AMPARO CHANTADA
El barril del petróleo sube de precio y con él suben las inquietudes, ¿hasta dónde y hasta cuándo? El gobierno se aboca a la búsqueda de alternativas y una de éstas, la más complicada, la más sofisticada, la más responsable y sostenible, debe coadyuvar a una crítica muy severa al modelo de desarrollo que se implementa desde 1966 y a la finalidad real de los organismos técnicos del Estado dominicano. Todo resulta en un consumo irracional de la tierra para urbanizar, tanto del sector público como privado, la sustracción continua de tierras agrícolas y forestales para mega-proyectos, al uso sin cuestionamiento de tecnologías grandes consumidoras de energía. La importación de carros de altos cilindraje o de vehículos usados, los dos grandes consumidores de combustibles y contaminantes a la vez de la atmósfera, son un ejemplo. Estas prácticas se resumen por una errónea filosofía desde el Estado y la sociedad sobre lo que somos, lo que tenemos y lo que queremos y debemos ser, como ciudadanos y como nación.
El momento actual debe redefinir la planificación territorial y urbana pensada desde nuestras precariedades, nuestras amenazas y desde nuestros retos como nación y sociedad.
Hasta 1961, la ciudad de Santo Domingo era pequeña, concentrada, se recorría a pie desde la Normal, desde la Cementera hasta la Av. San Martín y San Carlos. La crisis energética actual pone en evidencia la falta de prospectiva de los planificadores desde 1966. Unos, por no haber pensado en ciudades intermedias, cuando era tiempo, otros por haber reaccionado con Invivienda, cuando ya no era tarde.
Irracionalidad por la concentración de las inversiones en el Distrito Nacional en detrimento del campo, por el uso irreflexivo de la Tierra que nunca se consideró como un bien agotable. Pero, irracional e irreflexiva fue la multiplicación de mega obras, la expansión de la ciudad, a través de las avenidas, elevados y puentes, la extensión de las redes de electricidad, agua, alcantarillado y drenaje pluvial. Se apostó al petróleo barato, al consumo individual, al carro, a la clase media y no al colectivo nacional.