Pinceladas de hechos

Pinceladas de hechos

TELÉSFORO A. ISAAC
Estamos viviendo un momento coyuntural que tiene algunas semejanzas con acontecimientos del pasado: la situación de los haitianos ilegales en el país puede ser comparada con pinceladas de hechos y de momentos anteriores en las crónicas de las razas, pueblos y naciones.

Bien sabemos que los acontecimientos descritos en los anales de la historia nunca son idénticos en todas sus partes con lo que pasa en el presente. Sin embargo, pueden surgir señales notables, y nosotros podemos analizarlos a la luz de lo que sucede con la cuestión de los inmigrantes ilegales en República Dominicana.

El asunto de bregar con los inmigrantes ilegales es harto sensible y ocupa la atención de políticos, grupos sociales, dirigentes eclesiales, comunicadores y otros; pues, estos hablan, escriben y actúan a favor de los derechos humanos, o por razones patrióticas o inconfesadas, son adversos a la toma de decisiones para ordenar el estado de los millares de  haitianos que residen y ocupan espacio y tiempo en el territorio dominicano.

La complejidad de la situación de incertidumbre toca a las dos naciones de esta isla. Hay inquietud en la sensibilidad de las conciencias cristianas en los dos pueblos. Sin duda alguna, el atropello a la dignidad de los que están en la condición de ilegalidad, debe ser verdaderamente doloroso.  

Hay algunas anécdotas bíblicas e históricas que pueden ser tomadas en consideración al  analizar y comparar lo que pasa ahora en la isla que compartimos los haitianos y dominicanos.

Uno de los relatos bíblicos mejor conocidos en el mundo judeo-cristiano es el trato de los israelitas en Egipto en la época de los faraones y cómo fueron liberados de la servidumbre a que estaban sometidos.

El libro del Éxodo nos cuenta que los israelitas que vivían en Egipto tenían muchos hijos, “se multiplicaron de tal manera que llegaron a ser poderosos y el país estaba lleno de ellos”. Ante ese estado de situación, un rey pensó que de seguir aumentando la población hebrea “en caso de guerra, se pondrían de parte de los enemigos para pelear contra los del país y se escaparían de la subyugación”. La situación llegó a tal punto que los egipcios tenían mucho miedo y fue decretado por el rey que las parteras matarían a todos los varones nacidos de mujeres hebreas, para limitar así la población masculina.

Con los años, apareció un israelita llamado Moisés exigiendo al faraón la liberación de su gente. Después de muchos ruegos y cataclismos naturales que se consideraron como intervenciones divinas, el rey  cedió y dejó en libertad a los hebreos y éstos salieron del país.

Cuando el faraón y el pueblo se vieron sin la mano de obra y la asistencia de los hebreos, el rey dio una contraorden: envió al ejército a forzar al pueblo hebreo a regresar a Egipto. Otra vez un fenómeno de la naturaleza eliminó a los soldados en el Mar Rojo y los israelitas quedaron libres. Después de esto, Egipto no fue la potencia de su glorioso pasado. Cesaron de construir las pirámides, los grandes monumentos a sus dioses, y las fastuosas tumbas a sus reyes.

Es recomendable mirarnos en el espejo de este relato de las Santas Escrituras y tomar las medidas necesarias para estabilizar en forma ordenada y con apego a la dignidad humana de los ilegales y a los derechos cívicos de los nacionales de esta parte de la isla.

Como dominicanos que amamos nuestro terruño estamos llamados a ser precavidos y mantenernos alertas para no perder la soberanía de la nación, ni menguar el proceso de desarrollo de bienestar social.

No se debe perder de vista que las experiencias de otros pueblos nos sirven de ejemplos para no caer en el mismo error. Hay individuos, grupos y pueblos que por ignorancia, prejuicio, altanería, falsa creencia de superioridad racial o cultural, se apoyan en un nacionalismo irracional.

El nacionalismo a ultranza puede congelar la historia y atrasar el desarrollo. Hay que mantener el sentido patriótico en alto. Hay que ser persistente y continuar siempre en el buen camino de la vida terrenal, para así alcanzar el bienestar social y el disfrute de la excelencia cultural. Hay que tener dignidad. Esto sólo es posible respetando la dignidad de todo ser humano.

Como dominicanos que amamos nuestro terruño estamos llamados a ser precavidos y mantenernos alertas para  no perder la soberanía de la nación, ni menguar el proceso de desarrollo de bienestar social.

No se debe perder de vista que las experiencias de otros pueblos nos sirven de ejemplos para no caer en el mismo error. Hay individuos, grupos y pueblos que por ignorancia, prejuicio, altanería, falsa creencia de superioridad racial o cultural, se apoyan en un nacionalismo irracional.

El nacionalismo a ultranza puede congelar la historia y atrasar el desarrollo. Hay que mantener el sentido patriótico en alto. Hay que ser persistente y continuar siempre en el buen camino de la vida terrenal, para así alcanzar el bienestar social y el disfrute de la excelencia cultural. Hay que tener dignidad. Esto sólo es posible, respetando la dignidad de todo ser humano.

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