Platón, el clientelismo y el 4%

Platón, el clientelismo y el 4%

No entre en este lugar quien no sabe geometría”, escribió Platón en la entrada de su estudio. Era la manera de enfatizar la importancia de pensar en abstracto, de  mirar las cosas desde diferentes ángulos y puntos de vista. La geometría nos enseña a observar relaciones y relatividades, a construir y a depurar conceptos propios  y ajenos. Un niño aprende tempranamente a diferenciar  “bueno” y “malo”, pero no a representarse la idea del bien y del mal sino años después.  Él sabe quiénes son papá y mamá, Pedrito y Lucía; pero le toma tiempo entender el concepto de “familia”. Mucho más tiempo le tomará comprender qué cosa es una sociedad, o un Estado. Pedrito y Lucía son personas concretas, pero los vínculos  de afecto, parentesco y autoridad que hay entre las personas, son cosas que los ojos no ven directamente, sino por medio de observar comportamientos repetitivos.

Muchas gentes sencillas piensan que una institución es el edificio en donde trabaja un grupo de oficinistas, no diferencian una iglesia de un templo, el grupo del edificio. Tampoco distinguen entre las ideas, creencias, conductas y roles que forman las instituciones  religiosas, de las personas y grupos que las realizan o practican.

Tampoco les es fácil imaginarse el largo plazo. Contrariamente, quien ha desarrollado su intelecto puede definir la situación presente y prepararse para el futuro (Thomas).

Weber denominó “racionalidad funcional” a razonar de forma tal que nuestro pensar y accionar nos lleven  a determinados objetivos. Aprendiendo a ahorrar, privándonos de satisfacciones presentes, podremos obtener satisfacciones futuras específicas.

La geometría, el álgebra, el dibujo lineal, el ajedrez y los ejercicios de abstracción mediante la lectura y la escritura desarrollan una mente disciplinada, con dominio sobre la los estados emocionales y físicos.  El individuo aprende así a ver el beneficio de ponerse de acuerdo con otras personas y de respetar las reglas del  juego societal.

Clientelismo y nepotismo son formas particularistas, discriminatorias, que obstaculizan los procedimientos y normas institucionales de la democracia y del desarrollo económico y social. Se producen especialmente cuando la sociedad y Estado no demuestran las ventajas que para todos tienen el civismo, la disciplina y la obediencia a las leyes. Ni lo inconveniente de beneficiarse unos en perjuicio de mayorías. El juego simbólico de “yo gano-tú pierdes” solo favorece a poderosos y aventajados. Cuando las oportunidades están mal distribuidas,  solo algunos ganan, pero el juego termina con destrozos para todos. Los dominicanos parecemos preferir el juego de “todos perdemos”.

Acontecimientos políticos recientes y del día  a día, ponen de manifiesto que hay dos grandes necesidades inmediatas e impostergables:

1) que el Estado invierta eficazmente el susodicho 4% con énfasis en valores, matemáticas, lenguaje y civismo; ajedrez y deportes de equipo.

2) y profundice los programas de justicia social y de oportunidades para todos, especialmente para los jóvenes desempleados o mal empleados.

 A seres a-racionales, i-letrados, hambrientos y frustrados, nadie debe hablarles sobre Valores, Bien Común, Ética, Disciplina y afines. Menos, de cosas etéreas y lejanas, como el alma, el amor al prójimo… Tampoco de Dios, ni de Patria.

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