Pistas de esquí en riesgo de extinción

<p>Pistas de esquí en riesgo de extinción</p>

POR JULIO GODOY*
Reporte de la OCDE predice que para 2050 desaparecerá la mayoría de los glaciares alpinos y sus estaciones de esquí, debido al cambio climático.

BERLÍN.- Los amantes del esquí en Europa empiezan a engrosar la lista de perjudicados por el calentamiento planetario, durante un invierno boreal que, por sus moderadas temperaturas y por la ausencia de nieve, más bien recuerda a la primavera.

Numerosas justas deportivas en estaciones europeas se pospusieron o cancelaron, como el Tour de Ski, un nuevo campeonato organizado por la Federación Internacional de Esquí, que estuvo previsto para el 29 de diciembre en la central localidad checa de Nove Mesto.   La falta de nieve obligó a posponerlo y cambiarlo de sede, a una pista artificial en el estadio olímpico de la ciudad alemana de Munich.

En la francesa Val d»Isère y la suiza Saint Moritz, competencias correspondientes a la Copa del Mundo también fueron canceladas por falta de nieve. En la estación alemana de Todtmoos no nieva desde hace casi un año. Y las temperaturas son tan moderadas que los azafranes empezaron a florecer en diciembre, como si ya fuera primavera.

Estos hechos confirman los pronósticos de numerosos expertos sobre los efectos del calentamiento global, especialmente en los deportes de invierno y en las estaciones europeas de esquí.

Uno de estos reportes, «El cambio climático en los Alpes europeos», que la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) editará en febrero, predice que para 2050 desaparecerá la mayoría de los glaciares alpinos y, por ende,  la mayor parte de las estaciones de esquí.

El informe destaca que en los Alpes, que son «particularmente sensibles al cambio climático», la temperatura se triplicó.

 «Los años 1994, 2000, 2002 y particularmente 2003 han sido los más cálidos observados en los Alpes en los últimos 500 años», detalla, pronosticando que «cambios climáticos incluso más marcados ocurrirán en las décadas venideras, incluyendo una reducción de la cobertura de nieve a bajas altitudes y el derretimiento de glaciares y de permafrost a alturas más elevadas».

El estudio calcula que 57 de las 666 estaciones de esquí de los Alpes –nueve por ciento– ya son afectadas por tales cambios climáticos. Si la temperatura aumenta un grado, esta cifra pasaría a 25 por ciento. Con un calentamiento global de cuatro grados pronosticado para este siglo por prácticamente todos los estudios sobre el cambio climático, más de 70 por ciento de las estaciones alpinas de esquí no podría funcionar más y apenas 202 tendrían nieve natural, según el informe.

Uno de los autores del reporte, Shardul Agrawala, dijo a Tierramérica que las regiones más afectadas por el calentamiento global están en Austria y Alemania, y que solo las estaciones más grandes y situadas a mayor altura sobrevivirán a la catástrofe climática.

Una de las estaciones probablemente más vulnerables es la de Kitzbühel, ubicada en un valle de la sudoccidental región austriaca de Tirol, unos 800 metros sobre el nivel del mar. En contraste, la francesa Val Thorens, situada a dos mil 300 metros, debe su renombre a la constante presencia de nieve en sus pistas.

Durante la temporada navideña, la estación de Kitzbühel abrió menos de 10 de sus 54 ascensores, debido a la falta de nieve, y tuvo que utilizar nieve artificial para habilitar las pistas.

Pero según el politólogo alemán Frank Kürschner, estudioso del tema, la nieve artificial tiene costos ambientales «horrendos».

«Para producir nieve que cubra un metro cuadrado, uno necesita 100 litros de agua», explicó Kürschner a Tierramérica. «Y un cañón para dispararla a las pistas consume 13 mil kilovatios por hora por hectárea. Esto equivale al consumo anual de una familia de cuatro miembros en un país industrializado», añadió.

El informe de la OCDE coincide con tales apreciaciones, aunque de manera más sutil. «Los costos reportados de la nieve artificial no incluyen los costos externos, tales como el consumo de agua y de energía (necesarias para su producción), (la destrucción del) paisaje y otros aspectos ecológicos», señala.

