Dijo el sabio Platón: “El que no sabe geometría que no entre a mi casa”. O, como habría dicho LF: “El que no sabe conceptualizar que no me hable de política”. Según Wentworth y Smith, una hipótesis es una afirmación hecha de tal manera que la misma pueda ser demostrada o rechazada. Similarmente, un problema científico debe tener objetivos claros y específicos, y sus hipótesis deben estar bien formuladas, expresados en conceptos y variables medibles y observables por algún medio o instrumento válido.
En el campo del acontecer social y político, un problema se refiere a una situación definida como no deseada, que requiere una solución.
Los ciudadanos definen su situación partiendo de su diario vivir, condicionados por lo que dicen los medios a que ellos se exponen y a sus iguales de clase y ocupación, sus familiares y relacionados, especialmente los de sus partidos favoritos o de pertenencia. La gente, al igual que los científicos, suele considerar que algo es un problema cuando se puede vislumbrar algún tipo de solución. El calor y el desempleo, por ejemplo, no son necesariamente un problema para quienes no perciben una “solución adecuada” según ellos.
Si no se vislumbra una posible solución la gente no toma en serio tales problemas, tampoco a quienes los denuncian. Muy pocos líderes y comunicadores tienen suficiente capacidad y credibilidad para definir situaciones, señalar problemas e indicar soluciones. Cuenta mucho la fuerza y arrastre del líder, comunicador o dirigente, su capacidad de obtener apoyo de los ciudadanos. Por lo cual, la pureza y legitimidad de sus intenciones y motivos son muy importantes. También es necesario que las gentes perciban el problema como propio, que realmente los afecta, y que la solución del mismo esté de algún modo a su alcance, y perciban también un ambiente local o internacional propicio. A falta de estos elementos, un tema como el de la corrupción, por ejemplo, como tema de campaña, su eficacia puede ser muy poca. Mayormente puede servir para posicionar a un candidato o candidata como “persona honesta y bien intencionada”.
Las personas de clase media, que supuestamente aprendieron en la escuela a razonar, suelen ignorar que hasta las personas más humildes y carentes de información y educación formal creen razonar con buena lógica (funcional). Los clase medias se retroalimentan del razonamiento de sus iguales, con quienes interaccionan diariamente y refuerzan constantemente el argumento de: “Puesto que yo pienso correctamente, y veo que en el país hay mucha injusticia y corrupción, las mayorías votarán en contra del gobierno, ya que es el responsable de lo que pasa en el país. O que: “Las gentes del pueblo no votarán por el candidato oficial desde que se enteren de que el gobierno es el responsable de la corrupción y de que la gente no viva mejor”.
Según su lógica, todo dato contrario a ese razonamiento es falso. Definitivamente, si hubiesen puesto atención a Platón y a la geometría no tendrían tantas decepciones, y tampoco estuviésemos entre los países con peores notas en matemáticas.