Playa de La Concha, uno de los paraísos del mundo

Playa de La Concha, uno de los paraísos del mundo

La playa más popular de la ciudad española de San Sebastián, en el País Vasco, está bordeada por una barandilla centenaria y en los premios Traveller’s Choice también la designaron como la mejor del Viejo Continente, seleccionada entre 323 arenales de todo el planeta.
De esta manera, la playa de La Concha se “codea” con paradisíacas playas americanas del Caribe, el Pacífico Sur, Sudamérica o incluso las de Australia en esta clasificación, que ha sido encabezada por la brasileña Baia Do Sancho.
La playa más aristocrática de San Sebastián, que avanza siete posiciones respecto a la clasificación del año pasado, se ubica en el mismo corazón de esta ciudad de 186 000 habitantes situada en el norte de España y bañada por el mar Cantábrico, a la que ha dotado de fama mundial.
Un privilegiado en clave. Lugar habitual de baño de personajes de sangre azul, como las reinas españolas Isabel II y María Cristina, la playa está bordeada por una barandilla ornamental que costó en la época 5 700 pesetas, es decir, unos 40 dólares que fueron suficientes, hace 101 años, para vestir la emblemática bahía donostiarra. Desde entonces, este pasamanos de color blanco, reproducido hasta la saciedad en todo tipo de recuerdos, ha sido el encargado de sostener a miles de caminantes que se asoman a diario a vislumbrar la belleza de esta playa de aguas frescas y mansas, que cuenta con su propia isla, la de Santa Clara.
Este trozo de costa vasca ha sido testigo de temporales de grandes olas, de fuertes galernas, de naufragios y hasta del aterrizaje forzoso de un avión pilotado por el nazi belga León Degrelle que, pocos meses antes del fin de la II Guerra Mundial, huía del avance aliado en un bombardero alemán que se quedó varios días encallado en la arena tras quedarse sin combustible.
El privilegiado enclave de la bahía, testigo del devenir de la historia y reconvertido ahora en escenario obligado de continuos “selfies”, ha disparado el precio del metro cuadrado de las viviendas con vistas a la playa, que encabezan también las clasificaciones del mercado inmobiliario español.
El coste de los hoteles ubicados a escasos metros de La Concha tampoco es accesible para todos los bolsillos, lo que hizo “viral” el verano pasado una tramposa oferta de alojamiento publicada en un conocido portal de alquiler entre particulares, que prometía cama para dos y unas “increíbles vistas” a la bahía por solo 30 dólares, eso sí, a bordo de una destartalada furgoneta amarilla aparcada en la vía pública.
Esta playa de sustrato arenoso, que cuenta con una longitud de 1 350 metros, una anchura media de 40 metros y una superficie de 54 000 metros cuadrados, vive al vaivén de las mareas que limitan drásticamente su superficie útil.
Coronada en uno de sus límites por el Palacio de Miramar y en el otro por el edificio del Club Náutico, emblema de la arquitectura racionalista, la playa de La Concha está separada de su vecina, Ondarreta, por un pequeño saliente rocoso, llamado El Pico del Loro, que conecta los dos arenales que componen esta bahía de dos kilómetros en cuyas aguas fondean decenas de barcos de recreo.
Los toldos blancos y azules, concienzudamente cuidados, la limpieza del espacio, los servicios de primera calidad, la presencia de socorristas y las plataformas marinas para bañistas, son algunas de las cuestiones valoradas por los usuarios de esta playa que curiosamente no luce Bandera Azul como signo de calidad de sus aguas, ya que el Ayuntamiento de San Sebastián no solicita desde hace años esta distinción, al entender que no es lo suficientemente rigurosa.

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