Pinocho y Creso gozan de buena salud

Pinocho y Creso gozan de buena salud

Para entender ciertas acciones del gobierno de Danilo Medina hay que admitir que, en agosto pasado, recibió el timón de una patana sin frenos bajando por “la cuesta del vidrio”. Inercia, es la propiedad que tienen los cuerpos de mantener su estado, de reposo o de movimiento, mientras no se aplique una fuerza que lo modifique. Es por esto que el grupo gobernante está obligado a continuar algunas de las barbaridades que heredó de Leonel Fernández; injustificables aunque inevitables en esta primera etapa.

Pongamos como ejemplo de inercia gubernamental el tren urbano, llamado Metro, que Diandino y Leonel impusieron a las malas a pesar de la total oposición de los sectores técnicos y financieros. Para imponer su plan, conspiraron en secreto y desarrollaron una campaña de manipulación informativa como escudo que impedía evidenciar adónde irían a parar aquellas sumas monstruosas que secuestraron a la salud y la educación públicas. Asimismo, ocultaron los manejos con empresas y bancos comerciales brasileños, hasta pagar altos intereses y excesivas comisiones financieras. Como normas de comportamiento en ese proyecto desarrollaron los síndromes de Pinocho y de Creso. Vale decir, el uso indiscriminado de la mentira y del enriquecimiento personal hasta niveles de asco.

Los principales promotores de ese proyecto sabían que el Metro no resolvería ninguno de los problemas del tránsito ni del transporte de la ciudad de Santo Domingo. Siempre lo supieron, pero no les importaba. Lo que interesaba era la acumulación de riqueza, tanta como fuera necesaria para completar el plan de perpetuar a su grupo corporativo en el poder político de la nación.

Los centros financieros internacionales de cooperación también se enteraron de la inminencia del daño que provocaría el tren urbano, por lo que siempre objetaron su construcción, aunque no pudieran proclamarlo públicamente. No en balde el representante del Fondo Monetario Internacional en República Dominicana fue declarado “non grato” por opinar en contra de ese “collar de diamantes de María Antonieta”. Al Banco Mundial prácticamente le prohibieron publicar el informe que una misión produjo para evaluar el financiamiento de ese proyecto. Al PNUD de Naciones Unidas le boicotearon el informe en que dudaba que el Metro constituyera solución para los problemas urbanos. Y qué decir del Consejo Económico, Social e Institucional que, literalmente, desapareció por recomendar la posposición por varios años de la construcción de ese “elefante blanco”.

Lo más triste de esta historia es que tenían razón todos aquellos que se opusieron a priorizar el Metro por encima del apoyo a los productores nacionales, la salud pública y la educación preuniversitaria. La práctica demostró que la línea uno del Metro empeoró las condiciones del tránsito en vez de facilitarlo. La velocidad de traslación de vehículos por la avenida “Máximo Gómez” disminuyó en la etapa post Metro a la mitad de lo que fue antes del Metro. Peor aún, la tarifa real de cada usuario del Metro, que solo lleva “de estación a estación”, es 50% más cara que la tarifa de un taxi que traslada al pasajero “de puerta a puerta”.

Diandino y Leonel siempre supieron que el Metro por sí solo no sería solución para el tránsito capitalino. La evidencia más rotunda de esta conspiración es que nunca dieron un paso práctico para que las rutas alimentadoras fueran establecidas y puestas en funcionamiento antes que el costoso tren. En términos técnicos, esa decisión fue totalmente errada e incrimina a los promotores por considerar un “gasto sin retorno” como más importante que la “inversión reproductiva” con tal de acumular más beneficios económicos y políticos. Declarar ahora a las dos líneas del Metro como alimentadoras, la una de la otra, es un criterio cínico que hace suponer un grado extremo del síndrome de Creso, soportado únicamente por el síndrome de Pinocho. La avaricia apoyada por la mentira.

El corolario de este drama es que Danilo Medina no debía seguir aceptando que la construcción de ferrovías urbanas prosiga por el simple hecho de que ya se hubieran iniciado. Ese es un chantaje de baja ralea que trata de perpetuar la malversación de fondos como norma de gobierno. Y eso debía ser inaceptable para Danilo, si quisiera hacer lo que nunca se ha hecho.

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