PLD: ¿de partido
residual a dominante?

PLD: ¿de partido <BR>residual a dominante?

La dinámica de cambio en las preferencias electorales en los últimos 15 años ha producido un reordenamiento del sistema partidario dominicano con el afianzamiento del PLD como maquinaria electoral.

En la trilogía partidista que se gestó en la década de 1980, el PLD era un partido residual: en las elecciones de 1986 y 1990 creció por el declive del PRD, y a partir de 1996 por el desplome del PRSC.

El PRD, por su parte, se ha mantenido como una fuerza electoral importante, a pesar de sus derrotas en las últimas cinco elecciones (2004, 2006, 2008, 2010 y 2012) y la falta de dirección política coherente.

Como resultado, el sistema político dominicano opera nuevamente en un bipartidismo con el PLD y el PRD como fuerzas principales, pero sin que se produzca una real bipolaridad sustentada en ideas que marquen una diferenciación de orientación ideológica. La diferencia se expresa en algunas políticas económicas.

El sistema de alianzas electorales gira en torno a partidos minoritarios que tienen como objetivo fundamental acceder al clientelismo estatal, y por tanto, el partido de gobierno, o el que se perfile con grandes posibilidades de ganar, se beneficia del apoyo de la mayoría de esos partidos.

Son organizaciones minúsculas y sin posibilidades de crecimiento, pero que en una bipolaridad partidaria, donde ninguno de los dos partidos principales es hegemónico, han jugado un papel importante en las elecciones recientes a favor del PLD.

En las elecciones de 2010 se concretaron tres tendencias que se habían hecho evidentes desde las elecciones presidenciales de 2004.

Primero, la consolidación del PLD como partido gobernante mediante la adhesión de diversos segmentos sociales. Este proyecto de construcción de mayoría electoral ha descansado más en la figura del presidente Leonel Fernández que en el crecimiento cuantitativo y cualitativo del PLD. De hecho, el PLD ha perdido apoyo electoral directo.

Segundo, el declive electoral del PRSC ha sido ingrediente fundamental para la fortaleza electoral del PLD por el voto conservador, anteriormente balaguerista.

Tercero, aunque el PRD mantiene un voto duro, no ha logrado dar el salto a la construcción de una mayoría electoral post-2004 por el peso de la debacle económica de 2003-2004, la incapacidad de articular un proyecto político de centro-izquierda que capitalice el voto de los sectores progresistas de la sociedad dominicana, y la falta de un liderazgo político sólido con credibilidad.

Para la oposición, la situación se complica aún más en el escenario del Estado dominicano por las nuevas modalidades de clientelismo gubernamental. El nuevo clientelismo dominicano no depende sólo de las tradicionales dádivas en fundas y cajas, bienes o dinero, sino también de políticas públicas de compensación a sectores marginados como el programa deTarjetas de Solidaridad.

En las elecciones presidenciales del pasado 20 de mayo, el PLD ganó por tercera vez consecutiva en primera vuelta con 51.2% de los votos. Es una cantidad menor que en 2004 y 2008, pero por encima del 50+1 requerido.

El giro conservador y el clientelismo han sido claves para el mantenimiento del PLD en el poder, pero ha impedido el desarrollo de la organización partidaria. El PLD sigue siendo un partido de cuadros, ahora rechoncho y acomodado, que opera desde 2004 con una sofisticada maquinaria electoral.

Esa maquinaria lo convierte en partido dominante, sobre todo, ante la incapacidad de la oposición para presentar opciones de cambio que cautiven una mayoría del electorado. El reformismo se desmoronó, el PRD no se ha renovado para compactar el voto de capas medias, y las minorías de izquierda persisten en su dogmatismo, divisionismo y personalismo.

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