 machos. Si sumamos los dígitos llegamos al número nueve, símbolo cabalístico de la humanidad.

A una de las últimas la bautizó él mismo con el nombre de Castidad en Gracia, una especie de contradicción teológica como él. A otro lo distinguió con el nombre de su mecenas y compadre Fernando Arturo de Meriño Ramírez, presidente dominicano y Arzobispo Metropolitano. A todos estos picos de oro debiéramos haberle erigido un mausoleo como a insignes héroes de la Patria porque en aquella época ser cura y formar una familia como Dios manda era un pecado imperdonable. Ellos lograron hacer ambas cosas a rajatablas y a pesar de las circunstancias.

Marcio Veloz Maggiolo en un artículo titulado «Villa Cucaracha y el Padre Andrickson» lo inmortalizó. En ese escrito se nota la inclinación del padre, descendiente de curazoleños, a escoger nombres rimbombantes tanto para él mismo (José Napoleón) como para sus vástagos, tales como Quisqueya Borinquen, Antonio Mussolini, José Kitchener, César Augusto Sandino, Washington Roosevelt y Simón Bolívar.

El hombre admiraba tanto a los líderes de la derecha como a los de la izquierda y no discriminaba contra ninguno como tampoco lo hacía con las madres de sus 27 vástagos, procreando al último después de él haber cumplido los 75 años. De ahí en adelante lo llamaron «El Potro de Villa Francisca».

Regó cromosomas por todo el país viviendo en Los Llanos, en Higüey, San Pedro de Macorís, Yamasá, Hato Mayor, Bonao, Miches, Mao, Sabana Iglesia, Jánico  (fue  cura párroco de todos esos parajes). Terminó sus días en Villa Duarte y en Villa Francisca, entre la Ravelo y la Jacinto de la Concha, donde irónicamente hoy se encuentra «La Casa Pastoral de la Juventud de la Iglesia Católica Romana. Ese edificio era su casa en la época en que lo llamaban El Semental Canonizado.

El jamás se sonrojó por semejante apodo y decía misa como un cardenal medieval en un latín perfecto y con una meliflua voz de barítono de ópera, tal como el Padre Segura, otro pico de oro de película, cuya voz de Lotario hacía temblar las paredes de La Catedral Primada los jueves santos por la mañana con sus esplendorosos ¡Ave Sanctus Oleum! y ¡Ave Sanctus Christma! que estremecían a los pichones de cura del Santo Tomás de Aquino allí conglomerados.

«Todos los apellidos que lleven una «de» por delante indicando procedencia son descendientes de judíos sefarditas o sefardíes», me contó un día en su voz de barítono dramático. «Por ejemplo, De Marchena, De los Santos, De Céspedes, De la Madrid, De Santángel (Luis de Santangel, el sefardí a quien Isabela Católica le empeñó sus joyas para la empresa del Almirante). Sefard era el nombre en hebreo con que se conocía a la Península Ibérica. Allí convivieron sin pelearse por siglos judíos y moros antes de que se unieran los reinos de León y de Castilla. Además, todos los apellidos que tengan que ver con frutas, campos y árboles son también de origen sefardí: Romero, Postigo, Flores, Ramírez, Robles, Toledano (como el otro pico de oro del mismo nombre). Y lo más curioso», añadió tomando un respiro como en una cátedra magistral, «es que también los apellidos que tengan que ver con iglesias o con cargos eclesiásticos, como Iglesias, Cardenal, Sacristán, Vicario, Benito y Beato, son también de procedencia judía sefardí. Se escondían detrás del apellido para evitar que los persiguieran en un país donde los llamaban «marranos» por su condición hebraica». » Por ejemplo, tu verdadero apellido es el de Baruch, que en español equivale a  Beato. «España se quedó trunca cuando el Gran Rabino la maldijo al salir al exilio forzado por los Reyes Católicos. Como fue luego el caso con los Republicanos ese país se quedó sin joyas y con muy pocos cerebros pensantes». Pico de Oro Andrickson me dejó turulato. Pero lo que me dejó petrificado fue cuando le hice la pregunta que nunca me había atrevido a formularle: -Después de su vasta experiencia en estas lides… ¿qué nos aconseja a los que nos sentimos llamados a servir a Dios metiéndonos a cura?- El hombre reaccionó como una escopeta recortada, a boca de jarro (¡Ploff!) Me dijo exactamente lo que años después me repitió otro pico de oro clásico, el Padre Pin, cuyo nombre de pila era Pedro Pablo Báez González nacido en Santiago y tataranieto de Buenaventura Báez.

– Les aconsejo que jamás se casen.

¡Qué timbales tenían ambos!

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