Placas tectónicas

Placas tectónicas

Paul Saffo relata que desde hace muchos años, generaciones de adultos y niños notaron que la protuberancia de Suramérica que sale hacia el este en lo que es Brasil, parecía encajar en el golfo de África; Baja California luce como si fuera cortada de la masa de México, otras formas terrestres también sugerían que en algún momento estuvieron unidas. Se planteaba la pregunta de si se habían movido y cómo lo habían hecho esas grandes masas, la enorme dificultad que presentaba trasladar todo un continente, verbigracia, el americano a través de la costra oceánica densa e intransigente. Nadie imaginaba una fuerza que pudiera hacer que los masivos continentes irrumpieran a través del fondo atlántico, por tanto, esto era suficiente para detener las elucubraciones de lo que parecía obvio.

Sin embargo, había signos por todas partes de que algo hacía o hizo la separación que pasaba o pasó en algún momento. En esas circunstancias, un meteorólogo alemán, Alfred Wegener, propuso en 1912 ante la Sociedad Geológica Alemana que los continentes en algún tiempo habían formado una  masa única. Wegener rompió el hechizo, se llevó de sus ojos y la razón y verbalizó lo que sugerían los encajes geométricos. Aunque obvio, cuando surge su tesis, el autor fue motivo de copiosas críticas. Desafortunadamente, Wegener no tuvo mucho tiempo para defenderse pues murió en 1930, en una expedición a Groenlandia. Tampoco lo ayudaba que fuese meteorólogo y no geólogo.

El paso de los años trajo nuevas herramientas científicas con las que se logró descubrir la gran falla en el fondo del Atlántico. Magnetómetros remolcados sobre el suelo marino pintaron una patrón de  magnetismo que se revertía, una especie de zebra con franjas magnéticas simétricas. Terremotos plantearon la posibilidad de límites de placas y datos de medidas radiométricas pusieron de manifiesto una escala que alcanzaba a lo profundo del tiempo.

Tres décadas después de la muerte de Wegener emergió con nítida claridad la existencia de placas tectónicas. En consecuencia, los continentes no se movían rompiendo masivamente el fondo marino, estaban montados sobre la costra, es decir, las placas “resbalaban” como si estuvieran “engrasadas” en sus interfaces con el gran núcleo de la tierra. La costra o corteza oceánica centro-atlántica se movía como si fuera una cinta transportadora estirando el centro hacia los lados oeste y este, manteniendo la falla central y empujando las placas aledañas que se levantaban creando las cordilleras. Si se permite el símil, el gran núcleo sería como una bola de béisbol engrasada sobre la que “resbalaban” placas que la cubrían.

Para mediados de los sesenta las placas tectónicas eran reconocidas, aceptadas, más allá de cualquier duda. Las contradicciones comenzaron a hacer sentido y se ataron cabos que parecían imposibles. Los continentes fueron vistos como los peregrinos que son, los Himalayas se reconocieron como el resultado del empuje de la placa de la India sobre la de su vecina Eurasiática. Se hizo obvio que el Atlántico nació de la Gran Falla Dorsal Mesoatlántica y Alfred Wegener fue laudado póstumamente como el científico que fue.

Al día de hoy se distinguen varios tipos de placas tectónicas: principales, secundarias, microplacas, antiguas y otras. Entre las principales se cuentan las: Sudamericana, Norteamérica, Eurasiática, Africana, Antártica y Pacífica; las secundarias son las de: Cocos, Nazca, Filipina, Arábica, Scotia, Juan de Fuca, India, Árabe y la del Caribe. Otras: Ojotsk, Amurria, Explorador, Gorda, Somalí y de la Sonda. Entre las microplacas se encuentran: Birmania, Yangtze, Timor, Cabeza de Pájaro, Panamá, Rivera, Pascua, Juan Fernández y Chiloé. Las antiguas: Kula y Farallón.

La Hispaniola está sobre la placa del Caribe que tiene adyacentes las siguientes: Al norte, la de Norteamérica; al oeste, Cocos; al sureste, Nazca; al sur, Suramérica; al este, también la Suramericana. La placa Norteamericana intercepta y al parecer se mete debajo de la del Caribe en la costa norte de la Hispaniola, mayormente en la franja que va desde al este de Nagua hasta al oeste de Monte Cristi, la falla que se forma en la intersección de estas placas es la mayor responsable de los movimientos telúricos dominicanos, de aquí que los grandes seísmos de este país han sido más intensos en la mitad norte de la república.

 

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