Además, «con el aumento de la temperatura ambiente, los costos de la producción de nieve artificial van a incrementarse desproporcionadamente y, si el calentamiento global supera cierto límite, la nieve artificial simplemente no será una alternativa», afirmó Agrawala.

Pese a que el reporte hace recomendaciones a los gobiernos de los países alpinos afectados por el cambio climático, Agrawala aseguró que los hallazgos contenidos en el estudio son prácticamente ineluctables, y que sus conclusiones son aplicables a regiones montañosas similares a los Alpes, en América del Norte, Australia y Nueva Zelanda.

* Corresponsal de IPS.

Cartas a Fremio
TÚ ERES UN POLICÍA, UN POLICÍA BUENO
JIMMY SIERRA
He aquí, viejo amigo, que vuelvo a garabatearte algunas notas para saber de ti. Dime cómo te va, mientras te mueves con aire de emperador en el espacio que separa al Palacio de Justicia de la Feria, del imponente edificio del congreso mientras, con hidalguía, tratas de “picotear” a algunos diputados, senadores y jueces.

Bien sé que muchos son ariscos, resbaladizos y desdeñosos pero, al final, siempre hay algunos que “caen”, soltando una “boronita”.

Y a propósito de los jueces, Fremio, ¿has notado lo fuerte que está la delincuencia? Y, ¿qué podrías decirme del color que ella presenta?

No sé si supiste que hace unos días, cuando varios parroquianos estaban muy “bachateros”, dándose un opíparo banquete, donde predominaban los  de emparedados de pollo y queso, en la barra Payán, una desgañitada voz hizo temblar a todos los presentes:

¡Qué nadie se mueva y denme todas sus prendas!

Y una viejita, que estaba con otras dos personas en un Nissan azul, cuya placa no puedo recordar –y a la cual acababan de servirle unas tostadas y un granadillo sin leche, gritó:

-¡Dios mío, es un asalto! ¡Llamen a los ladrones!

Hasta ahí hemos caído, Fremio. Los malos policías han hundido la imagen de la institución. Y digo los malos, viejo amigo, porque sé que también los hay muy buenos. Honestos. Íntegros. Honrados. Los hay. Y los hubo.

Nunca olvidaré que, cuando los Doce Años, el día que, cumpliendo con las órdenes del PCD, quemamos todas las urnas de la Zona Norte, cuando agarraron al hijo de Don Canó, al que llamaban El doctor, este citó mi nombre como el cabecilla de toda la operación. Y un policía bueno se presentó a mi casa,  de la Francisco Villaespesa 165, diciendo:

-A Jimmy Sierra que huya, que dentro de poco viene una patrulla a buscarle.

Y cuando venía Nelson Rockefeller, el vicepresidente USA, cuando confeccionaban la lista de los “cabeza calientes” de Villa Juana, para encerrarlos preventivamente, fue otro policía quien fue a mi casa. Y, más o menos, dijo:

-El Teórico encabeza la lista. Que ponga pies en polvorosa.

Incluso, la mañana en que una cuadrilla de La Banda Balaguerista estaba reunida en la calle 29 a esquina Juan José Duarte y votaba para “darle unos consejos a Jimmy Sierra”, varios policías me defendieron, alegando que “ese es un comunista bueno”. Y cuando se decidió, de todas formas, hacerme una “visita de cortesía”, un sargento se adelantó al grupo y, al encontrarme, me advirtió:

-La Banda viene por ti esta tarde a las dos. Escapa.

De modo, que pensando en esos y otros tantos guardias y policías buenos –que lo demostraron en los momentos más difíciles- y conociendo tu inclinación a defender causas perdidas-, quisiera preguntarte: ¿podrías imaginarte que eres un policía, un policía bueno, es decir, un extranjero en tu propio país?

Y vas con tu uniforme planchadito, oyendo una bachata de Luís Vargas, para olvidar la realidad: no dejaste para la comida, no tienes más nada que empeñar y Don Ramón ya no te presta más.

