PLD: la tentación clientelista

PLD: la tentación clientelista

ROSARIO ESPINAL
rosares@hotmail.com 
En su primer gobierno, el PLD fue tildado de comesolo; de repartir el tesoro nacional exclusivamente entre los peledeístas.

La acusación, promovida por la oposición, impactó el imaginario político dominicano y se dijo incluso que el comesolismo había sido la causa principal de la derrota del año 2000.

Con la intención de regresar al poder en el 2004, y los ojos puestos en las elecciones de 2006 y 2008, el PLD decidió cambiar el estigma de comesolo.

Abrió las puertas a potenciales aliados, y de 2004 a la fecha, el salón de festejos del peledeísmo se ha llenado de invitados de todas las tendencias políticas, de derecha a izquierda.

Al gobierno concurren personas de todos los segmentos sociales y reciben beneficios en función de su estatus social y la utilidad política que representan.

Unos son nombrados secretarios de Estado, otros reciben contratos gubernamentales, otros cheques de nominillas, otros una tarjeta de solidaridad, etcétera, etcétera.

En ningún otro momento de la historia dominicana se habían reunido tantos comensales en la mesa del Estado.

En la Era de Trujillo ese privilegio era exclusividad del dictador, su familia y los más allegados. En la Era de Balaguer se amplió la lista de beneficiarios, pero la represión y la austeridad se encargaron de mantener el número limitado. En la Era del PRD, según dijo uno de sus dirigentes, todo era para los perredeístas.

En esta nueva etapa, desparecidos los viejos caudillos y con un sistema partidario en transformación, el PLD ha caído en la tentación clientelista para ganar apoyo y construir una mayoría electoral.

Lo nuevo no es el clientelismo, de eso conoce mucho la sociedad dominicana, sino la magnitud del fenómeno.

Por primera vez hay tantos huérfanos políticos que disfrutaron en el pasado de los recursos públicos bajo la protección de un caudillo que ha desaparecido. El presidente Leonel Fernández trabaja con ahínco para reinsertarlos al reparto de beneficios.

Desde el punto de vista electoral, la estrategia presenta beneficios y riesgos al PLD.

El principal beneficio es que dirigentes y activistas que estarían en la oposición vociferando, son ahora alegres aliados.

Y, como la política electoral es una lucha de poder en el cuadrilátero, esos cuadros traen sus seguidores (muchos o pocos) para aplaudir en las gradas.

Entre los riesgos, el más peligroso es que la utilidad electoral del clientelismo requiere que el servicio clientelar se expanda, porque siempre hay más insatisfechos que satisfechos en la sociedad, y las presiones para obtener beneficios aumenta.

Pero en países proclives a ciclos frecuentes de crisis económica, como es el caso dominicano, el sistema clientelar se desinfla con facilidad cuando los recursos públicos no alcanzan para satisfacer las demandas crecientes.

Entonces el partido gubernamental paga un alto costo electoral.

Para las elecciones presidenciales del próximo 16 de mayo, el PLD no enfrenta un alto riesgo de desplome de su sistema clientelar, porque ha logrado mantener relativamente estable las principales variables macro-económicas. Además, la oposición política no se ha reconstituido a niveles que presente grandes desafíos.

Pero esta situación podría cambiar en el próximo cuatrienio, cuando los efectos negativos de la situación económica internacional se sientan más y haya que restringir el gasto público.

Al margen de los beneficios y costos electorales para un partido gobernante, el problema principal del clientelismo es que obstaculiza el desarrollo económico y el proceso de democratización de una nación.

Imposibilita la transparencia y la eficiencia en la gestión gubernamental porque los recursos públicos se asignan de manera caprichosa. Retribuye la complicidad en vez de la capacidad profesional y fomenta la adulación en vez de la criticidad. Además, sepulta la noción de universalidad de los derechos sociales porque favorece un grupo selectivo que siempre será menor que la sociedad en general.

El clientelismo encuentra en la pobreza y la desigualdad un campo fértil para crecer, y a la vez, agudiza estos problemas. Por eso las democracias clientelistas nunca conducen al desarrollo.

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