MOSCU, (EFE).- La Casa Imperial rusa y la Iglesia Ortodoxa acogieron con prudencia el hallazgo de los presuntos restos de dos de los hijos del último zar de Rusia, Nicolás II, ejecutados todos por los bolcheviques, y pidieron un estudio exhaustivo de las osamentas.
La Gran Duquesa María Vladímirovna Románova ha recibido con cautela esta noticia, señaló el jefe de la cancillería de la Casa Imperial, Alexander Zakátov, en declaraciones difundidas ayer por el diario Kommersant y otros medios.
Un grupo de arqueólogos anunció esta semana el hallazgo en un bosque cerca de Yekaterimburgo, en los Urales, donde en 1991 fueron encontrados los restos del grueso de la familia imperial, fragmentos de esqueletos de otras dos personas, con signos de múltiples fracturas.
Serguéi Pogorélov, subdirector de investigaciones arqueológicas de la región de Sverdlovsk, dijo que su equipo considera que son los restos del zarevich Alexéi, heredero al trono ruso, y su hermana, la gran princesa María, que hasta ahora no habían sido hallados.
Además de trozos de hueso, los arqueólogos encontraron dientes, balas de diverso calibre y trozos de cerámica, lo que confirmaría que esos cuerpos, al igual que los del resto de la familia real, tras el fusilamiento habrían sido destruidos, en particular rociados con ácido sulfúrico.
La familia imperial fue fusilada por los bolcheviques la madrugada del 17 de julio de 1918 en el sótano de la Casa Ipátiev de Yekaterimburgo, donde Nicolás II, que había abdicado del trono el año anterior, había sido confinado con los suyos.
Los presuntos restos del zar y ocho de sus familiares y personas de confianza fueron hallados en 1991, y tras ser identificados, fueron enterrados con mucha pompa en 1998 en la fortaleza de San Pedro y San Pablo de San Petersburgo, pero los de Alexéi y María no fueron encontrados entonces.
Sin embargo, Zakátov subrayó que María Románova, actual cabeza de la Casa Imperial residente en España, no reconoce la autenticidad de los llamados restos de Yekaterimburgo, a los que el Gobierno ruso declaró pertenecientes a Nicolás II y su familia con una probabilidad del 99,99 por ciento.
Confiamos que esta vez se establecerá la verdad y no se repetirá el espectáculo político que tuvo lugar en 1998, sobre todo teniendo en cuenta que la Iglesia Ortodoxa Rusa canonizó en 2000 al zar y a su familia como mártires del comunismo, subrayó Zakátov.
Guerman Lukiánov, abogado de la Gran Duquesa, dijo a la agencia Interfax que María Románova considera necesario realizar un examen exhaustivo de los restos hallados, ante todo genético, para comprobar su posible pertenencia a la dinastía de los Románov.
Hasta que no se lleven a cabo todas las investigaciones pertinentes y no se dé respuesta a los interrogantes pendientes, no se puede hablar de la autenticidad de los restos, indicó Lukiánov y añadió que esto también se refiere al resto de la familia imperial.
A diferencia de la Gran Duquesa, el príncipe Nikolái Románov -el mayor de los descendientes y familiares del zar que sí aceptó el anterior peritaje y asistió a los funerales en 1998-, dijo que se inclina a dar crédito a los arqueólogos, cuyo hallazgo calificó de un acontecimiento deseable.
No obstante, hay que tener plena seguridad, por lo que el Estado ruso debe llevar a cabo una minuciosa investigación, como se hizo antes de 1998, dijo el príncipe en París a la agencia Itar-Tass.