Pitbull de dos patas

Pitbull de dos patas

Durante las décadas de los 70 y ochenta del pasado siglo XX escuché reiteradamente de labios del profesor Juan Bosch la expresión  de que en política hay cosas que se ven y cosas que no se ven. A seguida nos advertía que muchas veces las cosas que no se veían resultaban ser más importantes que las fácilmente visibles.

Esa reflexión llevada al campo de la investigación científica y puesta en sentido de alerta pudiera enunciarse de la manera siguiente: ¡Mucho cuidado con lo que se esconde detrás de las apariencias!

Siguiendo esa línea de pensamiento estuvimos analizando el caso forense de un obrero de 48 años, quien de acuerdo a vecinos de un sector de Villa Mella en Santo Domingo, habría fallecido víctima de un ataque canino por unos ejemplares de la raza pitbull. El médico legista que hizo el levantamiento del cadáver certificó “Contusiones múltiples complejas por mordeduras de canino en superficie corporal”. Es evidente que dicho facultativo debe haber resultado influenciado por la versión ofrecida por los lugareños  y reforzado en su conclusión por los rasguños y mordeduras externas visibles en la piel del occiso.

El estudio detallado de la autopsia arrojó otras evidencias aparentemente enmascaradas por las abrasiones y mordidas de los perros. En la parte anterior y lateral del cuello se contaron nueve heridas por arma blanca, una de las cuales había penetrado tan profundo como para fracturar de modo linear el cuerpo de la quinta vértebra cervical. El fenecido mostraba heridas cortantes, corto contundentes y corto penetrantes en la cara, brazo y antebrazo derechos, tórax y muslo derecho, totalizando más de 40 heridas. En términos sencillos estábamos frente a un degüello, seguido de un ataque canino probablemente agonal o post mortem.

En el presente caso lo importante no eran los rasguños y las mordeduras de perro; dichas lesiones no implicaban gravedad alguna ya que eran superficiales y no tocaban estructuras vitales.

En cambio, las heridas por arma blanca en el cuello eran de naturaleza mortal pues lesionaban arterias, venas y nervios de gran calibre. Las apariencias engañan dice un refrán y no todo lo que brilla es oro dice otro.

Sigue teniendo vigencia el principio médico legal que reza: El forense lo oye todo pero no cree nada. Nosotros  agregamos: Los muertos hablan a través de las evidencias que muestran, todo lo que se necesita es un buen intérprete con capacidad y mucha honestidad.

Cierto que hubo un ataque canino leve pero las heridas mortales les fueron infligidas al ahora extinto por lo que a todas luces apunta ser un pitbull de dos patas que mordía con cuchillo y machete.

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