El precio del barril de petróleo rondaba los 100 dólares norteamericanos en el año 2012, lo que comparado con los aproximadamente 50 dólares a que se comercializa en este tiempo el codiciado oro negro representa una disminución de un 50% en el monto de la factura petrolera del país. Esta reducción debió impactar en esa misma proporción los precios de la energía producida con hidrocarburos, esto sin contemplar lo relacionado a la producción eléctrica en base a gas natural. Esto no ha ocurrido, o sea, los clientes de las empresas distribuidoras de electricidad no se han beneficiado de esta reducción de los combustibles en los mercados internacionales.
Entonces, ¿qué ha pasado con ese dinero que el pueblo debió ahorrarse con la disminución de sus costos energéticos? Bueno, muy simple. El gobierno actual decidió no transferir los ahorros legítimos del consumidor y bajarle así la tarifa eléctrica durante estos años y en cambio optó por tomar ese dinero e invertirlo en la construcción de las plantas de Punta Catalina, por lo cual, la obra energética que se erige en la provincia Peravia es el resultado del sacrificio estóico que el pueblo dominicano ha asumido, resistiendo en silencio no ser beneficiado con la reducción de sus compromisos mensuales por concepto del pago de la factura eléctrica.
Este sacrificio ha de incrementarse toda vez que a raíz de las situaciones políticas y administrativas por las que atraviesa Brasil, el gobierno dominicano sustituya el financiamiento con el Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES) por una emisión de bonos soberanos de 600 millones de dólares, con lo que ya no es necesario la venta de las referidas plantas.
Sin importar las fuentes de los recursos para las plantas, es el pueblo el que ha aportado y aportará su sudor, lágrimas y hasta sangre para que aparezca el dinero de ese proyecto.