PLD: crecimiento y pobreza

PLD: crecimiento y pobreza

Nadie pone en dudas que en los 17 años del PLD en la dirección del poder político en el país ha habido un notable crecimiento económico. Dudarlo sería un ejercicio de locura o de insensatez política. Hay más de un indicador que muestra este crecimiento. El primero está consignado en las infaltables cifras del Banco Central, sobre todo aquellas que miden el Producto Interno Bruto. Aquí, la mejoría de la economía chorrea por doquiera, hasta el punto que se inunda en las generalizaciones. Otro indicador que habla sin necesidad de estímulo, porque es muy espontáneo, es la cifra cada vez más montañosa del Presupuesto Nacional. Waoooo, 400 mil millones de pesos, 500 mil millones de pesos, 600 mil millones, 800 mil millones, y paremos de contar. Nada que ver con aquellos magros y casi famélicos presupuestos de los días de Joaquín Balaguer, de Antonio Guzmán, de Salvador Jorge Blanco y de Hipólito Mejía. Ahora son presupuestos de verdad, hileras de miles de millones de pesos que han permitido construir carreteras y avenidas, túneles, líneas de Metro, edificios para oficinas de burócratas, cientos de miles de aulas escolares, uno que otro acueducto y muchas obras made by Odebrecht. Conexos a estos listones de obras hay otros indicadores que reflejan el crecimiento económico de los 17 años de gobiernos peledeístas: una mejoría nunca vista para los salarios de los servidores públicos que proceden del vientre peledeísta y una acumulación originaria de capital única para una “nomenklatura” aposentada en la Comisión Política del PLD. Estos son, sin dudas, indicadores fundamentales que permiten ilustrar y mostrar el innegable crecimiento económico registrado en los 17 años de la gestión gubernamental del Partido de la Liberación Dominicana.
Pero estos antiguos marxistas no han sido capaces de provocar un solo cambio esencial en la sociedad dominicana. Ni siquiera en la educación, cuya mejoría negaron a la sociedad con fervor cuasi religioso los muy inteligentes doctores Leonel Fernández Reyna, entonces Presidente de la República, y Melanio Paredes, a la sazón Ministro de Educación. Joaquín Balaguer tuvo el coraje de poner fin al carácter hatero de la sociedad para dar paso al reinado del sector financiero. Posibilitó, igualmente, la eclosión de una clase media indispensable para la existencia de la democracia occidental. Antonio Guzmán y Salvador Jorge Blanco motorizaron el regreso de los guardias y los policías a los cuarteles, dieron paso a nuevos grupos económicos que fueron bloqueados por el balaguerismo y los ricos de la Capital, y pusieron en marcha una necesaria reforma fiscal y monetaria.
Pero el PLD olvidó los cambios prometidos. En la organización fundada por Juan Bosch llegó, de sopetón, una epidemia de amnesia. Los otrora muchachos de boinas a lo Che Guevara, camisas de kaki y panfletos doctrinarios quedaron encantados con el poder, se abrazaron a la molicie de los despachos y las computadoras, y empezaron a descubrir los goces que deparan las buenas relaciones, las visitas y la estima de los poderosos, la cercanía a los que manejan la industria, el sector financiero, los grandes predios agrícolas, los polos turísticos, los organismos internacionales, el oloroso mundo diplomático, etcétera. Sus ojos se abrían a todo un mundo nuevo, el reinado de la burguesía, la placidez de los grandes y cómodos vehículos de motor y la satisfacción que da sentarse en un buen restorán, disfrutar golosamente de un plato romano y después, como colofón, cruzar las piernas, tomar un licor y “apurar un puro”. Aquí quedó varada la liberación. Aquí pernoctaron para siempre aquellas viejas ansias de transformación. Los cambios empezaron a ser lejanos e imposibles. Los argumentos de Joaquín Balaguer empezaron a encontrar espacio en las lecturas de los antiguos “camaradas”.
La ética boschista se percibía como un obstáculo para el ejercicio del poder, como una visión del comportamiento burocrático que estaba fuera de nuestra “cultura política”. Había que reconciliarse con la realidad, decían entre sí y en privado. Por ejemplo, comentaban, no se puede hacer política sin dinero y este, el dinero, debe salir de la misma política. Y así lo hicieron, y hasta encontraron el camino para volver a misa y entenderse con la otrora enemiga jerarquía de la Iglesia Católica.
En conclusión, la economía ha crecido en estos 17 años. Las construcciones abundan y ahora más con el regalo del 4% para la educación que la sociedad civil regaló al PLD. Los pobres también son más. Ahora tenemos pobres con crecimiento, porque no ha habido cambios esenciales en la sociedad dominicana en los gobiernos peledeístas. La política del “goteo” o el “derrame” no ha sido suficiente. La deuda pública nos preocupa, y la corrupción está por todo lo alto.

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