Píndaro y Herminio están sentados debajo de una mata de mango banilejo, aprovechando la sombrita que ha creado un candente sol del mediodía gracias a las ramas del frondoso árbol. Mientras se ponen al día, un grupo de estudiantes les pasa justo enfrente mientras dejan caer sus libros y ni caso le hacen… Gritan eufóricos porque han terminado sus clases víspera de las fiestas navideñas, gracias a que sus profesores y directores de sus escuelas y colegios parece se han contagiado con las secuelas que han dejado en ellos el ‘Viernes negro’ y el ‘Cibermonda y’… Parece que la fiesta sigue, mientras a nuestros muchachos se les incentiva a ‘des-estudiar’, provocándoles con el asueto olvidar lo que quizás hayan podido aprender en estos días…
“Píndaro… ¡despiértate!” –grita Herminio-.. “¿No ves que parece que van a comerse una ‘pizza’?”…”Jajajajajajaja… noooooo”-ríe Píndaro a mandíbula batiente mientras exclama: “Están ignorando que están siendo evaluados por PISA y, luego de lo que debe ser un día de estricta jornada de estudios básicos, sólo piensan en comerse una pizza. No tienen otro punto de referencia”.
“Es una lástima que nuestro sistema educativo cuente con una camada enorme de profesores, unos nombrados por sus muchos años de experiencia y sus deseos de transmitir sus conocimientos como ‘maestros’ y otros con muchos años y madurez, pero no así con la preparación suficiente para justificar su posición” –expresa Píndaro.
“Hace unos años fui invitado por una empresa privada.” –le interrumpe Herminio- “Facilité un seminario de dos días a un grupo de directores y encargados de escuelas en un importante sector geográfico del país, y fue una experiencia traumática”… -refiere, mientras baja su cabeza con tristeza-… “Se me ocurrió intentar conocerlos desde el inicio del mismo, para así disponer de un perfil de los participantes e intentar facilitarles vías de mejora a su desempeño como líderes naturales en el ambiente escolar de educación media…”.
“¿Y cómo lograste eso?” –le cuestiona Píndaro-… “Les leí un sencillo dictado y les pedí completar la información faltante con narraciones cortas utilizando su creatividad.”–respondió Herminio-… “Luego de un tiempo más extenso de lo normal, me hicieron entrega de sus trabajos, la mayoría de ellos en no más de dos hojas de maquinilla… Organicé el mismo y lo preparé para darle lectura en esa noche del primer día… Una vez en tranquilidad mientras cenaba, tomé el paquete de papeles y empecé a dar lectura a los mismos…”.
Mientras así se expresaba Herminio, su cara se iba transformando como si estuviera pasando por un trance inexplicable… “Luego de tratar de leer las 10 primeras hojas, experimenté un inesperado disgusto, entremezclado con una honda tristeza… ¡Uno de los trabajos revisados arrojó unas 78 faltas ortográficas!” –exclamó-… “¿Y los demás?” –le interrumpe un ansioso Píndaro-… “No lo podrás creer… -le responde Herminio-, No hubo un solo trabajo manuscrito en el que no hubiera faltas ortográficas…”.
“¿Y tus participantes eran líderes en el sistema escolar organizado de nuestra enseñanza pública?” –le cuestiona Píndaro-… “¡Afirmativo!” –sentencia Herminio, y agrega– “Ahora veo en los medios de comunicación nacional e internacional que la Pizza que se le ha venido inculcando a los estudiantes en el sistema escolar público se ha convertido en una PISA difícil de comer… Con un sabor muy desagradable que únicamente tiene su explicación en la miopía en que están inmersos los que no han sabido enfrentar sus compromisos profesionales. Unos desde el segmento magisterial y otros desde la parcela oficial, del cual ahora esperamos que una vez y por todas entiendan que la fiebre no está sólo en la sábana…Antes que esta situación se convierta en una epidemia que les afecte cuando menos se lo esperan.”
Es ahí cuando un atento e indignado Píndaro se levanta del suelo y se dispone a exponerse al sol, fuera de la sombra que le ha estado cobijando hasta ese momento… “Esa vergüenza internacional en que nos ha sumergido PISA debe ser convertida en una meta obligatoria a alcanzar por cada uno de los estudiantes del sistema escolar público, y así tiene que ser exigida –por un lado- al segmento profesoral que sólo usa su estructura de organización como mecanismo de presión y no como autorregulación para superación y entrega como docente y, por otro lado, a los responsables del sector oficial que cada día olvidan que sus obligaciones no están en politiquear partidariamente sino en trabajar de sol a sol, asegurando que el crecimiento en nuestros estudiantes ya no requiere de nuevos edificios –muchos de ellos de dudosa construcción-, sino del uso de eficientes métodos de docencia de efectiva supervisión y de medición posterior de aquellos a quienes el mismo sistema bautiza como ‘profesores’, y que por cuyos resultados ahora vemos que están muy lejos de ser llamados ‘maestros’…”