Pinta un cuento de Navidad
La aventura de  Pedro Cangrejo y sus amigos

<STRONG>Pinta un cuento de Navidad</STRONG><BR>La aventura de  Pedro Cangrejo y sus amigos

Una tarde de diciembre, Pedro Cangrejo y sus amiguitos salieron en busca de un árbol de pino para hacer el arbolito de Navidad del vecindario. Había llegado el día de decorar la calle con papel color dorado, con campanitas y detalles navideños. Se notaba ya la brisa fresca, las intermitentes lucecitas de los arbolitos en las casas, el júbilo y los aguinaldos que hacen de la Navidad un tiempo de gozo y regocijo. 

Días anteriores, el gran Pedro Cangrejo, conquistó a los vecinos y a los niños para hacer un divertido aguinaldo en su casa. Después de reír y bailar, decidieron ensayar los cantos y los villancicos que cantarían al momento de encender el árbol que se colocaría justo a la entrada de Cuesta Azul.

Pedro Cangrejo vivía en una hermosa colina llamada Cuesta Azul. Era un lugar con casas hermosas, muy grandes y con portones de hierro. Las casas tenían puertas encaobadas y pasamanos de alabastro y de nogal. Pero muy cerca de allí, a unos mil setecientos metros, siempre descendiendo la pendiente hasta el mayor punto de inflexión, existía un gran semillero de casuchas en torno a una cañada y un pequeño puente de piedras. Hacia ese lugar se dirigieron Pedro y sus amigos aquella tarde de diciembre.

–Pedro, me gusta esta aventura –dijo Vladimir, uno de los chicos.

– ¿Qué es aquella torre que se ve allá? ¿Es un molino? –exclamó otro de los chicos.

–No lo sé –dijo Pedro Cangrejo.

Decidieron caminar otro poco en busca del árbol pero no lo encontraron. El sol estaba radiante y una brisa fresca hacía serpentear sus cabellos.

–Pedrucho –dijo otro–: vinimos en balde, estos árboles están secos.

–Así es; y los que no están secos es porque los han cortado para leña y construir casas. ¡Es una pena! Después de caminar otro rato, Pedro Cangrejo se encontró con un hombre muy pobre; llevaba un sombrero de cana y ropas andrajosas. Él estaba en plena faena, con su mujer y sus cuatro niños pálidos, construyendo una casucha afanosamente para guarecerse junto a su familia.

–Chicos –dijo Pedro Cangrejo–, ¿qué les parece si ayudamos a ese hombre a construir su casa? ¡Él solo no podría terminarla hoy!…

–¡Sí, vamos, vamos a ayudarle! –dijeron todos al unísono. Todos trataron de ayudar en algo: el que no sostenía la soga, llevaba los clavos o simplemente pasaba pedazos de plywood al señor Cangrejo.

 Al caer la tarde, regresaron a Cuesta Azul, cansados y sudorosos. Retornaron con las manos vacías, pero en sus rostros se notaba una desbordante alegría, pues todos habían vivido una aventura muy especial: ayudar a un pobre hombre a construir su casa.

Fin

Datos del autor

Fari Rosario

Nació  el 10 de mayo de 1981,  en Moca, Provincia Espaillat, República Dominicana. Tiene una Licenciatura en Filosofía de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM). Ha publicado: El jabalí y otros microcuentos (2007); El coleccionista (2008); Polvo y olvido (2009) y El discurso de la interioridad y la condición humana en Una rosa en el quinto infierno (breve ensayo, 2009) y El columpio de los sonámbulos (2010).

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