Para un homenaje permanente al sacrificio de las Hermanas Mirabal y que sus “mariposas” vuelen y alienten la lucha contra la violencia hacia las mujeres, las Naciones Unidas declaró el 25 de noviembre, día del crimen en 1960, como “Día Mundial para la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres”. Más recientemente se proclamó el propio 25 de noviembre como “Día Naranja” color seleccionado como símbolo de lucha contra el flagelo que azota a las féminas, desarrollando campañas para generar conciencia y estimular acciones que contribuyan a prevenir las agresiones contra mujeres y niñas. Es el color que debiera marcar todas las actividades e instituciones públicas y privadas durante la jornada para realzar el objetivo que anima a todos. En ese contexto el Secretario General de la ONU lanzó el llamado UNETE, desde el 2008, el que, dirigido por la Red Mundial de Jóvenes, pretende movilizar a todos los sectores para participar en una campaña tan noble como urgente.
Obviamente, es un esfuerzo que debe ser permanente los 365 días de cada año pero no cabe dudas de que una movilización fuerte y profunda tomando como referencia un momento simbólico, puede tener un impacto notable. En realidad se trata de una gran “jornada” movilizadora que inaugurándose el propio 25 de noviembre se habrá de extender por 16 días hasta el 10 de diciembre, día de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, los mismos que se les vulnera a las mujeres. Se pretende promover la comprensión y la toma de acción de que es un crimen guardar silencio y ser tolerante. Al dar inicio a la jornada el secretario general de la ONU advirtió que la violencia contra las mujeres es fundamentalmente sobre poder y que “solo terminará con la paridad de género y el empoderamiento de las mujeres”. Consecuentemente el lema escogido para este 2017 llama a “Que nadie se quede atrás: Pongamos fin a la violencia contra las mujeres y niñas”. También la Unión Europea se ha involucrado fuertemente en esfuerzos para contrarrestar la violencia de género.
Es un fenómeno dramático que impacta profundamente a la humanidad. En nuestra región el problema es crítico. De acuerdo con informes en América Central el 67% de las mujeres asesinadas lo ha sido por el solo hecho de ser mujer. Aunque diversos estudios muestran que la región de América Latina es de las regiones en que más se ha avanzado en armar un cuerpo legislativo que ofrezca amparo y defensa jurídica contra las agresiones a mujeres y niñas, lo cieto es que el problema persiste. Menos de la tercera parte de los países han diseñado planes específicos. De acuerdo con estudios de la Oficina Panamericana de la Salud los feminicidios son la principal causa de muerte en mujeres entre 15 y 49 años, desplazando a enfermedades catastróficas, accidentes de tránsito e, incluso, guerras.