Piel de mujer (1 de 2)

Piel de mujer (1 de 2)

YLONKA NACIDIT-PERDOMO
Decía Alfonsina Storni que: La conquista de la palabra mía cuesta siglos de vencidas mujeres. La mujer es una forjadora de libertad, de conciencia.

Ella ve lo previsible sin precipitarse a la nada, no es un ser de revelación sino de encuentro, de convivencia, que descubre constantemente al mundo, la infinita reiteración del orden circular, de la cotidianidad como espejo verbal de la civilización, como donadora de los sentidos.

La mujer escritora es una mujer-entre-los-otros que siempre busca como perseguidora la vida auténtica para reiterarla a los otros.

Pienso que la mujer es un ser con una honda meditación sobre todo lo que acontece. No es una heroína en lo colectivo, quizás sí un símbolo o un personaje escénico para hacerse dueña de las cosas que el «hallazgo» del conocimiento, que tiene la categoría de conservar su trascendencia, porque lo humano es en ella un advenimiento de su persona, su preocupación propia, ajena e individual.

La época presente requiere de mujeres que no sean ingenuas mitificadoras, porque el espacio, el tiempo, la historia es el alter ego de su infancia inmóvil, el infinito de la muerte que llueve sobre sus ojos.

Una se pregunta si la magnitud de su creación supone una crítica al engranaje que somos en la máquina del destino, al habitar y romper las esferas de esa enorme casa que también es falsa y confusa, como una colmena con reglas que utiliza el «orden».

La mujer comparte la extrañeza de este espacio distinto al universo, que hace posible las utopías, las perspectivas y cosmovisión de la vida humana.

Es posible que la mujer ante una sociedad doblemente contradictoria, ante un pequeño o gran mundo se extrañe de que todo permanece en una oscura tristeza, en una derrota trágica, cuyas posibilidades o aspiraciones subjetivas no son más que una acción novelesca del sujeto o una representación al desnudo de los estrechos límites de su vida privada.

Una necesariamente, desde distintos ángulos, aún con una perspectiva abstracta que se materializa en nuestro punto de vista es, un sujeto individual que busca una realización humana individual. Una se convierte entonces para el otro en una heroína problemática. Los otros nos ven como un valor concreto y afectivo.

Entonces una choca con el mundo vacío y alienado, globaliza la fidelidad a lo real como una reacción a ese carácter positivo que las formas vigentes del grupo hacen un carácter ilusorio, una posibilidad horizontal o lineal de mantener la organicidad de la mujer abandonada, encerrada, en una alegórica encarnación de principios que sólo valen para los otros, y no representan sus movimientos espaciales ni esenciales, cuya única posibilidad -incluso en el interior de la situación presente- es el tránsito hacia la soledad, no hacia una libertad que le pertenece, que la piensa, en la vida cotidiana.

Inconscientemente una realiza una rebelión marginal, una resiste, una impulsa la búsqueda de valores como manifestación inmediata del deseo de existir, de enfrentarnos a lo que se opone a la realidad buscada para transgredir esa absurda prisión que nos ha sido confeccionada y atribuida por los otros.

Se persigue entonces abolir las reglas de ese juego en que somos refinados atractivos. Destruimos la marginación, el mundo convencional, el sentimiento de insatisfacción que revelamos y no revelamos en esos largos desdoblamiento implícitos en las acciones paralelas que caracterizan nuestra densa realidad: ese extremo de vida nómada que resurge como vida colocada frente al otro, sin rentabilidad emocional, con afectos o desafectos que son pretextos para nuestra disolución interior, derribando asociaciones fetichizadas, las ideas de que la mujer en un ser onticamente aislado con abstracciones vacías o seudo profundas que nos introducen a un universo fantástico de fragmentación y desplazamiento.

Pienso que la mujer no debe refugiarse en el pasado ni en la evasión presente. Debe desgarrar la falsa inocencia, retorcer esa épica objetividad a la que jugamos, dejar de dudar, pensar dando primacía a la subjetividad individual, colocándonos activamente en el mundo exterior, en relación orgánica entre la acción del sujeto y la totalidad de los objetos.

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