Pillos tienen escuela en zozobra

Pillos tienen escuela en zozobra

POR MARIEN A. CAPITAN
Los maestros y estudiantes de la Escuela Básica Marañón I, en Villa Mella, desconocen el significado de la palabra tranquilidad: su escuela, que funciona en un local alquilado, está constantemente en la mira de los ladrones. Tal es la situación, que ni siquiera tienen electricidad porque los cables fueron robados.

Sumado a la ausencia de la energía eléctrica, que resulta ser un gran problema a causa del sofocante calor que hay en las aulas, lo peor es que tampoco cuentan con agua corriente puesto que tuvieron que desmontar los lavamanos y el tinaco por miedo a que se los lleven.

Así lo confirmó la directora del plantel, Altagracia Emilia Santos, quien apenada mostró cómo habían destrozado la ventana del baño para poder entrar allí. ¿Por qué no se llevaron nada? Porque un vecino se dio cuenta y espantó a los ladrones.

Más increíble aún es saber que aquí no se salvan ni siquiera la drisa o el asta (una varilla) de la bandera: mientras la primera se la han robado en varias ocasiones, a la segunda la han retorcido de una forma tal que ahora no es más que una sucesión de curvas. Amén de todo esto, la bandera reluce en lo alto.

Pese a esto, y después de apuntar que cuando reciben el desayuno escolar tienen que esconderlo bien para que nadie lo hurte, Santos apunta que tanto la comunidad como los mismos maestros intentan tener la escuela en las mejores condiciones posibles.

Para avalar sus palabras Santos muestra las paredes pintadas, las aulas decoradas con papeles didácticos y la buena disposición y ánimo que tienen los docentes, quienes mantienen el buen humor a pesar de que tienen que lidiar con aulas oscuras y ardientes.

Lo más paradójico, al hablar de la falta de ventilación de este «plantel», es que está ubicado junto al solar en el que se pensó construir la «Ciudad de la Salud», un solar baldío cuyos árboles dan algo de sombra el espacio. De no hacerlo, el calor sería aún mayor.

DE MUDANZA A MUDANZA

Sin perder las esperanzas de que algún día les construyan una escuela con las condiciones necesarias para dar clases con cierta comodidad, los maestros de este centro cuentan cómo ha sido el periplo que han tenido que vivir.

Remontándose al año 1996, cuentan que trabajan en una escuela de madera que estaba en unas condiciones tan críticas que se desplomó por completo. Sin escuela ni recursos para levantar otra, terminaron trasladándose a un local que Visión Mundial les prestó por espacio de dos años.

En 1999 terminó su ir y venir. Fue entonces cuando alquilaron el lugar en el que están ahora: dos aulas y el espacio de la dirección en un bloque en el que parece haber sido un almacén; y otras cuatro que, más atrás, tiene paredes de cemento y techo de zinc.

El tercer bloque, que está en el medio de los dos anteriores, es el de las instalaciones sanitarias. En ellas, sin embargo, no hay más que puertas rotas e inodoros sucios. Este es, sin lugar a dudas, el rincón más patético.

Aunque la escuela no está en las mejores condiciones, tampoco puede decirse que esté mal: salvo la pared de la entrada, que está al punto de caer porque fue chocada por un camión, los dos grandes pesares son el calor y la oscuridad.

Además de ello, la directora manifiesta que quisieran conseguir algunas fundas de cemento para terminar de encementar el «patio», un pasillo que antes se llenaba lodo.

Con una sonrisa, asegurando que hacen todo lo que está a su alcance para que la escuela funcione bien, Santos se muestra confiada en que las autoridades le ayudarán en esa tarea. Poco le importan las ruinas contiguas de lo que fue una poblada cuartería ni que la puerta tenga que estar sostenida casi a la fuerza: todo se resolverá poco a poco, sostiene mientras suspira con resignación.

Para los padres de los 319 estudiantes que convergen en el centro, sin embargo, esta esperanza no es suficiente: ellos aspiran a que sus hijos puedan estudiar en un lugar en el que no se sofoquen ni dejen la vista en cada letra que se escribe en la pizarra. Ojalá que algún día escuchen sus ruegos y puedan contar con un platel que, como su bandera, resalte a lo lejos.

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