Planificación y transporte

Planificación y transporte

POR MARIO BERGÉS
La forma en que los estrategas del área de transporte han enfrentado el proceso de planificación se ha ido modificando durante los últimos cuarenta años. En la década de los 1960 se hablaba del enfoque racional de la planificación. Este modelo asumía que la comunidad aceptaría cualquier plan surgido de un proceso realizado por expertos. También presuponía que el consenso sería duradero dado que la planificación había sido hecho para el largo plazo.

En ese modelo se enfatizaba que la razón de ser del profesional del transporte era encontrar la «única mejor alternativa» para resolver un problema dado. De igual manera asumía que los planificadores podrían trazar sus planes para la comunidad prestando poca o ninguna atención a las autoridades encargadas de poner en marcha el plan. Como era de esperarse, el modelo racional ha recibido desde los años 1960 severas críticas. La comunidad es algo más complejo que lo que los técnicos suponían.

Un nuevo enfoque en la planificación del transporte se ha dio abriendo camino en los últimos años. Con una visión de sistema íntimamente relacionado, se basa en la participación comunitaria, en la búsqueda de consenso y en la reducción de los impactos negativos. Es un modelo más orgánico que se acerca a las metas mediante pequeños cambios que garanticen el consenso lidiando así con el sumamente complejo ser humano. Es terapéutico porque las decisiones se toman más para alejarse de los males que para acercarse a las metas. Es serial porque los problemas no son resueltos por una decisión sino por sucesivos y pequeños esfuerzos. Es exploratorio por ser un proceso continuo en el que las metas están siendo permanentemente redefinidas. Como vemos, se trata de un acercamiento a los problemas desde un enfoque que se aproxima más a la naturaleza del ser humano. Consenso en lo pequeño, reducción del largo plazo en la planificación, promoción de la participación activa de todos los actores involucrados, retroalimentación permanente desde y hacia la comunidad y acercamiento sucesivo a objetivos mayores. Si ese nuevo modelo de planificación ha sido beneficioso en otros países, lo será muchísimo más en la actual condición de crisis aguda por la que atraviesa la sociedad dominicana.

La visión que debemos tener es la de un Santo Domingo con sistema integrado de transporte colectivo, tan eficiente que incline a los propietarios de vehículos privados a dejarlos estacionados en las casas. Una Capital dominicana a la medida del ser humano que la habita. De hombres y mujeres caminando por aceras en buen estado o interactuando en el transporte colectivo masivo en vehículos que son verdaderos parques móviles de las ciudades. Esa urbe es posible, pero no es la decisión única la que lo logra. Es necesario el enfoque sistémico de la planificación. Ir creando consenso en lo pequeño para llegar a lo grande. La sucesión de victorias pequeñas nos irá acercando a esa visión soñada y, al mismo tiempo, nos dará la confianza y la seguridad de que podemos enfrentar retos mayores. La garantía del éxito de este enfoque sistémico de la planificación radica en el grado de participación de los actores involucrados. Lograr que los mismos actores sean fuente de soluciones creativas.

En ese sentido podemos promover el desfase de los horarios de entrada y salida en la jornada de los distintos sectores de la economía tal como lo intentó la Autoridad Metropolitana de Transporte (AMET) en 1997. Bancos, comercios, colegios, oficinas públicas, servicios profesionales, etc.; si todos desfasan sus jornadas de trabajo nunca tendremos un pico en la demanda de transporte. Podemos estimular el comercio electrónico, «e-buy» según el término acuñado por la cultura inglesa. Cualquier incentivo en ese sentido, como la reducción del ITBIS para las operaciones de comercio vía Internet, estaría actuando a favor de una reducción en la demanda de transporte. Otra medida sobre la cual podemos generar consenso es la de promover mediante incentivos el transporte escolar colectivo y no en automóviles. Al mismo tiempo podemos establecer una política de incentivos o de penalización tendente a promover que los estudiantes de un determinado plantel escolar sean vecinos del mencionado plantel.

Consenso en lo pequeño, participación de todos los actores involucrados, generación de soluciones creativas y retroalimentación permanente en ambas direcciones para modificar el rumbo si es necesario. Si hacemos esto y si las autoridades municipales mantienen la atención al uso del suelo, estaremos acercándonos cada vez más a ese sueño de ciudad que merecemos.

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