Escribo este comentario a propósito de la más reciente muestra del mencionado artista, titulada “Dominicanation”. Con la misma, este artista (quien ostenta muchos premios y exposiciones) se convierte en el primer pintor que se presenta en la nueva sala del Polvorín o Museo Fortaleza de Santo Domingo, sito en calle Las Damas número 1, en nuestra pentacentenaria Ciudad Colonial. Fue inaugurada el 10 de diciembre de 2022.
Riqueza temática
Hay artistas obsesionados con un tema, enfoque, forma y contenido, de tal modo que su “estilo” degenera en una eterna repetición que nos hace sentir que están envueltos en la trampa de un limitante círculo vicioso del que no pueden escapar.
Otros, poseen la virtud de hacer lo contrario. Es el caso de Jimmy Verdecia. Su arte es una galaxia en expansión que contiene inmensidad de materiales espirituales y físicos, energéticos y matéricos, que explosionan e implosionan constantemente. Cada cuadro es un nuevo ensayo, la exploración un camino más, de otra búsqueda en su devenir creador.
Así, el artista retrata su esencia de unidad en la diversidad, de volcánico almacén de emociones. Es cubano y dominicano. Vive en nuestro país y su personalidad es combinación biunívoca de dominicanidad y cubanidad.
Como he dicho, sus temas y enfoques muestran una amplia visión temática, de tal modo que si nos descuidáramos, pensaríamos que dentro del artista hay varios pintores que conviven, pelean y tratan de imponerse.
Sus contenidos son: temas y personajes religiosos, hechos históricos del país y el Caribe, América y la población indígena que descubrió a nuestros descubridores.
Riqueza formal
Desde este punto de vista, encontramos también el retrato de su personalidad: mezcla de diversas tendencias y recursos estilísticos.
En primer lugar, su expresionismo figurativo, en imágenes de gran fuerza emocional plasmadas en rasgos cuasifotográficos, de fuertes trazos, frecuentando fondos contrastantes.
En segundo lugar, la mixtura gráfica con la superposición de imágenes mezcladas que presenta en su lucha o su abrazo, complemento o superposición. Con ellas, nos produce aparentes collages. Recurso proveniente de los avances tecnológicos de los siglos XX y XXI. Digo aparentes porque el artista no monta físicamente una imagen sobre otra sino que las pinta en conjunto sobre el lienzo.
En tercer lugar, cabe destacar su recurso de combinar blanco/negro y color, en unos casos, y en otros decantarse por completo por una u otra forma visual. Es un riesgoso recurso pocas veces empleado en el mundo pictórico, y cuyo perfeccionamiento por parte de Verdecia me hace esperar nuevos experimentos que nos brinden otras significativas e innovadoras obras.
Comparto plenamente la acertada reseña crítica del escritor cubano Eugenio Marrón, en sus palabras incluidas en el catálogo de la exposición. El mismo destaca el aspecto sonoro, musical caribeño y sensual de la muestra pictórica de Verdecia. Por eso, termino mi comentario copiando in extenso dicho escrito suyo, titulado:
Jimmy Verdecia y los ritmos de su pintura
«Todo suena en Las Antillas, todo es sonido», confesaba alguna vez Alejo Carpentier a propósito de un recuento suyo en torno a la cultura de los pueblos del Caribe. Tal sentencia viene como anillo al dedo cuando se despliega ante nuestros ojos la pintura de Jimmy Verdecia, artista caribeño y antillano por partida doble: raigalmente cubano a la vez que amorosamente dominicano, ambas condiciones como santo y seña de una pintura que deslinda las rutas más diversas de ese mundo que, en sus cuadros, es viaje fascinante a la historia y los tiempos de fundación en plenitud de un desarrollo visual que seduce desde la primera visión de cada una de sus piezas. Exuberancia de las formas, afirmadas con dominio del trazo que se explaya, y seducción de los colores, entregados con luminosidad que se afirma. De esa manera, su obra se convierte en una lectura de las coordenadas más íntimas del Caribe y sus islas -muy particularmente su testimonio visual de personajes, naturaleza y sentidos del esplendor que las historias y sus protagonistas revelan en su obra. Mundo sensual, seductor, recorrido por una memoria visual detallada y siempre en ebullición, a tenor con las temperaturas de esa geografía portentosa que es el territorio de sus cuadros. Y algo muy especial: pintura sonante, pintura que es sin dudas suma de los sonidos más diversos de las Antillas, para reafirmar las palabras de Carpentier: Jimmy Verdecia y los ritmos de su pintura son esa celebración sonora, sonidos de una apoteosis pictórica para viajar a través de ella al Caribe y sus conjugaciones más reveladoras”.