A veces has pensado en utilizar tus horas libres en alguna otra actividad productiva: una rifa, un triciclo o un puesto de yaniqueye. Pero, eres un policía, un policía bueno, y no puedes hacerlo, pues cuidas de tu imagen. Como un profesor de la UASD que, aunque se lo esté llevando el mismo Diablo, suele levantar el rostro, parar el pecho y tomar una pose de sabelotodo mientras, proclamándose fervoroso del jazz y de Beethoven, a menudo siente un sabroso y alegre cosquilleo cuando oye desde lejos esta sabrosura: “Nereida, no quiero nada contigo/ tú que me ofreciste/ tu cariño y tu abrigo. A otro/ se lo entregaste, me ves sólo y triste, Nereida me traicionaste…”.

Pero, como a los profesores, el sueldo que ganas no te permite muchas opciones: el pago de la cuartería y la luz –que antes no pagabas- te hacen un verdadero hoyo. Afortunadamente no tienes teléfono en la casa, ni celular, ni tele cable.  Aunque a veces has querido tener todas estas cosas no olvidas que eres un policía, un policía bueno, y –como un cajero bancario, que tiene las ropas tan limpias como los bolsillos, – no tienes ni siquiera para comprar un cassette pirateado de Esteban Mariano.

¿Cómo te engancharías, Fremio? Quizás viniste del campo y, al no encontrar otro trabajo, agarraste lo único que apareció. O, tal vez siendo estudiante, cansado de buscar empleo, tuviste que “caer en eso”. Entonces, vino el “pasar centro”, las “yucas”, muchas malas noches y, al fin, eras un policía, un policía bueno.

A perseguir delincuentes, a someter criminales y a preservar la paz pública. Las buenas costumbres, la moral … Y, de repente, te han enviado a la calle. Es un día peligroso: quizás hay una huelga, tal vez alguna movilización. Oíste a que casi todos los compañeros de tu unidad habían rehuido el compromiso. Y tú también te mostraste remiso: salir a la calle en días de disturbios podría resultar fatal. Preferiste no ir. Quedarte feliz en tu casa, viendo el televisor blanco y negro de 13 pulgadas y cuya antena no era otra cosa que un gancho de ropa, tomándote una “fría”, mientras tu mujer te preparaba un sancocho de “pico y pala” y el vecino subía todo el volumen, obligándote a ceder ante esta melodía: “No calles nunca lo que tú sientes/ Y dilo cuando llegue el momento/ Jugaste con los sentimientos/ Y ahora vuelan con el viento…”

Qué bueno era quedarse, Fremio. Pero no. Eres un policía, un policía bueno que tiene que salir a cumplir órdenes, resignándose a perder la última composición de Ramón Cordero. O de Raulín.

¿Dónde te soltará el camión? ¿En Capotillo, en Cristo Rey o en Katanga, de los Mina? No podrías adivinarlo y, como vas apiñado en medio de los otros, sólo reaccionarás cuando te griten: ¡Bájate aquí!.

Así, que ya estás presto a cumplir con tu deber y, entonces, te preguntas ¿ cuál deber? : ¿Disparar o correr?, ¿Avanzar o retroceder?. Porque, una vez en la calle, con otro compañero a tu lado, nadie sabe qué hacer. Ni de que callejón saldrá un botellazo, una piedra o ¡un balazo! Oíste que dijeron que muchos revoltosos tenían “chilenas”, pistolas arrebatadas a otros policías o, incluso, ácido del Diablo. ¡Oh! ¿Cuánto te habría gustado quedarte en tu casita oyendo esta belleza: “—-Por las tardes me vuelvo cartero/ y en una bicicleta te llevo/ todas mis cartas de amor…”?

 Pero no. Debes cumplir tu deber, pues eres un policía. Y un policía bueno.

Haz oído, también, que algún demagogo preferiría que tú dispararas para fotografiarte o grabarte en video, dando oportunidad así a que luego, desde la butaca más cómoda de un ambientado estudio de TV, un “analista” bien maquillado pueda tronar: “He ahí: la policía reprime nuevamente”.

