Pitágoras de Crotona, padre de las matemáticas en Occidente y fundador de una escuela de pensamiento que pretendió fundar en los números la esencia de la vida y la transmigración de las almas, pero reconoció en su momento los abusos interpretativos que se basaban en las supuestas cualidades de estos símbolos, por lo cual utilizó una frase que reflejaba sus inquietudes: Los números nunca mienten, los que pueden mentir son los que hacen los números, por convenciones e intereses pasajeros.
Tal es caso de las encuestas políticas en la República Dominicana, donde estas han florecido como la gran industria de nuestro carnaval electoral, que enriquece a algunos y empobrece la calidad del diálogo y el buen juicio de quienes observan la realidad política nacional.
Al calor de las pasiones y los intereses de una sociedad donde la corrupción y la manipulación dominan el escenario social, las encuestas, de ser un instrumento científico para medir las opiniones y disposición de voto de un conglomerado humano, se han convertido en una mercancía a disposición de mercadólogos, gobiernos, partidos y grupos de presión.
Dentro de ese contexto, es normal que las encuestas políticas, aun las que guardan mayor coherencia y calidad técnica, se vean arrastradas por ese mar proceloso de la coyuntura electoral que vivimos, a través de quienes las pagan, quienes las diseñan, quienes recogen los datos sobre el terreno y quienes interpretan los resultados de las mismas.
En el caso dominicano, basta con hacer un sencillo sondeo en cualquier lugar donde incidan todos los sectores sociales del país para sacar resultados que contradicen dramáticamente muchas de las que se publican casi a diario en nuestro medio, a veces contradiciendo los resultados que esas mismas encuestadoras han hecho pocos días antes.
A ese propósito, sé de firmas encuestadoras que hacen su trabajo a intereses políticos dispares, y que sin embargo producen resultados al gusto de quienes pagan por sus servicios. Al mismo tiempo, hay encuestadores técnicos de empresas dedicadas a ese quehacer, que mercadean por lo bajo los datos que van a entregar sus superiores.
Algunos dicen que la única encuesta que vale es la que se produce el día de las elecciones, pero ya eso no es encuesta sino censo: pero dadas la corrupción rampante y los mecanismos de manipulación del partido de gobierno, más que creer en una u otra encuesta, procede sondear en nuestro entorno y en las distintas localidades del país cual es la disposición de voto de las mayorías no sometidas a presión. El resultado será igual en todo el territorio: hay que desbaratar la terrible maquinaria de corrupción y dictadura institucionalizada que hoy ahoga al pueblo dominicano.
Porque así como Pitágoras no logró la transmigración de las almas con el recurso de los números, las encuestas manipuladas no lograrán la transmigración de los votos blancos al PLD
¡Hay que salir del PLD antes que sea demasiado tarde!