Si  fuera un atraco te sería más fácil: bastaría con adelantarte, enfrentar al delincuente y … ¡caramba!, también aquí vendrían los problemas: si matas al ladrón podría suceder que después aparezca otro “analista”, gritando: “Los derechos humanos…” Y, si no disparas, y es el ladrón  quien mata a un hijo de algún gran personaje, podrían volver –como las oscuras golondrinas-, los “teóricos” a proclamar: “Estamos desprotegidos”, “La policía cuida a los delincuentes”, “¡Los policías son los delincuentes!”.

 Tan bueno que es sentirse policía, policía bueno, cuando en la calle se produce algún pequeño robo. O un carterista actúa y el vecindario grita: ¡Busquen un policía! Así te dan un chance de lucirte y demostrar lo que aprendiste para la ocasión. Sin embargo, no es ese el momento y solamente te dijeron: “Tengan cuidado, pero no permitan desordenes”. Afortunadamente, al menos, en la radio el chofer policía, en lugar de las terribles noticias del día, traía sintonizado esto: “Vine a decirte adiós, me voy a otras tierras/ no sé cuál es mi rumbo, mi amor espérame”.

  Es ahí donde reflexionarías: si fuera en otros tiempos, los Doce años, por ejemplo, cuando dar muchos palos y tiros bastaba para lograr ascensos. Y todos los cuarteles estaban llenos de letreros advirtiendo: “Policía: el comunismo es tu enemigo”. Eran los tiempos en que Radio Guarachita, con su antena electrónica poli direccional de 380 grados, transmitía para toda la República, advirtiendo a los vivos que “los anuncios públicos no tenían hora fija para ser pasados”. Y después, del modo más alegre nos regalaba “Chiquitina”, en la voz inolvidable de Paniagua. Entonces, tenían mucha fuerza Rufo, Rafael Encarnación, el Chivo sin Ley, Aridia Ventura y -¡valla coincidencia!-, Fabio el Policía. Para ese tiempo las cosas eran tan simples como estas: “Nosotros somos los buenos, los civiles son los malos”.

 Ahora, todo ha cambiado. Y hay cámaras de televisión y micrófonos por todas partes y, aunque Radio Guarachita haya perdido su hegemonía, la bachata se ha disparado al cielo, asestándole “un golpe de biela” a la salsa y un “cocotazo” tan terrible al merengue que lo ha hecho trastabillar.

   Mientras piensas en todo esto, Fremio, sientes que el vehículo, bruscamente, se ha detenido y escuchas la orden fatídica: “Salgan: que llegamos a la UASD”.

Y, entonces, puedes ver con tus propios ojos que cientos, quizás miles de estudiantes, vienen hacia ti tirando piedras y ondeando sus banderas.

¿Qué harías aquí, Fremio, siendo tú un policía, un policía bueno?

Seguramente, sin poder evitarlo, después de estar temblando como una hoja de plátano, oyendo estruendos y explosiones por todas partes –abajo el gobierno, lacrimógenas, asesinos, botellazos…- te dejarás vencer por el instinto de conservación y luego no podrías explicar a la comisión investigadora cómo se escapó el disparo que segó la vida a un joven estudiante. O, en otro caso, por error, a otro policía bueno para el cual, después, no habrá banderas, ni panegíricos, ni una placa recordatoria. Tan sólo cuatro velas, una caja de pobre –debajo, un bloc de hielo- y tres niños llorando su propia desesperación, mientras en cualquier cuartería de cualquier barrio de la ciudad una madre desconsolada, nerviosamente y sola, deja pasar las cuentas de un viejo rosario, mirando al cielo en busca del brillo de una nueva estrella, donde él, Fremio, descansaría en paz. Y ya no habrá más Antony Santos, Raulín, Teodoro Reyes o José Manuel Calderón. Tan sólo cabrá espacio para el silencio, la soledad y la vergüenza.

Esa es la verdad, Fremio, aunque nos pese. Si a ti te ha de doler, mi caro amigo, ¡apártate y déjala pasar!

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